Andrea Camilleri JOAN DE SAGARRA
Roma, septiembre de 1994. "Oiga, dottore; a usted que le agrada tanto Sicilia y los escritores sicilianos, ?no habr¨¢ o¨ªdo hablar de Andrea Camilleri, un novelista de Porto Empedocle?", me dijo una de las chicas de la librer¨ªa Amore e Psiche (Via S. Caterina da Siena, 61), mi librer¨ªa en mi barrio romano del Pante¨®n. Le dije que no, y la chica me meti¨® en la bolsa - "es un regalo, dottore; l¨¦alo y me lo agradecer¨¢"- un ejemplar de La forma dell"acqua, de Andrea Camilleri, editado por Sellerio (Palermo). Eran las once y media de la ma?ana y luc¨ªa un sol espl¨¦ndido. Me sent¨¦ en una terracita, frente al Pante¨®n, ped¨ª un negroni y me puse a hojear el libro que me hab¨ªa regalado la chica de la librer¨ªa. Era un giallo, una novela policiaca. El escenario de la novela es Vig¨¤ta, una localidad del suroeste de Sicilia -una localidad inventada, literariamente geogr¨¢fica, lo cual le confiere una seriedad, una autenticidad, superior a la de cualquier Baedeker-, con una comisar¨ªa de polic¨ªa m¨¢s divertida que otra cosa en la que se mueve a sus anchas el comisario Salvo Montalbano. En la camisa del libro no se dec¨ªa que Camilleri fuese hijo de Porto Empedocle, como me hab¨ªa dicho la chica de la librer¨ªa; pero no era necesario. Al poco de leer la novela (171 p¨¢ginas) -porque ya no lo hojeaba: la le¨ªa-, me encontr¨¦ con que Montalbano se hab¨ªa zampado un kilo y medio de sarde (caballas) a beccafico en la osteria San Calogero. Y entre sorbo y sorbo de negroni -el segundo-, me acord¨¦ de que una de las especialidades de Porto Empedocle, el borgo marinaro tantas veces descrito por Pirandello, son las caballas arrostite sul canali (tejas), y de que el primer domingo de septiembre, fiesta de San Calogero, el santo negro, las gentes de Porto Empedocle suelen lanzar al santo, a los costaleros que lo llevan a cuestas y al p¨²blico en general, panecillos de un cuarto y hasta de medio kilo (los muffuletti), duros como piedras -lo se por triste experiencia-, y me acord¨¦ tambi¨¦n de que, en Porto Empedocle, en la Via Roma, hab¨ªa un caf¨¦, el Caff¨¨ Castiglione -ya no existe-, en el que me hab¨ªa comido algunas de las golosinas m¨¢s exquisitas que me he comido en mi vida de goloso impenitente. No cab¨ªa ninguna duda: Camilleri era tan hijo de Porto Empedocle como el comisario Montalbano. Los muffuletti al santo negro -o a cualquier hijo de puta, a ser posible un questore o un agente del servicio secreto llegados del norte- se mezclaban, se mezclan, en sus novelas con las golosinas del Caff¨¨ Castiglione, con ese ni?o, Fran?ois, el hijo, hu¨¦rfano, de la tunecina Karima, asesinada, o con las teticas de Ingrid, la sueca casada con el hijo de pap¨¢ mafioso, la sueca que despu¨¦s de haberse tirado media Sicilia le confesaba a Montalbano que era el primer hombre que hab¨ªa encontrado en su vida. Camilleri y Montalbano son tan sicilianos como Pirandello y Sciascia (el Girgenti de Pirandello est¨¢ a siete kil¨®metros de Porto Empedocle y el Racalmuto de Sciascia a algunos pocos m¨¢s). Y no es casualidad que en La forma dell"acqua Montalbano cite ya a ambos, a Pirandello y Sciascia. Ser¨ªan cerca de las dos de la tarde cuando termin¨¦ la novela de Camilleri, y entre los negroni -tres- y la pasta ai granchi di mare, la spigola farcita con salsa di zafferano, el rombo al forno con origano e limone caramellato, que engulle religiosamente, como quien comulga docenas de hostias, el comisario Montalbano, criatura pagana, siciliana, me entr¨® una hambruna de campeonato y me fui derechito a la trattoria de Fortunato (en la calle del Pante¨®n, a un paso del Parlamento, donde almorzaba el diputado Leonardo Sciascia), a sellar mi amistad con Camilleri y Montalbano con un plato de suculentas tripas a la romana. Desde aquel d¨ªa del mes de septiembre de 1994, mi amistad con Camilleri y Montalbano se ha acrecentado, novela a novela, hasta convertirse en una amistad siciliana. "L"amicizia siciliana, la vera", dice Camilleri-Montalbano en una de sus novelas, "si basa sul non detto, sull"intu¨¬to: uno a un amico non ha bisogno di domandare, ¨¨ l"altro che autonomamente capisce e agisce di conseguenzia" (Andrea Camilleri, Il ladro di merendine, p¨¢g. 172). En s¨®lo cuatro a?os, del 94 al 98, Camilleri-Montalbano se ha convertido en uno de los escritores m¨¢s le¨ªdos, por no decir el m¨¢s le¨ªdo de Italia. El pr¨®ximo mi¨¦rcoles, a las ocho de la tarde, Andrea Camilleri estar¨¢ en el Instituto Italiano con motivo de la edici¨®n, en castellano y catal¨¢n (Emec¨¦, Destino y Edicions 62), de sus libros. Lo presentar¨¢ Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n (el Montalbano de Camilleri es un homenaje a Manolo, al Carvalho de Manolo). ?Por fin podr¨¦ estrechar la mano a mi amigo Camilleri! Espero que, nada m¨¢s verme, no me escupa, como el comisario Montalbano a uno de sus dakois: "Tu lecchi il culo alla gente per ambizione o per natura?".
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