Una pesada herencia
Es dif¨ªcil imaginarse Jordania sin el rey Hussein, y m¨¢s para los millones de jordanos nacidos durante su largo reinado, que identificaban al monarca ¨¢rabe con sus mismas se?as de identidad. La desaparici¨®n de Hussein, al que anoche se daba por cl¨ªnicamente muerto, coloca un rotundo interrogante sobre la suerte del pa¨ªs creado por el imperio brit¨¢nico en las arenas del desierto tras la Primera Gran Guerra. En su manifestaci¨®n m¨¢s inmediata, la moneda nacional -el dinar- se desplomaba ayer arrastrada por la incertidumbre. Tras 46 a?os en el trono, superviviente de guerras, intentos de asesinato y alianzas cambiantes, Hussein se hab¨ªa convertido en la encarnaci¨®n del pa¨ªs, dentro y fuera de sus fronteras. Sucederle ser¨ªa un desaf¨ªo para cualquiera, y lo ser¨¢ especialmente para el inexperto pr¨ªncipe Abdal¨¢, sobre el que su padre moribundo hizo recaer inesperadamente la semana pasada la continuidad de la dinast¨ªa hachem¨ª, tras despojar a su hermano Hassan de la regencia que hab¨ªa venido desempe?ando durante m¨¢s de tres d¨¦cadas. El occidentalizado Abdal¨¢, un general de 37 a?os, jefe de las fuerzas de ¨¦lite jordanas, es un militar de profesi¨®n, sin contactos con el mundo de la pol¨ªtica, especialmente complejo en una regi¨®n donde su padre ha ejercido como virtuoso del contrapeso.
Abdal¨¢ hereda un pa¨ªs sin recursos naturales, poblado por una minor¨ªa beduina nativa y una mayor¨ªa palestina de refugiados de sucesivas guerras ¨¢rabe-israel¨ªes y cuya econom¨ªa ha ido declinando hasta extremos alarmantes, en buena medida por las sanciones contra Irak, que era su mejor socio comercial.
Hussein ha mantenido este tinglado sobre dos pilares incuestionables: su privilegiada alianza con EEUU y la paz con el enemigo jud¨ªo, sellada formalmente en un impopular tratado de 1994. Israel, con expresiones de condolencia inauditas, mostraba ayer bien a las claras la naturaleza de su p¨¦rdida. El rey que se desvanece transform¨®, primero con mano de hierro y desde 1989 con maneras menos brutales, un pa¨ªs artificial, dividido y pol¨ªticamente fr¨¢gil en un Estado m¨¢s o menos unido y gobernable. Con enormes carencias democr¨¢ticas, pero relativamente abierto en comparaci¨®n con muchas de las tiran¨ªas vecinas.
Pero el curr¨ªculum de Hussein y su infinita capacidad de maniobra son una cosa; y otra muy distinta, los retos que afronta su biso?o sucesor. Y es inevitable preguntarse si el pr¨ªncipe Abdal¨¢, pese al apoyo inmediatamente mostrado por Washington -econ¨®mico, diplom¨¢tico y militar- y a la buena disposici¨®n israel¨ª, estar¨¢ en condiciones de mantener la estabilidad de un reino singular, sobre el que sus vecinos sirios e iraqu¨ªes no han ocultado pretensiones territoriales. Porque los desaf¨ªos est¨¢n tambi¨¦n dentro. Pese a ser Jordania te¨®ricamente una monarqu¨ªa constitucional, el Parlamento (dominado por jefes beduinos de ciega obediencia a Hussein) y los sucesivos Gobiernos designados por el rey se han limitado a ser mero altavoz de su voluntad. Partidos de oposici¨®n han sido excluidos del debate pol¨ªtico, y la prensa, doblegada con leyes que impiden la cr¨ªtica del monarca o de sus actos. Las probabilidades de que alguien distinto del carism¨¢tico Hussein sea capaz de calzar sus zapatos y dominar un contexto tan enrarecido son escasas. Por eso, la mejor esperanza de la monarqu¨ªa jordana reside en una r¨¢pida democratizaci¨®n, con la entrega al Parlamento por parte de Abdal¨¢ de la mayor¨ªa de los que ser¨¢n sus excesivos poderes.
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