Senado: fondo y forma
LA FORMA en que han sido comunicados los cambios en la composici¨®n del Gobierno dice mucho sobre lo que Aznar piensa del poder y de las instituciones. Como si de un acto fallido se tratara, encomend¨® a un ministro que no es miembro del Partido Popular informar sobre unos relevos cuya clave es el nombramiento de un nuevo secretario general de ese partido en un congreso que todav¨ªa no se ha celebrado. La comunicaci¨®n oficial da tambi¨¦n por supuesto que Esperanza Aguirre ser¨¢ nombrada presidenta del Senado, como si fuera el jefe del Ejecutivo, y no los miembros de la C¨¢mara alta, quien tiene la facultad de designar al titular de ese importante cargo institucional.Ya es bastante anormal que el presidente del Senado, elegido en su d¨ªa por unanimidad, abandone al cargo en medio de una legislatura por conveniencias partidistas, para presentarse como candidato a unas elecciones auton¨®micas. Juan Ignacio Barrero fue designado para presidir durante cuatro a?os una instituci¨®n cuyos miembros, a diferencia de los del Congreso, son elegidos nominativamente, y no en una lista de partido. Es cierto que el Partido Popular dispone de mayor¨ªa absoluta en el Senado y que no hay duda de que su candidato a la presidencia ser¨¢ elegido, pero la prohibici¨®n de mandato imperativo exige respetar el derecho de cada senador a votar en conciencia. Es decir, seg¨²n la f¨®rmula cl¨¢sica, "en inter¨¦s de la naci¨®n", y no del de un grupo particular. La forma tan burda en que se soslaya ese principio, sustituyendo una decisi¨®n colectiva del legislativo por la de la persona que encabeza el Ejecutivo, acent¨²a la confusi¨®n de planos y el car¨¢cter grotesco de la comunicaci¨®n del Gobierno. Dejando para los psiquiatras la interpretaci¨®n de esa sucesi¨®n de actos fallidos, la elecci¨®n de Esperanza Aguirre revela criterios pol¨ªticos muy discutibles. Se supone que el presidente de una C¨¢mara ha de ser persona dialogante, poco dogm¨¢tica, abierta a considerar los argumentos de los dem¨¢s. Puede que el nuevo cargo acabe insuflando esos rasgos de car¨¢cter a Esperanza Aguirre -como le ocurri¨® en parte a Trillo-, pero es temerario esperarlo a la vista de su gesti¨®n como concejal de Madrid o como ministra.
Con o sin mayor¨ªa absoluta, el nombre del candidato a la presidencia del Senado debe ser consensuado entre las formaciones pol¨ªticas. Cabe reconocer como atenuante que el inter¨¦s demostrado hacia esa C¨¢mara por algunos otros grupos tampoco es mayor. Converg¨¨ncia i Uni¨®, por ejemplo, ha expresado su satisfacci¨®n por el cese de Aguirre en Educaci¨®n; que vaya a presidir una instituci¨®n definida por la Constituci¨®n como "C¨¢mara de representaci¨®n territorial" no parece preocupar mucho a Pujol ni a Molins.
La ponencia auton¨®mica que debatir¨¢ la semana que viene el congreso del PP apuesta por la reforma del Senado para convertirlo realmente en una C¨¢mara territorial. Pero si tanto el Gobierno como sus aliados dan a esa instituci¨®n la importancia que se deduce de lo anterior, m¨¢s vale que se planteen abiertamente si tiene sentido mantener una segunda C¨¢mara legislativa.
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