Francisco Javier "Zupo" Equisoain
Andaba la del Castillo con un aire lorquiano, ¨ªntima como una peque?a plaza, hasta que lleg¨® Francisco Javier Equisoain y mand¨® seguir. La culpa fue de los sanantonianos, que tuvieron a bien llevarse para Pamplona la Copa del Rey de balonmano y estrenar el palmar¨¦s colectivo. La sombra de Miguel Indur¨¢in, en ausencia de Osasuna (que anda en tratos con el ¨¦xito), ya ha encontrado compa?¨ªa. A Francisco Javier Equisoain (Pamplona, 1962), le llaman Zupo desde no se sabe cu¨¢ndo ni por qu¨¦. El apodo le viene de sus tiempos colegiales, cuando alternaba las obligaciones del pupitre en el Colegio de los Maristas con las devociones del callejeo. Entre ambos asuntos hall¨® un hueco para el balonmano ejerciendo de portero, un puesto que reclama una actitud demasiado visceral para encajar las malas intenciones de un grupo de mocetones aviesos. La relaci¨®n activa con este juego result¨® escasa: su f¨ªsico no era el mejor para una funci¨®n demasiado exigente y decidi¨® otra v¨ªa m¨¢s adecuada e igualmente necesaria. Se hizo entrenador. A Zupo Equisoain no le gustaba estudiar y, sin embargo, ahora se ha convertido en un estudioso del balonmano, asiduo de los datos y estad¨ªsticas que permiten conocer las caracter¨ªsticas absolutas de los rivales a los que se enfrenta. ?l y su ayudante son asiduos de Internet y de todo aquello que abra resquicios al conocimiento y elimine el factor sorpresa, aunque se trate de un juego. Quiz¨¢ por ello ha unido a la fama de gran motivador de colectivos la de gestor adecuado de recursos humanos que ha hecho del Portland San Antonio la mayor revelaci¨®n del balonmano espa?ol. Equisoain apost¨® su futuro al balonmano. Como entrenador (Maristas, San Antonio) combin¨® la tarea con su puesto de trabajo en una f¨¢brica. Entonces era un entrenador joven (28 a?os) que hab¨ªa conseguido subir al San Antonio (entonces Esp¨¢rragos de Navarra) a la Divisi¨®n de Honor. La compaginaci¨®n de funci¨®n y necesidad resultaba demasiado adversa en un equipo de ¨¦lite, aun cuando partiera de la m¨¢s absoluta humildad. El dinero venci¨® al equipo, que descendi¨® cuatro a?os despu¨¦s por falta de presupuesto. El Mepamsa (¨¦sa era entonces su denominaci¨®n) perdi¨® la plaza y Equisoain, ya profesional, emigr¨® al Conquense, otro equipo en apuros al que consigui¨® salvar de categor¨ªa. Zupo reconoce que en Cuenca aprendi¨® humanamente a marchas forzadas. M¨¢s a¨²n, encontr¨® un lugar en el retablo de los milagros. Nadie se explicaba c¨®mo hab¨ªa conseguido salvar a aquel equipo que cobraba poco y espaciadamente. De regreso a Pamplona, se reencontr¨® con su equipo natural, el San Antonio, con Alexandru Bulligan (el gran guardameta rumano, que le aventaja en edad) y Jauregi como ¨²nicos refuerzos. Le pidieron que salvase la categor¨ªa y lo hizo. Un a?o despu¨¦s le pidieron mayor holgura clasificatoria y se la dio. Al tercer a?o lleg¨® Villaldea y alcanz¨® el d¨¦cimo puesto. Y entonces, de nuevo la zozobra, el riesgo de desaparici¨®n, la eterna b¨²squeda de un patrocinador, la intervenci¨®n del Gobierno de Navarra y la llegada de Portland. Equisoain vivi¨® la experiencia de pasar de casi nada a casi todo. Con notables refuerzos en sus filas (Kisselev, Errekondo, Mainer y compa?¨ªa), el San Antonio ha dado un aldabonazo en la puerta que ha despertado la abulia del balonmano espa?ol: siempre sol¨ªa abrir el Barcelona, y en Valladolid, en la final de la Copa del Rey, decidi¨® abrirla el Portland de par en par. Francisco Javier Equisoain se ha labrado como entrenador el nombre que el balonmano le neg¨® como portero. Incluso, puso haber recalado en el Bidasoa (el otro santo y se?a del balonmano espa?ol) cuando se retir¨® Juantxo Villarreal. Pero Equisoain decidi¨® esperar a la resoluci¨®n de la continuidad del San Antonio. Ahora es un profesional dicharachero que ha madurado notablemente. Sin dejar atr¨¢s el factor psicol¨®gico -la motivaci¨®n siguie siendo su gran arma-, ha conseguido ampliar su discurso, incluir un mayor n¨²mero de matices en su obra cotidiana, ampliar su diccionario deportivo. Aquel muchacho que seguramente hu¨ªa de la Historia en el pupitre de los Maristas, ha conseguido un rinc¨®n en la historia del deporte y de Navarra. Ha conseguido un t¨ªtulo y reunir a varios miles de pamplones en la Plaza del Castillo, ya no lorquiana, sino machadiana: aquello era, sin ninguna duda, el clamor de la inmensa minor¨ªa.
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