Integrismos
En un r¨¦gimen democr¨¢tico de libertades, de libertad pol¨ªtica, la idea predominante de la acci¨®n pol¨ªtica ha de ser el relativismo pol¨ªtico; lo que no quiere decir que cualquier opci¨®n pol¨ªtica d¨¦ lo mismo que las dem¨¢s, sino que todas han de verse, aun las contrarias, como leg¨ªtimas para imponerse seg¨²n la regla de las mayor¨ªas.Desde luego, hay excepciones: las opciones que impliquen, expresa o t¨¢citamente, la destrucci¨®n del sistema democr¨¢tico de libertades pol¨ªticas podr¨¢n ser toleradas, pero ni siquiera la regla de las mayor¨ªas puede conferirles legitimidad, como en el supuesto claro de que la mayor¨ªa optara por la tiran¨ªa, por la destrucci¨®n del sistema de libertades, en especial la libertad pol¨ªtica. As¨ª, en un r¨¦gimen democr¨¢tico de libertades hay un consenso b¨¢sico, aun entre los adversarios, sobre la esencia de ese r¨¦gimen, que respetan y aceptan mediante el ejercicio pr¨¢ctico de ese relativismo que todos acatan. Se excluyen de ese consenso los tolerados, los que no aceptan esas esencias, los cuales, como tolerados, ejercen y son titulares, como los dem¨¢s, de libertades, y singularmente la de expresi¨®n y acci¨®n pol¨ªtica. ?sta es, precisamente, la grandeza del sistema, que permite la expresi¨®n y aun la acci¨®n de enemigos esenciales.
Pero no siempre; por razones hist¨®ricas, o de sensibilidad social, o por temores fundados de la peligrosidad de una opci¨®n pol¨ªtica, el r¨¦gimen de libertades se recorta para esa opci¨®n, o para algunas de las manifestaciones externas contrarias a principios esenciales del sistema de libertades. As¨ª puede suceder incluso con expresiones (no s¨®lo conductas) racistas, contrarias a la prohibici¨®n de discriminaci¨®n por raz¨®n de raza del art¨ªculo 14 de nuestra Constituci¨®n, sobre todo en algunos pa¨ªses en que los s¨ªmbolos racistas lo son tambi¨¦n de opciones pol¨ªticas que resultaron especialmente repugnantes y tr¨¢gicas, y que tienen un cierto, aunque minoritario, apoyo social. En cambio, otras expresiones, por ejemplo antifeministas, no est¨¢n en general prohibidas: aqu¨ª, el derecho a la expresi¨®n libre prevalece, en la pr¨¢ctica, frente a la prohibici¨®n de discriminaci¨®n por raz¨®n de sexo. Lo que s¨ª sucede, en cambio, es que toda convicci¨®n con trascendencia pol¨ªtica, en cuanto no se someta al principio relativista a que me refer¨ªa al principio, choca con el sistema, y de alguna manera se coloca fuera, aunque formalmente se reconozca dentro. Eso es lo que sucedi¨®, hist¨®ricamente, con los cat¨®licos en Europa, que, en su globalidad, no aceptaron con sinceridad el sistema democr¨¢tico de libertades hasta bien entrado el siglo XX. Desde el Syllabus de P¨ªo IX, a mediados del XIX, y del libro de don F¨¦lix Sard¨¢ El liberalismo es pecado hasta la plena integraci¨®n de las democracias cristianas despu¨¦s de la II Guerra Mundial pas¨® bastante tiempo; y m¨¢s en Espa?a, donde el llamado nacionalcatolicismo no era m¨¢s que una pervivencia de integrismo incompatible con el sistema democr¨¢tico de libertades.
El nacionalismo es un modo de sentir y querer, con evidente transcendencia pol¨ªtica, que participa, m¨¢s o menos, de las caracter¨ªsticas de la convicci¨®n religiosa; en algunos casos, de una manera evidente; en otros, sin embargo, est¨¢ integrado en la convicci¨®n democr¨¢tica del r¨¦gimen de libertades; no me refiero s¨®lo a los llamados nacionalismos perif¨¦ricos, sino de cualquier ¨¢mbito territorial, que puede resultar profundamente antidemocr¨¢tico aunque sea centralizador.
Y es as¨ª aunque no se ejerza la violencia de los pu?os y las pistolas; hay una violencia de la amenaza, el insulto o la perturbaci¨®n que vulnera el sistema democr¨¢tico de libertades, que exige el respeto integral del disidente, o del que no comparte ese fervor nacionalista. En un sistema democr¨¢tico de libertades no se atenta al sistema si uno es, por decirlo de alg¨²n modo, menos patriota, o incluso antipatriota a los ojos del fervoroso, lo que se califica como un "mal espa?ol", o "mal vasco", o "mal catal¨¢n", o "mal franc¨¦s", siempre que respete las leyes vigentes; y que puede tener, sin m¨¢s, una visi¨®n distinta o diferente del patriotismo.
Los integrismos de cualquier clase, llevados a sus consecuencias pol¨ªticas l¨®gicas, son incompatibles con el sistema democr¨¢tico de libertades; tambi¨¦n, desde luego, los integrismos nacionalistas, o los nacionalismos integristas. A nadie se le puede reprochar sus convicciones; como dice un adagio alem¨¢n, "los pensamientos no pagan aduana". Pero se puede ser contrario a un integrismo cualquiera, incluido el integrismo nacionalista, sin necesidad de participar de otro integrismo incompatible con el primero. Frente a integrismo nacionalista perif¨¦rico, democracia de las libertades plenas; no es necesario, por ejemplo, ser un nacionalista espa?ol belicoso. La democracia de libertades es el lugar en que desaparece cualquier guerra de religi¨®n; en que cualquier integrismo queda proscrito.
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