Espa?a da bien
En otro tiempo los extranjeros viajaban a Espa?a como cazadores. Las mujeres ten¨ªan fama, sobre todo en la piel de sus rostros, el sol, mucha fuerza, quedaban por el territorio mezquitas y m¨¢s recuerdos ¨¢rabes diseminados, y el riesgo de que al entrar en Andaluc¨ªa apareciese un bandolero encima de un pe?asco daba al viaje otra emoci¨®n. Espa?a era la ¨²nica reserva de la mayor caza posible, la humana, en suelo europeo.Todo eso cambi¨®, incluso antes de que nuestra tenue, simb¨®lica identidad europea adquiriese rango administrativo. Los aviones llevaron al turista occidental a tierras donde el cutis femenino no se puede tocar pero relumbra, los cielos tienen un color de n¨¢car m¨¢s limpio, y las religiones se celebran en templos de una divinidad carnal y agradecida. Espa?a, mientras tanto, segu¨ªa siendo incapaz de ofrecer la exactitud horaria del transporte p¨²blico, los alimentos en buen estado de conservaci¨®n, el silencio a la hora de dormir, categor¨ªas que los n¨®rdicos tienen costumbre de apreciar. ?Por qu¨¦ entonces sigue habiendo tantas personas de fuera que veranean e inviernan en un pa¨ªs que a muchos de sus nativos nos parece el h¨ªbrido m¨¢s chinchoso de la antropolog¨ªa moderna?
Est¨¢n apareciendo ¨²ltimamente en espa?ol buenos libros de viajes emprendidos por sus autores en todas las direcciones, pero hoy me fijo en la colecci¨®n C¨®mo Nos Vieron que la editorial C¨¢tedra acaba de iniciar con dos t¨ªtulos muy bien presentados al lector. Uno es un cl¨¢sico literario, una obra maestra de la observaci¨®n inteligente y maliciosa, el Viaje a Espa?a de Gautier; el segundo, Diario de un viaje a Espa?a (1799-1800), de Wilhelm von Humboldt, la obra de un cient¨ªfico ilustrado que acud¨ªa al pa¨ªs de la Inquisici¨®n y el zapateado a comprobar las persistencias salvajes en un dominio cristiano. Como era de esperar, los cap¨ªtulos valencianos de Humboldt son los m¨¢s escandalizados, y es estupenda -sobre todo para los que lo hemos llevado de peque?os en alg¨²n festejo- la descripci¨®n del traje popular, "que parece morisco", observado por el viajero en los campos de Murcia y Alicante: "Tienen pantalones de lino amplios que s¨®lo se ajustan entre las piernas, pero que abajo est¨¢n totalmente abiertos de tal manera que se asemejan a una especie de delantal. A menudo est¨¢n casi desnudos hasta la zona lumbar y con el menor movimiento se ven muchas cosas m¨¢s". Al contrario que Humboldt, Gautier visita m¨¢s a las actrices que a los intelectuales, pero es franc¨¦s, y eso se lleva en el est¨®mago. Su p¨¢gina sobre el gazpacho es de las que repiten en la memoria del lector. Primero da la receta con minucia, y luego a?ade: "En Francia unos perros un poco bien criados rehusar¨ªan comprometer su hocico en semejante mezcolanza. Y sin embargo es el plato favorito de los andaluces, y las m¨¢s bonitas mujeres no temen tragar, por la tarde, grandes escudillas de este infernal potaje". Hoy que el gazpacho ha sustituido al bandolerismo como emblema de un Sur trepidante, no sabemos qu¨¦ dir¨ªa Gautier al leer en todos los men¨²s de la costa mediterr¨¢nea el reclamo de las m¨¢s duras pizzas y los asquerosos baked beans (jud¨ªas guisadas con salsa de tomate) brit¨¢nicos.
En la imaginaci¨®n de los americanos y los norteeuropeos, Espa?a ha competido mucho con Italia; afinidades de clima, indolencia, arte, papismo (aunque la Mafia ha durado m¨¢s que la banda andaluza del trabuco). En el estimulante, divertid¨ªsimo Thomas Bernhard. Un encuentro (Conversaciones con Krista Fleischmann), que ahora publica Tusquets, el escritor austriaco tan aficionado a nuestro pa¨ªs dice que Espa?a es "un poco distante, reservada, severa", y tambi¨¦n, en su mejor estilo castigador, que tiene "un paisaje sarnoso". Pero la prefiere abiertamente a su rival. "Italia es como una ¨®pera ligera de Rossini y Espa?a como un oratorio de Haendel".
La dignidad severa de los espa?oles, que Bernhard no es el primero en se?alar, a m¨ª siempre me ha parecido una leyenda basada en la negra moda de vestir que Felipe II instaur¨® desde la Pasarela Escorial. Aunque puede ser cierto que Espa?a, antes de venderse por un plato de baked beans, fuese solemne y austera. Hoy va camino de convertirse en la opereta m¨¢s insustancial del repertorio europeo, pero luce mucho. Y entonces llega el otro y confunde lo que va bien con lo que queda bien en las fotos del cazador.
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