El templo perdido
Por razones que hoy no cuento, hace d¨ªas visit¨¦ a un brujo en su domicilio. La casa carec¨ªa de signos externos, m¨¢s all¨¢ de una estera felp¨²dica con un dibujo de estrellas. El brujo no ten¨ªa enfermera ni recepcionista, pero por lo dem¨¢s todo en aquella salita de espera con sus revistas del coraz¨®n atrasadas encima de la mesa baja resultaba m¨¦dico. Una se?ora de mediana edad esperaba su turno, y como el piso era peque?o y las paredes d¨¦biles, o¨ªamos la voz y algunas palabras m¨¢s fuertes que otras de lo que la paciente anterior le dec¨ªa al adivino. Al cabo de 10 minutos sali¨® ¨¦sta del despacho y entr¨® la siguiente; iban juntas, y mientras la primera esperaba a su amiga se sincer¨® conmigo, como si tambi¨¦n a m¨ª me hubiera visto poderes. Se trataba de una mujer educada y due?a de un negocio, pero me confes¨® que al d¨ªa siguiente volver¨ªa con 100.000 pesetas, la cantidad que el brujo le ped¨ªa en adelanto para iniciar sus exorcismos contra una vecina que, seg¨²n sus sospechas, confirmadas en la consulta, la estaba llevando a la ruina. Sali¨® la segunda se?ora, las dos se despidieron de m¨ª, y, al ver mi mirada de aprensi¨®n a la serpiente disecada que colgaba sobre la mesa del mago, mi confidente quiso inspirarme seguridad en voz baja: "H¨¢gale caso, aunque no se le entienda mucho lo que dice. Este hombre ve m¨¢s lejos que nosotros".Al margen de mis incursiones ocultistas estaba yo leyendo el bonito libro de Gianni Vattimo Creer que se cree (Paid¨®s), donde el fil¨®sofo trata de explicar en primera persona su reencuentro de "medio creyente" con la religi¨®n. Ahora que muchos pensadores dirigen sus reflexiones a los menos metaf¨ªsicos ¨¢mbitos religiosos orientales, sorprende ver al italiano hablando de la religi¨®n por antonomasia, la cat¨®lica, la misma que lanza su peor anatema contra los que son como Vattimo. Porque, puesto a la confesi¨®n personal, el fil¨®sofo incluye en un largo par¨¦ntesis del libro, junto al reconocimiento de su homosexualidad, el espinoso asunto del horror que el catolicismo siente por este desv¨ªo o aberraci¨®n. Afortunadamente, Vattimo parece llevar sin desgarro interior la pr¨¢ctica sexual y religiosa, para el dogma de su iglesia contradictorias; ¨¦l, como muchos de los liberados teol¨®gicos, desde?a la ense?anza oficial del cristianismo "tr¨¢gico y apocal¨ªptico", tan bien representado por el papa Wojtyla, y se inserta en una creencia basada en la kenosis, el abajamiento de Dios a la altura del hombre visto, a partir de una lectura m¨¢s verdadera de las Escrituras, como amigo y no siervo del Padre. El indudable apego a las divinidades que se da en la cultura y la mentalidad contempor¨¢nea tendr¨ªa que ver, en palabras de Vattimo, "con las condiciones de derrota en las que parece encontrarse la raz¨®n frente a muchos problemas que se han agrandado precisamente en la actualidad". ?l mismo, desde su medio creencia, postula una religi¨®n racional, pero en este retorno a lo sagrado no son pocos los que prefieren la superstici¨®n escondida en una pata de gallina o un amuleto astral. Cada vez nos llegan desde Hollywood m¨¢s tontadas sobrenaturales.
Pero los millones de espectadores j¨®venes que hicieron cola para ver Abre los ojos o Rompiendo las olas, y los numeros¨ªsimos que adoran el cine suspendido entre el cielo y la tierra de Julio Medem no van en busca de necedades. Ignoro si estos magn¨ªficos cineastas son creyentes, y en qui¨¦n creen si creen; lo que yo creo es que la santa puta de Lars von Trier, los ¨¢ngeles de Tierra y Los amantes del c¨ªrculo polar, el misterio de la identidad binaria o trinitaria de la pel¨ªcula de Amen¨¢bar, provocan emociones por el v¨¦rtigo de su ¨²ltima (sin)raz¨®n incomprensible. ?Arte supersticioso? Pues yo dir¨ªa que s¨ª.
Cocteau dijo una vez que el cine era un fakir capaz de hipnotizar y "permitir a un gran n¨²mero de personas so?ar juntas el mismo sue?o". Tranquiliza saber que si la ola de conversos al m¨¢s all¨¢ crece, siempre nos quedar¨¢ el refugio en los templos cinematogr¨¢ficos. El efecto m¨¢gico de las im¨¢genes f¨ªlmicas no es muy distinto al deseo de dejarse enga?ar por el encantamiento de lo irracional que ten¨ªa aquella se?ora del brujo que yo visit¨¦. Y el cine no s¨®lo es m¨¢s barato que los espiritismos; si uno no quiere, sus sacerdotes jam¨¢s se hacen de carne y hueso.
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