Pujol, contra Hollywood
JORDI PUJOL acaba de tropezar con un mal enemigo, las majors estadounidenses, las grandes distribuidoras de pel¨ªculas, que dominan el mercado mundial y suelen dictar su ley comercial. Empezando por la circulaci¨®n de sus productos seg¨²n sus propios criterios, por encima de cl¨¢usulas proteccionistas. El Gobierno de la Generalitat pretende imponer con m¨¦todos coercitivos e intervencionistas que los ciudadanos en Catalu?a puedan elegir en igualdad de condiciones la lengua -castellano o catal¨¢n- en la que vean las pel¨ªculas m¨¢s taquilleras. El objetivo puede ser leg¨ªtimo, o incluso encomiable, pero el m¨¦todo elegido -cuotas y sanciones en caso de incumplimiento- es no s¨®lo autoritario, sino poco sensato para conseguir este objetivo en el decreto sobre cine, criticado incluso desde las filas de la propia coalici¨®n gobernante, Convergencia i Uni¨®.Pujol se ha situado en un punto que puede abocar a que las distribuidoras norteamericanas -cuyas pel¨ªculas atraen a m¨¢s del 90% de los espectadores- abandonen el mercado catal¨¢n o dejen de distribuir pel¨ªculas dobladas -al castellano o al catal¨¢n-, con el consiguiente perjuicio para las salas y para los ciudadanos. No es extra?o que, para evitarlo, Pujol haya manifestado su disposici¨®n a dialogar con las majors y haya pedido ayuda al Gobierno de Aznar. En el mejor de los casos, se puede producir una suspensi¨®n cautelar de la normativa por parte del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a, a petici¨®n de los distribuidores y exhibidores recurrentes. De otro modo, el Gobierno catal¨¢n deber¨¢ rectificar su decreto o enfrentarse a una insostenible guerra abierta contra Hollywood.
No se trata de defender los intereses comerciales de las multinacionales frente a los derechos de las lenguas y culturas minoritarias en un mundo globalizado. En este sentido, cabe esperar que el Gobierno de Aznar aporte su colaboraci¨®n para sacar a Pujol del embrollo en que se ha metido con su prurito reglamentista, ya que los primeros perjudicados son el p¨²blico y el sector en Catalu?a. Pero este apoyo no puede hacer abstracci¨®n del irresponsable ejercicio de falta de realismo pol¨ªtico del que ha hecho gala Pujol con su normativa.
Las majors americanas doblan sus pel¨ªculas a cuatro o cinco idiomas de amplia difusi¨®n. Muchas lenguas de tama?o medio o peque?o, con Estado o sin ¨¦l, tienen que conformarse con la versi¨®n original o con la versi¨®n m¨¢s pr¨®xima y, si acaso, subtitulada. Ciertamente era pedir poco, y con costes muy bajos, que se doblaran algunas pel¨ªculas al catal¨¢n. Pero cambia totalmente la dimensi¨®n y la naturaleza del problema si se sientan precedentes legales que conduzcan, a largo plazo, a doblar a decenas de lenguas europeas (m¨¢s de 80, seg¨²n las cuentas de Hollywood) las pel¨ªculas m¨¢s taquilleras, por mucho que todas ellas sean respetables y merecedoras de la m¨¢xima protecci¨®n, tengan o no Estado y tengan o no una demograf¨ªa m¨¢s o menos nutrida.
Pujol asegura que se ha visto obligado a legislar precisamente por la falta de sensibilidad de las multinacionales. Para apoyar su argumentaci¨®n quiso hacer balance de la ley de usos ling¨¹¨ªsticos el mismo d¨ªa en que se conoc¨ªa el conflicto con las majors. Y los buenos aspectos de tal balance corresponden, precisamente, a los acuerdos realizados con las empresas privadas, algo que pod¨ªa hacerse, y de hecho ya se hab¨ªa hecho, sin ley alguna. Su argumento de que era imprescindible legislar para presionar a las empresas ha quedado as¨ª desmontado. Al rev¨¦s: sin coerci¨®n, con una actuaci¨®n persuasiva y una actitud negociadora, quiz¨¢s alg¨²n d¨ªa las majors habr¨ªan accedido a colaborar doblando pel¨ªculas al catal¨¢n, sobre todo si no se sentaban antecedentes que limitaran su presencia en el mercado europeo, y notaban una demanda real -pues existe- por parte del p¨²blico.
La responsabilidad de Pujol no es tan s¨®lo de m¨¦todo, sino tambi¨¦n de concepto. Su aproximaci¨®n a la pol¨ªtica cinematogr¨¢fica es exclusivamente ling¨¹¨ªstica. Toda la energ¨ªa desplegada con el doblaje hubiera sido mucho m¨¢s ¨²til para la cultura y para la lengua catalanas si se hubieran dedicado tantos esfuerzos a apoyar una industria, la cinematogr¨¢fica, que tuvo su cuna espa?ola en Barcelona, pero que hoy en d¨ªa pr¨¢cticamente ya no existe en Catalu?a.
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