Peckinpah
The Hy-Lo Country estuvo a punto de ser el ¨²ltimo filme de Sam Peckinpah. Cuando ¨¦ste se muri¨® ten¨ªa ya en las manos el gui¨®n de Walon Green y trabajaba en su puesta en escena. No se puede, por insensato que sea, dejar de indagar un poco en este imposible: qu¨¦ habr¨ªa hecho Peckinpah con esta joya de la escritura cinematogr¨¢fica. Sin la menor duda, arrancar de cuajo de la pantalla esa fotograf¨ªa de spot publicitario que Frears da por buena y meter en ella otras, no muchas, pero sagradas, que ¨¦ste echa fuera. Peckinpah hubiera introducido su violento odio a la violencia. En lugar de la iron¨ªa distante del cineasta brit¨¢nico, el americano habr¨ªa ba?ado las im¨¢genes con sarcasmos de borracho suicida. Habr¨ªa puesto polvo, sudor, carne y mugre en lugar de tanta atm¨®sfera n¨ªtida y tanto alejamiento visceral entre los dos enamorados locos. Falta en el filme, a los ojos de Peckinpah, humo de taberna, perfume de prost¨ªbulo, ropa sucia, bulla, camino, indignaci¨®n.
Babelia
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