La pol¨ªtica del odio
La pol¨ªtica del odio se ha instalado en EEUU. Que Bill Clinton, en la cima de su popularidad, est¨¦ afrontando un juicio para su posible destituci¨®n por mentir respecto a sus relaciones con una mujer, es quiz¨¢ el punto ¨¢lgido de esta pol¨ªtica que prendi¨® hace unas dos d¨¦cadas. ?C¨®mo ha sido eso posible en una democracia como la americana, de estricta separaci¨®n de poderes y de pocas pasiones? Clinton, es verdad, despierta pasiones -amores y odios- por lo que es y por lo que representa y quiz¨¢ haya presentado demasiadas aristas a sus adversarios. Pero su pol¨ªtica centrista, de reforma moderada, deb¨ªa haber inspirado la construcci¨®n de puentes hacia estos "nuevos dem¨®cratas", en vez de provocar intentos de acoso y derribo.Al menos es lo que esperaba E. J. Dionne cuando ocho a?os atr¨¢s public¨® un interesante libro con el sugestivo y adecuado t¨ªtulo de ?Por qu¨¦ los americanos odian la pol¨ªtica? (Why americans hate politics?). Observaba que lo que llamaba el "abandono de la vida p¨²blica" estaba siendo llenado por la pol¨ªtica del ataque y ve¨ªa la raz¨®n de tan preocupante fen¨®meno en el fracaso de las dos ideolog¨ªas dominantes en la pol¨ªtica americana: el conservadurismo y el supuesto progresismo que ellos definen con la palabra "liberal". Preve¨ªa que un "nuevo centro pol¨ªtico" podr¨ªa recomponer el panorama. Pero lleg¨® con Clinton, y la pol¨ªtica del odio se ha acentuado, rompiendo el equilibrio de poderes sabiamente dibujado en la Constituci¨®n americana para reemplazarlo por lo que Richard Reeves llama un "equilibrio del desd¨¦n". Probablemente sea tambi¨¦n otro de los efectos indeseables del fin de la guerra fr¨ªa y la p¨¦rdida del enemigo. Pues, la pol¨ªtica de EE UU siempre ha necesitado vivir contra algo o alguien, y si no existe, se lo inventa, o se cainiza. Joe Klein, en The New Yorker, cree tambi¨¦n percibir el origen de esta forma abyecta de hacer pol¨ªtica en c¨®mo los grupos de inter¨¦s, los lobbies de la industria y el comercio, han penetrado crecientemente los pasillos de Washington, fomentado un movimiento centr¨ªfugo entre dem¨®cratas y republicanos.
El origen del particular odio a Clinton puede encontrarse en c¨®mo un extra?o de Arkansas le arrebat¨® en 1992 la victoria a un hombre del establishment como George Bush, desaloj¨¢ndole de la Casa Blanca. Tambi¨¦n en el dominio que ejerce sobre el conjunto del Partido Republicano su derecha m¨¢s extrema y reaccionaria, y que llega a inmovilizar a sus elementos moderados. Favorecido por los a?os Reagan, una minor¨ªa sociol¨®gica se ha hecho con el poder en ese partido, y por extensi¨®n se ha apoderado de la pol¨ªtica estadounidense. S¨®lo faltaba, para impulsar a¨²n m¨¢s esta pol¨ªtica del odio, la llegada en los ochenta de un personaje como Newt Gingrich y su apelaci¨®n a la moral, que escond¨ªa una pol¨ªtica destructiva, llegada a su paroxismo desde que ocupara la Presidencia de la C¨¢mara de Representantes.
El odio -ese "afecto que conduce a la aniquilaci¨®n de los valores", seg¨²n un pensador espa?ol- se est¨¢ volviendo contra los que impulsaron esta pol¨ªtica. Gingrich se ha tenido que marchar a casa. Larry Flynt, el famoso editor de revistas er¨®ticas, con m¨¦todos harto discutibles para poner al desnudo la hipocres¨ªa reinante, ha anulado las pretensiones de Livinsgton de suceder a Gingrich al frente de la C¨¢mara al hacer p¨²blica una relaci¨®n extramatrimonial del congresista. Y ha se?alado a Robert Barr, antiabortista y uno de los 13 representantes que act¨²an como fiscales en el Senado contra Clinton, por haberle pagado en tiempos una interrupci¨®n voluntaria de embarazo a su esposa. La campa?a para las presidenciales del 2000 puede ser de una extrema dureza, aunque los ciudadanos no lo deseen, especialmente si por parte republicana concurre, ya sea a primarias o a la final, George Bush Jr., actual gobernador de Tejas, con su reconocida larga y agitada juventud. Pero de todo eso, de la pol¨ªtica del odio, algo sabemos tambi¨¦n en este pa¨ªs. Las combinaciones perversas de poder judicial, econ¨®mico, pol¨ªtico y medi¨¢tico no son s¨®lo patrimonio de EE UU en estos a?os.
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