D¨ªganle la verdad

JOSU URRUTIKOETXEA, conocido como Josu Ternera, fue el principal jefe de ETA durante los a?os 1987 y 1988. En ese plazo ETA asesin¨® a 71 personas, entre las que figuran las 21 de Hipercor y las 11 del cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, de las que seis eran ni?as. Josu Ternera no s¨®lo no ha pedido perd¨®n o lamentado esas muertes, sino que en una entrevista aparecida cuatro d¨ªas antes de las elecciones vascas no descartaba que ETA volviera a las andadas si el "centralismo" se mostraba sordo al clamor por la "modificaci¨®n del marco pol¨ªtico". Su designaci¨®n como representante de Euskal Herritarrok en la Comisi¨®n de Derechos Humanos del Parlamento vasco es una ofensa a las v¨ªctimas, al Parlamento, a los ciudadanos, y es tambi¨¦n una provocaci¨®n.Pero lo m¨¢s inquietante es la indiferencia moral con que esa provocaci¨®n ha sido acogida por aquellos a quienes en primer lugar se dirig¨ªa: los socios nacionalistas de EH en el Pacto de Lizarra, cuyos portavoces, con alguna notable excepci¨®n, como la de Juan Mar¨ªa Atutxa, se han limitado a constatar la legalidad de la decisi¨®n. Puede entenderse que el PNV, por ejemplo, se muestre comprensivo con los planteamientos ultranacionalistas del mundo de HB; pero cab¨ªa esperar que utilizara esa mayor proximidad ideol¨®gica para hacer pedagog¨ªa respecto a la violencia. Para transmitirles, en suma, que ninguna causa podr¨¢ justificar los asesinatos de las ni?as de Zaragoza o de los concejales del PP, y que ni el acercamiento de los presos ni ning¨²n otro objetivo justifica el acoso con fines intimidatorios de los discrepantes pol¨ªticos. Hace 66 a?os, los nazis alcanzaron el poder con una pol¨ªtica que combinaba la intimidaci¨®n con un gran dinamismo en la provocaci¨®n. Ante cada concesi¨®n de los partidos institucionales, aumentaban la dosis. Hubo un momento en que esos partidos perdieron toda capacidad de resistencia, lo que hizo que sus bases se pasaran a las filas de los provocadores.

Los nacionalistas democr¨¢ticos dijeron que no aceptar¨ªan imposiciones de ETA respecto a su pol¨ªtica de alianzas, pero Ibarretxe se pleg¨® a las exigencias de sus socios de Lizarra. Hasta hace 15 d¨ªas, el PNV defend¨ªa la consigna del acercamiento de los presos de ETA, pero en la manifestaci¨®n del d¨ªa 9 asumi¨® la de HB: el traslado a "centros penitenciarios de Euskal Herria". El d¨ªa 12, Arzalluz declar¨® a la televisi¨®n vasca que "Otegi y compa?¨ªa andan con absoluta sinceridad, como tambi¨¦n Josu Ternera", porque "son los primeros interesados en el proceso de paz". Pero ni el m¨¢s c¨ªnico considerar¨ªa compatible esa voluntad con la provocaci¨®n de llevar a Ternera a la Comisi¨®n de Derechos Humanos. El lehendakari advirti¨® que no podr¨ªa haber pacto de legislatura con EH mientras ese partido no condenara la violencia, pero ahora celebra unas declaraciones de Otegi en las que invita a reflexionar a los encapuchados sobre los pros y contras de la violencia callejera (kale borroka).

Otegi no se atreve a condenar a los encapuchados, ni el PNV a exig¨ªrselo en la reuni¨®n del foro de Lizarra. Se consigue as¨ª mantener la unanimidad nacionalista, pero siempre sobre la base del programa de los m¨¢s extremistas. A ¨¦stos no se les dice la verdad y el resultado es que la pol¨ªtica vasca vive en la impostura.