?Por qu¨¦ lleva la iniciativa el nacionalismo?
Cuando callan las pistolas empiezan a o¨ªrse las razones. Los alborotos que vienen suscitando los mancebos del independentismo vasco cumplen funci¨®n similar a la de las algaradas de ¨¢rabes y cristianos en la frontera algunos siglos atr¨¢s: mantener a los infieles en tensi¨®n; pero no alcanzan, ni lo pretenden, el estruendo necesario para acallar los razonamientos de unos y otros. Con lo cual es posible sopesarlos. Y la verdad es que, por lo escuchado hasta la fecha, son m¨¢s convincentes los de los nacionalistas y partidarios de la independencia de Euskadi que los de quienes a ella se oponen. Lo que me parece lamentable.Uno puede sentir m¨¢s o menos simpat¨ªa por la idea de una Euskadi independiente. Pero no cabe rechazarla porque s¨ª, sin aportar argumento alguno o y¨¦ndose por eruditos e irrelevantes cerros de si Vasconia hizo a Espa?a, Espa?a a Vasconia o cada una celebr¨® la fiesta por su cuenta. Al margen de otras cuestiones colaterales (no irrelevantes), como el acercamiento de los presos, los independentistas piden tres cosas f¨¢cilmente diferenciables: reconocimiento legal del derecho de autodeterminaci¨®n; ejercicio de tal derecho; plena soberan¨ªa de Euskadi e integraci¨®n como decimosexto Estado de la UE.
Las convicciones democr¨¢ticas obligan a reconocer la legitimidad de estas aspiraciones, sean o no del gusto del nacionalismo espa?ol, tambi¨¦n leg¨ªtimo; pero no m¨¢s que el vasco, salvo que no se admita m¨¢s legitimidad que la din¨¢stica.
Es cierto que el llamado derecho de autodeterminaci¨®n presenta dificultades conceptuales y pr¨¢cticas, pero eso no es causa de rechazo de una idea que tiene tanto apoyo social. Decir que el pueblo vasco ya se autodetermin¨® cuando lo hizo como parte del espa?ol es una petici¨®n de principio, pues da por hecho el car¨¢cter espa?ol del pueblo vasco, cosa que una gran cantidad de vascos (mientras no los contemos, no sabremos cu¨¢ntos) rechaza y siente como una vejaci¨®n.
Tampoco son admisibles las objeciones a ese derecho fundadas en la indefinici¨®n del sujeto porque, siendo el sujeto convencional, basta con ponerse de acuerdo en la definici¨®n, cosa dif¨ªcil, pero no imposible. Me atrevo a proponer como sujeto a la poblaci¨®n de cada provincia, en la confianza de que se trata de una soluci¨®n que hace justicia al hecho diferencial vasco y al espa?ol.
En fin, que la derecha rechace el derecho de autodeterminaci¨®n de los vascos no me parece extra?o, cuenta habida de que est¨¢ en su costumbre, como lo demostr¨® negando el del pueblo espa?ol durante cuarenta a?os. Extra?o e inexplicable se me hace que lo rechace tambi¨¦n el PSOE cuando es algo congruente con la izquierda pues consiste en dejar que la gente hable libremente, form¨® parte del programa de ese partido durante un tiempo (sin que se haya justificado el cambio de criterio) y ser¨ªa, adem¨¢s, lo que, a mi parecer, permitir¨ªa a los socialistas coordinarse mejor y ser de verdad el partido de la vertebraci¨®n de Espa?a. Innecesario debiera ser decir que el reconocimiento del derecho de autodeterminaci¨®n no prejuzga el resultado de su ejercicio.
En cuanto a este ¨²ltimo, tampoco parece haber argumentos razonables para obstaculizarlo y menos para prohibirlo. Los dos impedimentos que suelen invocarse son de escasa consistencia. Suele decirse que un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n ser¨ªa irreversible de ser favorable a la independencia; en caso contrario comenzar¨ªan las presiones para celebrar otro, y otro..., hasta obtener el resultado pretendido. ?Y qu¨¦? La democracia es as¨ª; no ya por lo del famoso plebiscito cotidiano de Renan sino porque en ella no hay nada inmutable. No se deben, pues, poner reparos a esa posibilidad, salvo acordar que la mayor¨ªa necesaria para la independencia (al fin y al cabo, algo decisivo y de gran importancia) no sea una simple sino una cualificada de dos tercios, quiz¨¢, o tres cuartos, as¨ª como establecer un periodo de carencia entre consulta y consulta de com¨²n acuerdo, de veinte o veinticinco a?os.
Respecto a la situaci¨®n de Euskadi en la UE, la mejor ret¨®rica, a mi modesto entender, tambi¨¦n cae del lado de los nacionalistas. Dicen en el PP y en el PSOE que Euskadi ya est¨¢ en la UE a trav¨¦s de Espa?a y que no ser¨ªa f¨¢cil negociar otra soluci¨®n. Esto no es ni siquiera un argumento y esa dificultad de negociaci¨®n que se invoca s¨®lo es comprensible si, con una Euskadi independiente, Espa?a cometiera la villan¨ªa de vetar su ingreso en la UE.
Los no nacionalistas carecemos de argumentos cuando nos empe?amos en razonar con los nacionalistas en su terreno que es fundamentalmente sentimental y solemos resultar contradictorios y hasta algo rid¨ªculos. As¨ª, por ejemplo, el intento de imponer como m¨¢s deseable una naci¨®n espa?ola (con inclusi¨®n de Euskadi) al independentismo vasco suele correr paralelo a la afirmaci¨®n de que los nacionalismos son "algo trasnochado". El propio no, ?a va de soi, pues quien as¨ª habla act¨²a como si estuviera en posesi¨®n de un privilegio moral que le permite no cuestionar en s¨ª mismo lo que niega a los dem¨¢s. Esto sin contar con que hay gente a la que, al parecer, no le molesta formar parte de una naci¨®n que fuerza a otra a integrarse en ella. En pol¨ªtica, el ¨²nico trasnochado es el que habla de trasnoches. El mundo entero, Europa en especial, est¨¢ en un proceso de profundo cambio y renovaci¨®n pero no se ve por qu¨¦ ese proceso ha de ajustarse de antemano a lo que quieren unos y no otros.
Y eso en el terreno de los sentimientos. En el de los intereses, el asunto es a¨²n m¨¢s claro. La idea de que el nacionalismo vasco (y, en medida similar, el catal¨¢n) no ir¨ªan muy lejos, pues estaban interesados en la conservaci¨®n del mercado interior espa?ol carece hoy de relevancia en el mercado ¨²nico europeo.
As¨ª que, mientras los argumentos de los no nacionalistas sean tan endebles, no es de extra?ar que el nacionalismo lleve la iniciativa y, dentro de ¨¦ste, sus sectores m¨¢s radicales. Tal iniciativa se concreta en el intento de encauzar el proceso de pacificaci¨®n de Euskadi dentro del llamado "plan Ardanza", que no solamente pretende imponer el tambi¨¦n llamado "¨¢mbito vasco de decisi¨®n" sino que intenta que ¨¦sta, la decisi¨®n, sea la que adopten los partidos pol¨ªticos "vascos". Decidir por el pueblo pero sin el pueblo. Este proceder desp¨®tico (y nada ilustrado) seguramente es inadmisible para los dem¨¢s espa?oles, quienes quiz¨¢ favorezcan el reconocimiento del derecho de autodeterminaci¨®n, pero no ver¨¢n con buenos ojos que se pretenda imponer un criterio desde una parte a un todo.
Sin embargo, mientras los partidos y fuerzas no nacionalistas padezcan tal inopia argumental, no podr¨¢n oponer nada convincente a ese plan, por soberbio, ladino y descomunal que parezca. Todav¨ªa peor, las elecciones municipales y europeas de junio de este a?o se presentan en el Pa¨ªs Vasco como el momento en que el "plan Ardanza" resolver¨ªa el d¨¦ficit democr¨¢tico que padece a trav¨¦s de la asamblea de municipios vascos que Euskal Herritarrok quiere poner en marcha. Para entonces, la deriva vasca ser¨¢ inevitable.
Maravilla ver la irresponsabilidad con que el Gobierno est¨¢ llevando un asunto del que depende la convivencia de los espa?oles a muy corto plazo. No es solamente que desde el comienzo de la tregua de la ETA en septiembre pasado no se le haya conocido ni una propuesta positiva, sino que hay muy justificados temores de que aqu¨¦l, y muy especialmente su presidente, est¨¢ tratando de actuar (si lo hace) en solitario, sin informar ni implicar a la oposici¨®n. Ello no es extra?o en un partido que tiene tan fuerte veta autoritaria y que ya demostr¨® cuando estaba en la oposici¨®n que, incluso trat¨¢ndose del terrorismo, antepon¨ªa sus intereses a los del Estado. Pero es descorazonador que esta actitud irresponsable sea tambi¨¦n la del PSOE y, en menor medida, la de IU. Digo menor medida porque, al fin y al cabo, esta organizaci¨®n pretende reconocer el derecho de autodeterminaci¨®n. Pero no pasa de ah¨ª porque quiere que dicho derecho tenga el contenido real que ten¨ªan similares declaraciones en las fascinantes y hoy difuntas constituciones de los pa¨ªses del "socialismo real".
Los no nacionalistas tienen que recuperar la iniciativa si no quieren perder la batalla entre un nacionalismo vasco cada vez m¨¢s articulado y socialmente m¨¢s legitimado y un Gobierno carente de autoridad que depende de los votos de quienes se la arrebatan de hecho y cuya falta de iniciativa no se la va a hacer ganar de nuevo.
La izquierda debe proponer, pues, un plan de pacificaci¨®n que consistir¨ªa en el reconocimiento del derecho de autodeterminaci¨®n por comunidades aut¨®nomas o provincias, por v¨ªa referendaria y con reforma de la Constituci¨®n, si necesario fuese. Ejercicio de dicho derecho donde se estime pertinente con decisi¨®n por mayor¨ªa cualificada y periodo razonable de carencia. Y aceptaci¨®n civilizada del resultado por todas las partes interesadas.
Las otras cuestiones, sobre si el nacionalismo vasco o catal¨¢n o espa?ol son buenos o malos, si la Constituci¨®n permite esto o aquello, si el mundo camina hacia los nacionalismos localistas o el universalismo estoico, si la "unidad de Espa?a" tiene alg¨²n significado secreto que obligue a entender por Espa?a lo que quieren algunos que dan por supuesto (como siempre) que todos los dem¨¢s coincidimos con ellos, son asuntos que pertenecen al pasado.
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