La comuni¨®n de dos especies
La aventura parece di¨¢fana. En principio, uno s¨®lo ha de mantener el equilibrio sobre un trineo de base ancha tirado por una docena de perros bien amaestrados, procurando que ¨¦stos avancen r¨¢pido y derechos. En la pr¨¢ctica, la Pirena, una carrera de trineos que recorre buena parte de la cordillera pirenaica, examina los l¨ªmites del cari?o que el hombre puede llegar a expresar por los canes. Y las exigencias de tal empresa chocan con la habilidad y la fortaleza psicol¨®gica de los mushers, los conductores. Los perros, preferentemente huskies, malamutes, samoyedos y groenlandeses, son eso: perros. Y esta sencilla realidad revela toda la dificultad de una prueba que desplaza notablemente el protagonismo del hombre. El conductor, no tanto competidor como testigo, de pie sobre su trineo, desempe?a el papel de espectador incondicional, hincha insobornable de unos animales a los que trata por su nombre, alimenta con mimo, seduce y alienta. Maite Barruetabe?a, musher desde hace s¨®lo un a?o, es la ¨²nica representante femenina vasca en la novena edici¨®n de la Pirena, que arranca ma?ana en la localidad oscense de Tramacastilla. Maite se estren¨® hace un a?o en esta misma prueba desprovista de toda ascendencia autoritaria sobre unos animales a los que dedicaba horas de cuidados y mon¨®logos en clave afectiva. Su marido, Fernando Ruiz, se encargaba por entonces de entrenarlos y de conducirlos. Era el ¨²nico capaz de intimidarlos. Las exigencias de los patrocinadores invirtieron los papeles. Para sufragar los gastos inherentes a esta afici¨®n, que superan los dos millones de pesetas anuales, la pareja tuvo que plegarse a las exigencias de su patrocinador, Zac, una marca de alimentos para perros. Su eslogan, pensaron, siempre quedar¨ªa m¨¢s lucido sobre una competidora femenina, por muy machista que sonara tal pretensi¨®n. Relegado Fernando al entrenamiento y al cuidado pre y poscompetitivo, Maite se adapt¨® con decoro a su nueva situaci¨®n: 18? en su primera comparecencia como musher. "La conducci¨®n es muy sencilla, lo complicado es lograr que los perros obedezcan, que sigan tus indicaciones", asegura Maite. Los perros, aun identificados con el dictado de sus due?os, con las expresiones de ¨¢nimo y aliento lanzadas en clave, mantienen intacto su criterio, susceptible de revelarse a capricho. ?sta posibilidad tortura a Maite: "Este a?o compito con ocho huskies y con cuatro alaskanos. Santi Campos [musher de talla mundial] nos ha prestado los alaskanos y son perros con mucho criterio, muy r¨¢pidos pero capaces de darse la vuelta cuando m¨¢s feliz est¨¢s", teme la conductora. Hace un a?o, visit¨® la sala de la desesperaci¨®n en la Pirena. Sub¨ªan, perros y musher, por una pista de porcentajes pronunciados. Todo en orden, la comuni¨®n ideal entre especies. Hasta que ocurri¨®: los animales se pararon, empezaron a retroceder. La histeria, s¨®lo controlada por imposici¨®n de las normas de participaci¨®n. Ning¨²n conductor puede maltratar a sus perros. Un insulto, aun provocado por la ansiedad del momento, supone una multa autom¨¢tica de 25.000 pesetas y una penalizaci¨®n de diez minutos en la clasificaci¨®n. "Se te cae el mundo cuando no te obedecen", recuerda Maite. Afloran los peores instintos, se bloquean las pulsiones afectivas, tambi¨¦n el ingenio. A uno le dan ganas de maldecir y puede llegar a destrozarse la lengua para evitar las sanciones. El mundo a las ¨®rdenes de una docena de perros, de com¨²n d¨®ciles y agradecidos.
La preparaci¨®n psicol¨®gica de los conductores
La Pirena re¨²ne este a?o a 61 mushers de 16 pa¨ªses, todos supuestamente afines al esp¨ªritu con el que el catal¨¢n Pep Par¨¦s cre¨® esta carrera hace nueve a?os: el respeto de los animales y de la naturaleza, todo sobre el fondo blanco de los Pirineos. En esta ocasi¨®n la prueba, antes reservada ¨²nicamente a las razas n¨®rdicas puras, queda abierta a cualquier tipo de can. La competici¨®n atrae a conductores de talla mundial, m¨¢s atentos a su preparaci¨®n psicol¨®gica que a la f¨ªsica. "Yo, por mi trabajo, no he tenido tiempo de entrenarme para la cita", explica Maite. "De todas formas, lo importante es la fortaleza ps¨ªquica que atesores. El a?o pasado figur¨¦ varios d¨ªas en la ¨²ltima posici¨®n de la clasificaci¨®n, y eso que mis perros eran excelentes. Resulta duro y frustrante porque aunque me conoc¨ªan de sobra, mi presencia no revest¨ªa autoridad alguna para ellos. Me la tuve que ganar", afirma. Junto a Maite, compiten ¨²nicamente seis chicas m¨¢s en la carrera, de las cuales tres son extranjeras. Su ilusi¨®n es batirlas. Las 15 etapas de la prueba, conocida como la gran ruta blanca de los Pirineos, se asimila a un Tour canino. Igual que los ciclistas, los perros est¨¢n sometidos a escrupulosos controles antidopaje, observan una dieta milimetrada y mantienen una preparaci¨®n f¨ªsica de base cient¨ªfica. Los 12 canes que conducir¨¢n a Maite desde Huesca hasta la estaci¨®n catalana de La Molina, han trabajado estos ¨²ltimos d¨ªas su velocidad en Baqueira. Antes, al inicio del invierno, recorrieron las playas de las landas tirando un quad (una pesada moto de cuatro ruedas ocupada por dos personas) para desarrollar su resistencia y su fuerza. Los proleg¨®menos y el final de cada etapa observan un ritual inmutable: hidrataci¨®n, alimentaci¨®n, revisi¨®n de las almohadillas de las patas y coloquios de ¨¢nimo y mimos. Una de las dificultades relacionada con la duraci¨®n de la prueba radica en la posibilidad de que los animales sufran de estr¨¦s, fruto de su prolongada estancia en las jaulas de la caravana en la que efect¨²an los desplazamientos. Como remedio, el recurso, una vez m¨¢s, es el cari?o.
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