Sin orden ni concierto
"Es como un partido de f¨²tbol. Se entrena, pero en el encuentro la pelota puede ir en una direcci¨®n o en otra. No sabes lo que va a ocurrir". Con esta comparaci¨®n, el pianista Agust¨ª Fern¨¢ndez da una idea de lo que ser¨¢ el concierto que el estadounidense Butch Morris ofrecer¨¢ hoy en Sevilla dentro de la temporada de jazz del Teatro Central, con m¨²sicos de la Orquesta Joven de Andaluc¨ªa (OJA), un concierto del que todos desconocen el programa, pues no hay partitura, ni esquema ni boceto. Es m¨²sica del instante, impredecible, pura improvisaci¨®n. Con un lenguaje gestual, Morris, uno de los innovadores m¨¢s peculiares de la m¨²sica contempor¨¢nea, conducir¨¢ la orquesta, a la que acompa?an, como invitados especiales, el contrabajista Peter Kowald, el percusionista Le Quan Ninh y Agust¨ª Fern¨¢ndez al piano. Desde los a?os setenta, Butch Morris (Long Beach, California, 1947) ha desarrollado la direcci¨®n improvisada, que llama conduction, con formaciones tan diversas como la Orquesta Toscana, int¨¦rpretes de m¨²sica tradicional japonesa o la Big Band de David Murray, de la que fue su director. El director californiano graba sus conciertos y les asigna un n¨²mero. El de hoy ser¨¢ el 106. "Cada uno tiene un n¨²mero porque son obras irrepetibles al ser actuaciones improvisadas, con m¨²sicos diferentes y m¨²sica impredecible", explica Manuel Ferrand, coordinador del ciclo de jazz del Central. Desde el pasado martes, Morris, que actualmente trabaja en la Universidad de Estambul, ha estado ensayando con los miembros de la OJA, a los que ha ense?ado su particular c¨®digo de gestos que ellos interpretan y ejecutan. Las manos, los gestos, la mirada, son su instrumento. No hay nada escrito. Morris parte de la idea de que todo arte es simb¨®lico y en m¨²sica, escrita o no, cada signo tiene su significado. "Mis leyes son ideogr¨¢ficas", se?ala el director, que aclara que ¨¦l no puede "ense?ar a improvisar, s¨®lo a interpretar". Una experiencia que para estos j¨®venes m¨²sicos, unos 30, ha sido novedosa y algo desconcertante. "Al principio ven¨ªa un poco perdido", comenta Juan Miguel Guzm¨¢n, contrabajista, "la improvisaci¨®n es algo que los m¨²sicos de formaci¨®n cl¨¢sica no tenemos claro". Para Juan Miguel, lo interesante es que Morris trata de extraer lo mejor de ellos, les deja libertad. "?l intenta sacar de cada uno de nosotros lo que verdaderamente podemos tocar, no lo que leemos. Trabajamos con la mirada y los gestos y una concentraci¨®n que nos exprime", indica, y puntualiza: "Estoy exprimido, pero bien". Anna Emilova, una violinista b¨²lgara de 17 a?os que lleva casi un a?o en la orquesta, abunda en la misma idea. "Yo escucho la m¨²sica desde dentro, no s¨¦ como suena desde fuera. Nunca pens¨¦ que se pod¨ªa hacer algo as¨ª. S¨®lo tenemos que mirarle y as¨ª sabemos por donde vamos". Lo que est¨¢n haciendo estos j¨®venes int¨¦rpretes no se aprende en ning¨²n conservatorio. "Como tocas lo que te sale de dentro, no te preocupas por no tener estudiada la digitaci¨®n o por el golpe de arco. Lo pasamos muy bien, es algo original y relajado", a?ade Bel¨¦n Fern¨¢ndez, violinista. "?El material para el concierto? Haber aprendido los gestos y confiar en que Morris lleve el barco a buen puerto", dice Agust¨ª Fern¨¢ndez, que hace de int¨¦rprete entre el director y la orquesta durante los ensayos, cada uno de ellos distinto del anterior y del siguiente. "?l reparte juego continuamente en el directo. Crea la m¨²sica en el momento de tocar", agrega. Bel¨¦n expresa as¨ª esta imprevisi¨®n: "Menos el instrumento y el asiento, todo lo dem¨¢s se improvisa".
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