La Inquisici¨®n y las sectas destructivas Raimundo Montero
El tema de la Santa Inquisici¨®n y el de las sectas contempor¨¢neas que campean a sus anchas por todo el territorio espa?ol, creo que merecen ciertas reflexiones de fondo y no un mero an¨¢lisis superficial de los hecho. Por esa causa, no pretendo apabullar con datos, fechas y otras pedanter¨ªas al uso, sino especular en voz alta acerca de este asunto que tanto preocupa a muchos espa?oles. En una novela, aunque sea hist¨®rica, hay ciertos aspectos que se pueden tal vez sugerir entre l¨ªneas, pero no declarar abiertamente. Al menos, eso mismo me ha sucedido en mi novela hist¨®rica La pedagog¨ªa del terror cat¨®lico, La Santa Inquisici¨®n, el Anticristo y el adventismo alicantino, que acaba de sacar a la luz Edicions de Ponent, cuando los aspectos m¨¢s filos¨®ficos o profundos sobre la trama no pod¨ªa evidenciarlos con la claridad de un art¨ªculo period¨ªstico por no violentar la esencia misma del novelar. As¨ª pues, expongo a continuaci¨®n una serie de consideraciones con vistas a que reflexionemos acerca de ellas o puedan ser contrastadas con otras opiniones, si los interesados las desean manifestar en este peri¨®dico y no guard¨¢rselas para s¨ª: 1. Sin justificar, en modo alguno, los cr¨ªmenes contra la humanidad perpetrados por la Inquisici¨®n cat¨®lica espa?ola, ?no se trat¨®, en parte, de un problema econ¨®mico y laboral, pues los inquisidores a fin de mantener sus puestos de trabajo, cuando ya disminuyeron en Espa?a los herejes por morisco y jud¨ªo, encausaron a los protestantes y, una vez quemados vivos casi todos en el siglo XVI en varios impresionantes autos de fe en Sevilla y Valladolid, se inventaban nuevos herejes o clientes con los alumbrados, sodomitas, fornicarios; brujas, etc¨¦tera? 2. Innumerables v¨ªctimas de la Inquisici¨®n ?no se habr¨ªan librado de las torturas de ese tribunal eclesi¨¢stico si ellos mismos hubieran conseguido ser inquisidores, o ayudantes de los tales, y no unos simples agricultores, artesanos, gentes sin oficio y sin cultura? Si en esta suposici¨®n hist¨®rica en vez de ser las v¨ªctimas, hubiesen sido los inquisidores, ?no habr¨ªan sufrido los tormentos los mismos inquisidores hist¨®ricos, ya despojados por aqu¨¦llos de su trabajo tan lucrativo como beneficioso y, encima, estos hipot¨¦ticos funcionarios tendr¨ªan ¨ªnfimas posibilidades de ser atormentados? ?No est¨¢ uno determinado hist¨®ricamente, en cierto modo, para ser verdugo o v¨ªctima? 3. ?No han observado que en Espa?a se vive mejor ahora que casi todo el mundo se declara cat¨®lico, pero casi nadie practica el catolicismo, que en otras ¨¦pocas teoc¨¦ntricas cuando la Iglesia Cat¨®lica gozaba de un poder impresionante y casi todos los espa?oles viv¨ªan profundamente esa religi¨®n? ?No creen que en Afganist¨¢n, Ir¨¢n, Argelia, etc¨¦tera, la poblaci¨®n retrocede varios siglos en bienestar social, especialmente las mujeres, cuando les sobreviene un fuerte renacimiento religioso, siendo la fe la esencia misma de las persecuciones y de innumerables tragedias antiguas y contempor¨¢neas de infinidad de pa¨ªses? 4. ?No les parece bastante equ¨ªvoco el concepto de secta religiosa? Por ejemplo, un ac¨®lito de una iglesia evang¨¦lica espa?ola suele ser considerado por muchos de nosotros un sectario; sin embargo, practicar esa misma fe en Suecia, Dinamarca, Noruega, etc¨¦tera, se considera ortodoxo. Un grupo reducido de cat¨®licos, rodeados de budistas, musulmanas, etc¨¦tera, ?no viven su fe de una manera sectaria, conoci¨¦ndose todos los miembros del grupo, siendo m¨¢s papistas que el Papa y propin¨¢ndose unos miembros a otros grandes y eficaces ba?os de amor? 5. El concepto de secta ?no ha sido creado por la religi¨®n mayoritaria, que anteriormente ella misma ha sido secta o escisi¨®n de otro grupo, como una manera de legitimarse ella misma y, al incriminar a los dem¨¢s grupos de fieles menos numerosos y m¨¢s d¨¦biles pol¨ªticamente, aparentar ella misma una santidad de la cual carece como los dem¨¢s mortales? 6. La autocr¨ªtica que por el tema de la Inquisici¨®n ha efectuado el Papa Karol Wojtyla ante treinta historiadores de todo el planeta, a finales del a?o 1998, ?qu¨¦ les parece: una verdadera rectificaci¨®n o una estrategia de simple lavado de imagen?, puesto que el Papa no se desprende del cardenal Ratzinger, el prefecto vaticano para la Doctrina de la Fe, el equivalente actual al Inquisidor General de cuando operaba la macabra Inquisici¨®n. Supongo que, mientras algunos lectores considerar¨¢n las anteriores consideraciones interesantes, otros las criticar¨ªan con vehemencia; pero, con esa finalidad, entre otras, existe la prensa libre, para que cada cual pueda manifestar en libertad sus ideas o apreciaciones.
Raimundo Montero es profesor de Filosof¨ªa.
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