Aurora Luque, de Grecia y de momento
L os premios Goya tienen algo de Hollywood para pobres. Y no es que pretenda yo arremeter contra el cine espa?ol -algunas de cuyas pel¨ªculas he tenido el inmenso placer de ignorar para siempre jam¨¢s-, es que esos interminables recordatorios que perpetran los galardonados goyescos -recuerdos para mam¨¢ y pap¨¢, menciones a un primo en paradero desconocido, al electricista improvisado, a la se?ora de los servicios- me sugieren la visi¨®n excesiva de ciertos pamplinas yanquis recogiendo su ?scar: "Quiero darle un beso en los labios mayores y menores a Lynda, mi esposa, sin cuyos rulos nocturnos jam¨¢s hubiese podido filmar esta pel¨ªcula". Los Goya tienen menos esm¨®quines por metro cuadrado y m¨¢s batas de boatin¨¦ y boinas por fila de asientos, de modo que uno casi puede imaginarse al parnaso del cine espa?ol compartiendo chistorras y tortill¨®n de papas en el patio de butacas del local destinado a otorgar el cabez¨®n del ilustre pintor. Dicho sea sin romper lanza alguna por un tal Garc¨ªa ni, mucho menos, por los mensajeros de su Abuelo. Dicho sea tambi¨¦n, y por supuesto, sin ¨¢nimo de pitorreo alguno para con los ilustres andaluces otorgantes del Premio de la Cr¨ªtica Andaluza. Y dicho sea por fin, y de paso, por ver si me aclaran la diferencia entre la cr¨ªtica andaluza y el resto de la cr¨ªtica ejercida en lengua espa?ola. Dicho sea sin mirar a nadie. Aurora Luque acaba de ser galardonada con un premio -¨¦se, el de la Cr¨ªtica Andaluza- que, sin embargo, no merma ni localiza la calidad de su obra po¨¦tica; ni siquiera su remoto aspecto de cari¨¢tide andaluza se ha visto afectado por el galard¨®n. Ese premio no es m¨¢s que una diminuta an¨¦cdota en la obra de esta poeta (de Almer¨ªa -s¨®lo desierto no hay all¨ª, est¨¢ claro- y del a?o 1962) que pas¨® los mocos de su infancia granadina a base de trasegar lonchas de jam¨®n en las Alpujarras y, ya instalada en sus estudios de Filolog¨ªa Cl¨¢sica -ahora es profesora de lengua griega-, quiz¨¢s alg¨²n vaso de vino de la costa en El Natalio, durante su juventud en la ciudad del morc¨®n en el Aliatar y del medio Dyc con soda en El Rey Chico; de ah¨ª el fortalecimiento de unos maxilares, los suyos, que le permiten proclamar: "... ni siquiera s¨¦ si voy a escribir m¨¢s libros de poemas, si me voy a volver narradora, o poeta feroz". Tampoco es para ponerse as¨ª. De momento, es una poeta con ribetes cl¨¢sicos por cuyos versos desfilan casi todos los fantasmas de Cavafis entonando el p¨ªfano y, en contadas ocasiones, acompasando con casta?uelas el zapateado de Sarasate. Ser¨¢ porque no est¨¢ mal echarle unos fandanguillos al Apolo de la esquina, o comprarle el cup¨®n a esa Palas Atenea que consigue mal llegar a fin de mes con la ayuda del Marlboro de estraperlo. De momento, dec¨ªa, ha publicado casi la docena de libros propios y obtenido con ellos premios, acc¨¦sits, becas, ayudas y menciones honor¨ªficas; de momento, ha traducido a las poetisas de la Grecia Antigua -especialmente a Mar¨ªa Lain¨¢ y a Louise Lab¨¦- y a un tipo, machote ¨¦l, que vino a llamarse Meleagro de G¨¢dara -?por Zeus, no me lo confundan con Alejandro G¨¢ndara!-; de momento, su nombre y sus versos est¨¢n en un mont¨®n de antolog¨ªas nacionales y extranjeras. Hasta ah¨ª no hay, ni en su biograf¨ªa ni en su bibliograf¨ªa, diferencias notables con los otros cuatro o cinco millones de poetas espa?oles del momento. De momento, pues, no pasa na. Sin embargo, algo empieza a pasar cuando el improbable lector de poes¨ªa se acerca a lo impreso por esta mujer y lee: "... Busco una dosis / de mares suced¨¢neos. / C¨®mo podr¨ªa desintoxicarme. / Dependo de por vida / de una droga. De Grecia". Y contin¨²a leyendo: "Una avioneta blanca sobrevuela la costa / con su estela de lona casi en blanco. An¨²nciese en el aire...". As¨ª es como ese improbable lector descubre que tras la fama de Aurora Luque -"poeta embebida por las fuentes cl¨¢sicas grecolatinas"- est¨¢ su ceniza; es decir, su verdad, la que ella misma va pregonando: "... m¨¢s que tradici¨®n cultural es algo vital, una energ¨ªa fresca en el poema, no fosilizada ni decorativa, sino que forma parte de ¨¦l". Y lo que termina de pasar con esta mujer que escribe (luego piensa) buenos versos y algo de prosa buena es que es eso, una mujer. Una mujer consciente de que los seres humanos no tienen por qu¨¦ dividirse en dos bandos opuestos y enfrentados -machos y hembras- que dedican sus horas y sus d¨ªas y sus a?os a clavar ca?illas entre las u?as del adversario. Por lo que he le¨ªdo y visto, Aurora Luque es un ser humano que sabe que una parte de sus cong¨¦neres le ha hecho la pu?eta a la otra y que es preciso suspender la marranada del machismo, pero sin revanchas; no sea que el feminismo termine convirti¨¦ndose en la misma putada que critica, pero a la inversa. Semejante matiz -que s¨®lo una persona extraordinariamente avispada puede a?adir a su condici¨®n de ser humano- es posible que le cueste m¨¢s de mil disgustos y no s¨®lo literarios a Aurora Luque. De momento, Aurora ha sido galardonada y, pese al premio ese, su obra no desmerece. De momento. JUVENAL SOTO
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