Mermelada de buen rollo SERGI P?MIES
Una de las t¨¦cnicas m¨¢s eficaces que conozco para promocionar un disco consiste en montar una presentaci¨®n privada en la que se invite a gente relacionada con la industria discogr¨¢fica, con los medios de comunicaci¨®n (m¨¢s tropa que mandos: inteligente medida) y a algunas personas populares, y en la que act¨²e el artista de turno. La sensaci¨®n de privilegio que experimentan los elegidos invitados multiplica por mil la onda expansiva publicitaria del evento. Y eso, a medio y largo plazo, suele repercutir en las ventas. La otra noche le toc¨® el turno al cantautor Pedro Guerra que, en una sala Bikini llena hasta la bandera y terreno de juego en perfectas condiciones, present¨® su nuevo disco, Ra¨ªz (Ariola). Al igual que ocurre con las presentaciones de libros, el artista se busc¨® dos padrinos de lujo y eligi¨® a Goya Toledo, ex modelo y actriz, y a Jos¨¦ Mar¨ªa Mendiluce, l¨ªder de la incorrecci¨®n pol¨ªtica pol¨ªticamente correcta. Despu¨¦s de los parlamentos y de proyectar un v¨ªdeo, apareci¨® Pedro Guerra, que fue recibido con un entusiasmo digno de gente que hubiera pagado entrada y que estuviera dispuesta a sacarle partido. R¨¢pidamente, Guerra y sus siete m¨²sicos crearon un clima entre emisor y receptor. Palmas, coros, ca¨ªdas de ojos, movimientos oscilatorios para mecer melod¨ªas tan suaves como la iluminaci¨®n, todo contribuy¨® a que, en pocos minutos, el aforo se impregnara de una niebla de Buen Rollo Way of Life. Para celebrar tanto esp¨ªritu comunicativo, me acerqu¨¦ a la barra y ped¨ª una copa. "No nos dejan servir nada hasta que termine el concierto", me solt¨® la camarera. Que una sala de conciertos con dos hermosas barras dise?adas para dar de beber al sediento fuera sometida a la ley seca dictada por un amigo de Mendiluce me sublev¨® bastante, lo confieso, pero, para no enemistarme con todas las ONG presentes y antes de pedir a gritos la intervenci¨®n de Naciones Unidas, me tragu¨¦ la bilis e intent¨¦ concentrarme en las canciones. Un c¨¢ndido homenaje a Frida Kahlo y Diego Rivera con metaf¨®ricos elefantes y palomas, un rap contagioso y sincopado, melod¨ªas que tienen la virtud de ser aparentemente simples pero que llegan, letras que combinan el compromiso con un peculiar sentido de la composici¨®n po¨¦tica ("tus labios son verdes con sabor a monte") y, como guinda, la declaraci¨®n de principios m¨¢s contundente de la noche: "Apostamos por el presente / para tener futuro. / Y para vivir / morimos". Al final de una de las canciones m¨¢s guerreras (y que conste que no se trata de un juego de palabras), el cantante lanz¨® un grito que, durante unos segundos, pareci¨® oportuno pero que, al mismo tiempo, pod¨ªa interpretarse como oportunista: "?Viva Chiapas!". Espoleado por tan insurrecta y solidaria consigna, me acerqu¨¦ a la barra e insist¨ª en mis -yo creo que justas- reivindicaciones: un copa, plis. "Es que no nos dejan servir nada hasta que termine el concierto", repiti¨® la compa?era camarera. Viva Mendiluce y el subcomandante Marcos, pens¨¦, y esper¨¦ a que Pedro Guerra terminara una estudiada sucesi¨®n de bises, hipnotizando al personal con la fr¨¢gil fortaleza de los t¨ªmidos, con el aroma de una voz original, delicada (que despert¨® instintos maternales -"qu¨¦ mono"- entre algunas de las chicas que me rodeaban), dominando con profesionalidad el silencio entre un tema y otro, las pausas, las dudas ante el micr¨®fono, las dedicatorias, las muecas de un rostro expresivo que, a veces, tambi¨¦n ha recibido alg¨²n que otro tomate (o huevo) dial¨¦ctico (una vez, Loquillo declar¨®: "Cuando un cantante es feo, lo llaman cantautor"). Cuando termin¨® el concierto, casi todos los invitados se marcharon r¨¢pidamente, momento que aprovech¨¦ para abalanzarme sobre la barra, en la que, finalmente, me sirvieron la tan ansiada copa (no tuve necesidad de encadenarme a una botella de Cointreau). Quedaban algunos seguidores, muy j¨®venes, del cantante, que esperaban, con una hoja de papel en la mano, a que su ¨ªdolo les firmara un aut¨®grafo. ?Estar comprometido y participar en las salvajes leyes de la industria del disco es compatible? ?Se puede gritar "?Viva Chiapas!" y, al mismo tiempo, trabajar para estar en lo m¨¢s alto de las listas de ¨¦xito? ?Son compatibles la solidaridad y los aut¨®grafos?, me pregunt¨¦. A la ma?ana siguiente, encontr¨¦ las respuestas en una entrevista con el cantante Manu Chao: "Todo el mundo sabe que este mundo es de locos. Hoy se trata de buscar nuevas v¨ªas para seguir viviendo y evitar que el derrumbe te caiga encima".
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