Bertrand Tavernier logra la perfecci¨®n en un sobrecogedor y explosivo poema pedag¨®gico
Un peque?o gran filme turco ahonda con coraje en el exterminio del pueblo kurdo
ENVIADO ESPECIALNo se hab¨ªa o¨ªdo en esta Berlinale un silencio tan intenso como el que cre¨® ?a commence aujourd'hui, donde Bernard Tavernier, que lleva rozando la perfecci¨®n muchos a?os, entra de lleno en ella con un poema pedag¨®gico de estremecedora belleza y con fuerza metaf¨®rica explosiva respecto de las sociedades occidentales. La acogida a su hermoso filme fue ayer un clamor que, sin embargo, no hizo olvidar Viaje al sol, buen filme turco de la directora Yesim Ustaoglu, que por las rendijas de la censura nos abre el horror del exterminio del pueblo kurdo.
Se dec¨ªa con fundamento, a la salida de la proyecci¨®n de ?a commence aujourd'hui, tras la explosi¨®n de entusiasmo que sigui¨® a su final, que se tuvo all¨ª la sensaci¨®n de haber asistido al estreno de una obra de la plenitud de John Ford, Jean Renoir o Howard Hawks, genios cl¨¢sicos con quienes el cine -el prodigioso cine libre, expansivo y contagioso que hay en el filme- conserva el lazo de un delicado cord¨®n umbilical. Y esta condici¨®n de cine de siempre, de monumento cl¨¢sico, la alcanza sin por ello dejar de ser cine eminentemente moderno, altamente evolucionado, como pone de manifiesto la asombrosa agilidad de la c¨¢mara dentro de un peque?o escenario donde raramente hay menos de 10, 20 o 30 int¨¦rpretes simult¨¢neamente, y ni un gesto de ninguno de ellos se escapa a su mirada. Dificultad extrema resuelta con sencillez m¨¢s extrema a¨²n. Se ve y no se cree tal despliegue de maestr¨ªa. Obliga a frotarse los ojos para limpiarlos de lega?as de incredulidad. El relato es un tejido transparente, pero de gran densidad, y ni uno solo de sus hilos se nos pierde o se queda descolgado arbitrariamente en una hilacha.Lo que ?a commence aujourd'hui cuenta, en borbotones de im¨¢genes y palabras engarzadas con precisi¨®n algebraica, no se puede contar de viva voz. S¨®lo cabe decir vaguedades orientativas como ¨¦sta: relata la vida cotidiana y la tarea diaria dentro de las paredes de una guarder¨ªa preescolar p¨²blica, situada en una destartalada urbanizaci¨®n de casas prefabricadas de los alrededores de Valenciennes, habitada por familias obreras, muchas de ellas en el paro tras el cierre de las minas y las f¨¢bricas de la ciudad. Es una barriada ver¨ªdica, como centenares de otras en Francia, miles en Europa y miles de miles en Occidente. Una pieza m¨¢s del enorme puzzle que dispersa y atomiza la explosiva e hiriente situaci¨®n de las clases sociales pobres en la encerrona de las sociedades llamadas ricas, donde cada d¨ªa son m¨¢s los despose¨ªdos y menos los poseedores.
Entre las paredes de una guarder¨ªa infantil, donde un pu?ado de apasionados pedagogos y asistentes sociales ense?a sus primeras palabras, sus primeros gestos y sus primeros pasos en el conocimiento del mundo y de s¨ª mismos a los hijos m¨¢s peque?os de familias que se limitan a sobrevivir, n¨¢ufragos en medio de la abundancia, Bertrand Tavernier nos abre de par en par el acceso al ¨²ltimo escal¨®n del polvor¨ªn humano en que se est¨¢ convirtiendo Francia y, con ella, todo Occidente. Tavernier y sus actores riman en ese angosto escenario nuclear un estremecedor poema pedag¨®gico, en el que de pronto emerge a la superficie una met¨¢fora bell¨ªsima pero aterradora, que va m¨¢s all¨¢ de lo que entendemos por realidad y se instala en un estadio m¨¢s hondo, el de la verdad, el de la realidad iluminada y desentra?ada.
Es la met¨¢fora del movedizo subsuelo sobre el que levanta los cimientos de sus rascacielos de naipes el optimismo de los laboratorios pol¨ªticos y financieros que est¨¢n organizando una sociedad ferozmente injusta, que se tambalea en su itinerario suicida, sin percatarse de ello. La nitidez documental -el relato es totalmente ver¨ªdico- del filme asombra, tanto porque se masca en ¨¦l la convicci¨®n como porque la mayor parte de los int¨¦rpretes hacen en la vida lo que nos hacen vivir en la pantalla. La fusi¨®n entre lo buscado y lo encontrado, es decir, entre rito esc¨¦nico y verdad no escenificada, es absoluta, por lo que el filme pertenece -sin adjetivaci¨®n, sino de forma sustantiva- al ramillete de las obras maestras del cine moderno.
El filme turco Viaje al sol no es una obra maestra, pero tiene calidad y excepcionalidad. Su directora, Yesim Ustaoglu, logra un magn¨ªfico arranque l¨ªrico en las calles de Estambul, al que sigue una zona central deficiente, que en la media hora final se convierte en una subida casi recta hacia la belleza y el compromiso absolutos: un viaje sin apenas palabras, mediante poderosas elipsis sugeridoras, al territorio del exterminio del pueblo kurdo, tiempo cinematogr¨¢fico que est¨¢ entre lo m¨¢s refinado y comprometido que se ha visto aqu¨ª hasta ahora.
Babelia
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