La derecha hortera
Qu¨¦ duda cabe que la dictadura del general Franco ha marcado la cultura pol¨ªtica de los espa?oles, entre otros modos, generando un fuerte sesgo hacia el centro y el centro-izquierda, mientras en el centro-derecha se ubica algo menos del 10% de los electores, y en la derecha pura, s¨®lo un 3%. El resultado es que, as¨ª como la mayor¨ªa del electorado encuentra partidos pr¨®ximos a los que votar, el votante de extrema derecha se encuentra en una posici¨®n casi extraparlamentaria, y ¨¦se es el espacio en el que emergen algunos populismos, como el de Gil en Marbella.Por supuesto, ¨¦sta es una explicaci¨®n remota. Otra, m¨¢s profunda, hablar¨ªa del recelo hacia la pol¨ªtica, no s¨¦ si herencia de la dictadura o ganado a pulso. Pero casi el 70% de los espa?oles piensa que no tiene ninguna influencia en lo que hace el Gobierno y la idea de que todos los partidos son iguales y que los pol¨ªticos s¨®lo buscan su propio inter¨¦s son opiniones extendidas que lanzan a parte del electorado a la abstenci¨®n o, de nuevo, al populismo.
Como vemos, este populismo -m¨¢s pr¨®ximo al de Le Pen o incluso al de Lerroux que al de Per¨®n o Vargas-, es la respuesta a un fracaso parcial de la democracia, bien por falta de representaci¨®n local, bien por falta de legitimidad general, de modo que Gil es m¨¢s un s¨ªntoma que una enfermedad, que representa a la perfecci¨®n esa representaci¨®n de los no representados. Y que, por ello mismo, se asienta sobre una resentida ideolog¨ªa de las anti-ideolog¨ªas; como Franco, ellos tampoco se meten en pol¨ªtica.
Y m¨¢s a¨²n si se considera la comunidad de Marbella, que ha padecido una administraci¨®n corrupta ya desde el franquismo y despu¨¦s durante catorce a?os de mayor¨ªas socialistas y que, resentida ante el enga?o y la falta de alternativas, se revuelve (el populismo es una revuelta) con malos modos. No la Marbella de casas majestuosas, segundas residencias cuyos propietarios no tienen derecho a voto en las elecciones municipales. Sino la Marbella nativa de peque?os propietarios del sector servicios y sus trabajadores estables (pues tambi¨¦n la mayor¨ªa son temporeros del periodo vacacional) y, por supuesto, un poderoso sector inmobiliario que apoya al GIL (Grupo Independiente Liberal), pues es el mismo GIL. De modo que con un peque?o censo de votantes (poco m¨¢s de 50.000), es el para¨ªso de un personaje a la b¨²squeda de terreno de caza: pocos votantes y mucho presupuesto.
Gil arras¨® as¨ª en 1991 con 19 concejales, resultado que repiti¨® en 1995 dejando al PSOE y al PP humillados con 3 y 2, respectivamente. Adem¨¢s, el GIL ampli¨® en 1995 su ¨¢mbito de actuaci¨®n a municipios vecinos (su hijo es alcalde de Estepona), controlando la Mancomunidad de Municipios de M¨¢laga. Con un poder omn¨ªmodo, y con los malos modos conocidos, ha reducido los m¨²ltiples focos de corrupci¨®n a uno solo, ha endeudado fuertemente el municipio (y aumentado los impuestos), pero ha realizado tambi¨¦n tareas imprescindibles de mejora de infraestructuras y seguridad ciudadana, de modo que ser¨¢ elegido pr¨®ximamente con toda seguridad.
Gil es, finalmente, el emblema de la peor Espa?a de los a?os ochenta y noventa. La pasi¨®n por el enriquecimiento y el pelotazo, la especulaci¨®n inmobiliaria, el consumo ostentoso, la confusi¨®n entre lo p¨²blico y lo privado, el estar por encima de la ley, todo ello elevado a la en¨¦sima potencia. S¨®lo que en lugar de hablar de la izquierda chic hablamos ahora de una derecha hortera que hace del mal gusto sus se?as de identidad. Pues la zafiedad de Gil es su principal activo; he aqu¨ª un hombre que no finge y es natural, tan brutal ciertamente como la naturaleza, y que exhibe sin pudor esa brutalidad. Y as¨ª, si habl¨¢bamos de patrimonializaci¨®n de lo p¨²blico, ?qu¨¦ mayor patrimonializaci¨®n que llamar a su partido con las siglas de su apellido o confundir su papel como alcalde con el de presidente de un club de f¨²tbol, como si fueran (y lo son) empresas de su holding privado? Todo en ¨¦l es desmesurado, hasta su f¨ªsico y su modo de hablar. Pues el populismo resentido de Gil es tambi¨¦n la revuelta contra el buen gusto y contra todo canon, y en eso (?tambi¨¦n?) es fascista. ?No era Mario Conde quien estaba Contra el sistema? Pues contra el sistema se alza el GIL, un apellido cuyas connotaciones negativas se vuelven rentables para manifestar que se est¨¢ contra casi todo: la democracia, la pol¨ªtica, los partidos, la cultura, e incluso la buena educaci¨®n.
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