Universidad y autonom¨ªa: oportunidad y necesidad
Los sucesos del pasado 14 de enero en el Campus de la Universitat Aut¨®noma de Barcelona, en los que una intervenci¨®n policial violent¨® la autonom¨ªa universitaria y los derechos de manifestaci¨®n y de expresi¨®n, perfectamente compatibles con la necesaria garant¨ªa de la seguridad del presidente del Gobierno, han provocado una extraordinaria reacci¨®n entre la opini¨®n p¨²lica, l¨®gicamente sacudida por las im¨¢genes que todos han tenido ocasi¨®n de presenciar en la televisi¨®n. Im¨¢genes que hablan por s¨ª solas sin necesidad de comentarios adicionales. Desde el sentido de la responsabilidad y la serenidad que imponen la gesti¨®n de situaciones extraordinariamente dif¨ªciles como la que acaba de vivir la UAB, creo que m¨¢s que nunca se impone la reflexi¨®n y el an¨¢lisis. Desde la universidad tenemos el deber de escapar de las explicaciones simplistas que se intentan ofrecer, a conveniencia interesada del que las plantea. Y en esta direcci¨®n es preciso, en primer lugar, tratar de establecer el contexto en el que se produce el intento de los estudiantes de manifestar su disconformidad con la pol¨ªtica del gobierno central.Es urgente plantear la situaci¨®n de la universidad p¨²blica en nuestro pa¨ªs, que cuantitativa y cualitativamente es casi tanto como decir de la universidad. De hecho, el trimestre pasado acababa con dos declaraciones contundentes por parte del claustro de la UAB y de la Junta de Gobierno de la Universidad de Barcelona, en donde se reiteraba la necesidad de pol¨ªticas decididas de mejora de la universidad, desatendida pol¨ªticamente desde ya hace demasiados a?os. Desatenci¨®n a la que se a?ade la relativa a la investigaci¨®n, de la que la univeridad espa?ola es protagonista principal. Desatenci¨®n, en fin, que ha hecho que por segunda vez el actual curso haya comenzado con una declaraci¨®n de todos los rectores del Estado reclamanto la adopci¨®n de las medidas necesarias para resolver los problemas con los que nos enfrentamos. No creo que haya precedentes en la historia de un hecho as¨ª.
La relaci¨®n de problemas es poco estimulante, ciertamente: profesorado contratado en situaci¨®n precaria, financiaci¨®n insuficiente para la docencia y la investigaci¨®n, un sistema de ayudas al estudio que no garantiza la igualdad de oportunidades, planes de estudio inadecuados -en gran parte responsabilidad de los propios acad¨¦micos-, una regulaci¨®n restrictiva que estrangula las iniciativas de modernizaci¨®n, que se quiere ejercer desde un ¨®rgano, el Consejo de Universidades, en permanente crisis desde ya hace a?os -regulaci¨®n, por cierto, a la que escapan las universidades privadas en muchos aspectos-, una expansi¨®n descontrolada del sistema, en la que los ¨®rganos pol¨ªticos responsables han creado universidades privadas que previamente han recibido el suspenso acad¨¦mico del Consejo de Universidades y al que incluso han venido a sumarse llamativas iniciativas episcopales... El inventario no es exhaustivo.
Este paisaje, apuntado de forma impresionista, convive con una tentaci¨®n constante por parte de diferentes poderes p¨²blicos de laminaci¨®n de la autonom¨ªa universitaria. O as¨ª lo sentimos por los menos los universitarios. Me apresuro a decir que la comunidad universitaria no entiende la autonom¨ªa desligada de la responsabilidad y de la rendici¨®n de cuentas ante la sociedad. Pocas instituciones, creo, ejercen de forma tan sistem¨¢tica la propia cr¨ªtica, aunque no sea noticia, ni tienen sus cuentas tan abiertas al control de la sociedad o de sus ¨®rganos representativos.
Frente a todo ello, una sociedad que necesita de una universidad p¨²blica de calidad puede que c¨®mo nunca antes en su historia, una sociedad en la que la formaci¨®n de las personas, la creaci¨®n y aplicaci¨®n del conocimiento son la clave del progreso social y econ¨®mico, mucho m¨¢s que las fuentes de riqueza naturales. Los cambios culturales asociados al despliegue de la "sociedad de la informaci¨®n" y nuestra participaci¨®n plena en los procesos de integraci¨®n europea otorgan una centralidad creciente a las inversiones sociales en formaci¨®n y en I+D. Y conviene no perder de vista que, a pesar de las dificultades antes apuntadas, la universidad p¨²blica est¨¢ realizando un enorme esfuerzo en educaci¨®n superior e investigaci¨®n y as¨ª vemos c¨®mo nuestros investigadores tienen una presencia notable en los programas de la Uni¨®n Europea o se produce un elevado intercambio de estudiantes en los programas europeos o recibimos cada d¨ªa m¨¢s estudiantes procedentes de ¨¢reas que no pertenecen a la Uni¨®n Europea. Tal vez nos encontremos pr¨®ximos al final de un per¨ªodo en el que se va agotando el incremento de recursos que acompa?¨® el despliegue de la LRU y el caudal de ilusiones y esfuerzos personales que explican la extensi¨®n en el tiempo del impulso, ?ay!, ya casi olvidado, de los ¨²ltimos a?os ochenta. Por todo ello, tambi¨¦n es conveniente recordar que una visi¨®n catastrofista de la universidad ser¨ªa profundamente injusta y contraproducente.
A mi juicio, ya hace tiempo que se puede dar por concluida la finalidad de la ley que regula actualmente la universidad que, recordemos, se domina de "reforma universitaria". Se puede considerar que la ley ha permitido efectuar el tr¨¢nsito desde la universidad del periodo franquista -rancia y elitista- a otra a la que tiene acceso un porcentaje mucho m¨¢s importante de j¨®venes, a pesar de que la extracci¨®n social de los estudiantes universitarios continua estando m¨¢s del lado de las capas de mayor nivel econ¨®mico y/o cultural que en el sentido contrario. Corresponder¨ªa ahora la elaboraci¨®n de una ley de autonom¨ªa universitaria que dotara la universidad p¨²blica de los instrumentos necesarios para hacer frente a la situaci¨®n actual. La autonom¨ªa universitaria es, en efecto, un elemento clave de una de las instituciones europeas m¨¢s antiguas y que ha contribuido de forma decisiva a la formaci¨®n de lo que hoy entendemos por Europa. Y as¨ª se recoge en la Carta Magna de las Universidades Europeas (Bolonia, 1988): "la libertad de investigaci¨®n, de ense?anza y de formaci¨®n son el principio fundamental de la vida de las universidades; los poderes p¨²blicos y las universidades, cada uno en su esfera de competencias, han de garantizar y promover el respeto de esta exigencia fundamental".
Una de las claves de la adaptaci¨®n de la universidad a la nueva din¨¢mica de cambios sociales ser¨¢ el desarrollo paralelo de la cultura de la autonom¨ªa universitaria, de los procesos de permeabilidad entre universidad y sociedad y de formas de control social democr¨¢tico de la actividad de los universitarios. Todo ello, sobre la base de una asignaci¨®n de recursos proporcionada a los objetivos definidos. La sociedad necesita invertir en la universidad, y la universidad quiere ser auditada por la sociedad.
No podemos afirmar que los casi tres a?os que han transcurrido desde las ¨²ltimas elecciones generales hayan sido convenientemente aprovechados para resolver unos problemas que exig¨ªan urgente atenci¨®n mucho antes del inicio de la actual legislatura.
Ha sido un periodo est¨¦ril que s¨®lo ha servido para que se agudizaran a¨²n m¨¢s los problemas. Recientemente, el ministro se?or Mariano Rajoy asum¨ªa sus nuevas responsabilidades al frente del Ministerio de Educaci¨®n y Cultura, cuando a¨²n no se hab¨ªa agotado la pol¨¦mica suscitada por los desgraciados incidentes vividos en el campus de la UAB. Cuando s¨®lo queda un a?o, mes arriba mes abajo, para que se convoquen nuevas elecciones no parece que el se?or Rajoy disponga del tiempo suficiente para elaborar un proyecto de ley que pueda incorporar las suficientes aportaciones de las universidades, administraciones auton¨®micas y opiniones expertas para que constituyan un instrumento eficaz y consensuado. Si la actual legislatura ha de concluir como la anterior, sin una renovaci¨®n de la Ley, ser¨¢ muy dif¨ªcil evitar el perceptible deterioro y enrarecimiento del clima universitario. Deterioro que medidas coyunturales y parciales urgentes s¨®lo podr¨¢n atenuar. Confiemos que el nuevo ministro consiga hacer en un a?o lo que no se ha hecho en tres, o, cuando menos, consiga articular medidas paliativas inmediatas. No ser¨¢n, desde luego, las universidades las que regateen su colaboraci¨®n si se dan se?ales claras de una firme voluntad de avanzar en la direcci¨®n apuntada. Quiz¨¢ no est¨¦ de m¨¢s recordar que fue el Gobierno "centrista" de la UCD quien elabor¨® un proyecto de Ley de Autonom¨ªa Universitaria.
La Universidad tiene identificadas las necesidades b¨¢sicas del sistema de ense?anza superior y necesita aprovechar todas las oportunidades que le permitan trabajar para hacer posibles los objetivos de excelencia y calidad desde la voluntad de innovaci¨®n y la actitud de servicio p¨²blico. Contamos con una tradici¨®n en la que el rechazo de la intolerancia y el di¨¢logo permanente hacen de la Universidad un lugar de encuentro privilegiado entre profesores, que tienen la capacidad de transmitir el saber y los medios de desarrollarlo mediante la investigaci¨®n y la innovaci¨®n, y estudiantes, que tienen el derecho, la voluntad y la capacidad de enriquecerse con ello.
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