Ainhoa Arteta
Ha tiempo ya que las divas de la l¨ªrica no son necesariamente orondas, ni inevitablemente divas. La palabra perdura porque el lenguaje tiene tambi¨¦n voluntad de permanencia y en realidad resulta m¨¢s l¨®gico hablar de divas que de cantantes, definici¨®n m¨¢s cercana a la canci¨®n popular con m¨²ltiples acepciones (pol¨ªtica, relaciones sociales, etc¨¦tera). Ainhoa Arteta (Tolosa, 38 a?os) personifica esa redefinici¨®n de las int¨¦rpretes del bel canto. Su figura conserva los rasgos definitorios de su origen vasco y difunde una aureola de estilo dentro y fuera del escenario, de aire m¨¢s internacional, entre la firmeza y la candidez. Su trayectoria tambi¨¦n humaniza y populariza el car¨¢cter selecto de una m¨²sica demasiado asociada a reductos sociales. Ainhoa Arteta naci¨® con la m¨²sica en un costado, no en vano su padre era el director de la Coral Eresoinka, y se acostumbr¨® al juego musical con la naturalidad que los ni?os explotan lo que conocen. La m¨²sica adquiri¨® una segunda dimensi¨®n cuando ingres¨® en el Conservatorio de San Sebasti¨¢n. Ainhoa Arteta ten¨ªa 12 a?os y aquella decisi¨®n presupon¨ªa un segundo escal¨®n en el descubrimiento musical. En aquel momento puso el pie en el primer pelda?o de la escalera por la que sigue ascendiendo con paso firme. Jack Bodmer, director de orquesta, encendi¨® la primera luz cuando la oy¨® cantar. Era amigo de su padre y eso favoreci¨® el encuentro, que a su vez produjo su ingreso en la escuela del maestro Campogalliani, despu¨¦s del correspondiente examen. Seguramente all¨ª, en Mantua, comenz¨® su verdadero camino. A los 19 a?os cuidaba ni?os, repart¨ªa peri¨®dicos y recib¨ªa clases de canto, hasta que, aconsejada por Campogalliani, se traslad¨® a New York con una beca y una plaza en el Actor"s Studio. Vuelta a cuidar ni?os y al intenso aprendizaje del oficio hasta verse por fin en 1990 sobre un escenario, en Palm Beach, interpretando la Clorinda de La Cenerentola, por cancelaci¨®n de la actriz contratada. Sin embargo, su despegue definitivo se produjo en dos concursos significativos: el Metropolitan de New York y el Pacido Domingo de Par¨ªs, en el a?o 1993. Desde entonces no ha parado ni un segundo. El prisma del mundo ha adquirido el colorido que imprime Nueva York, y los escenarios se han convertido en algo habitual para esta soprano que en su d¨ªa se neg¨® a cambiarse el nombre y prefiri¨® mantener el aut¨¦ntico por el postizo, Norma Artesani. Nada fue f¨¢cil, a pesar de que la opera, la l¨ªrica en general, hab¨ªa ensanchado sus fronteras y de que Pl¨¢cjdo Domingo dinamiz¨® las posibilidades de la soprano tolosarra. Al fin, el mundo oper¨ªstico reclama las mismas exigencias que toda actividad profesional: fe, entrega y oportunidad, para hallar un resquicio en un estrecho y peque?o mundo. Ainhoa Arteta ven¨ªa curtida por la fe (de nacimiento), la entrega (de voluntad) y la oportunidad (por definici¨®n, imprevisible). Padeci¨® los rigores del aprendizaje, sucumbi¨® en ocasiones a la tentaci¨®n de demonizar el escaso eco de su trabajo, se faj¨® en todos y cada uno de los escenarios. Examen de aptitud Ni los ¨¦xitos, ni las heridas han afectado a su sensibilidad. En el arte, resulta dif¨ªcil establecer el podio del ¨¦xito. Es una actividad demasiado condicionada por el favor del p¨²blico, como para aplicarle el rigor estad¨ªstico del clasicismo. Lo cierto es que Ainhoa Arteta ha encontrado un espacio en un territorio de por s¨ª estrecho y restringido, sometido al examen constante de aptitud. La soprano recibi¨® el mi¨¦rcoles el Tambor de Oro de San Sebasti¨¢n cantando. Fue una deferencia natural. Los cantantes en general repudian ese peaje que su profesi¨®n implica en las reuniones sociales, familiares o convencionales. A los cantantes, como a los poetas, se les piden canciones o versos, sin que los electricistas se vean obligados a resolver una instalaci¨®n para mostrar su habilidad. A Ainhoa Arteta le sali¨® de dentro, sin que nadie se lo pidiera, aunque estuviera previsto. Hizo lo que mejor sab¨ªa en agradecimiento a la consideraci¨®n generalizada. Por alguna raz¨®n, las distinciones locales incrementan su valor en la medida que el homenajeado ampl¨ªa su impulso internacional. Ainhoa cant¨® con la voz y con las tripas, como Amalia Rodrigues. Porque le sali¨® del alma. Porque quiso.
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