La voz siempre debida
El periodismo de denuncia exige un tacto exquisito para no lesionar intereses ajenos.Ya se trate de asuntos que desvela el propio peri¨®dico, o bien de informaciones acusatorias, procedentes del ¨¢mbito judicial, contra personas o instituciones, el periodista debe ponderar la necesidad de que los aludidos tengan oportunidad de pronunciarse sobre aquello de que se les acusa, con un espacio razonable para que expongan sus argumentos.
No se trata, l¨®gicamente, de hablar con cada imputado o procesado por un juez, o detenido por un polic¨ªa. La noticia, en estos casos, salvo las excepciones que pudieran exigir otro tratamiento, se agota, en principio, por el hecho contrastado de que alguien ha sido detenido, o porque un juez, con cualquiera de las variantes procesales, ha implicado a una persona en un proceso penal.
No hay reglas escritas. El buen sentido indica que siempre ha de prestarse un hueco suficiente y razonablemente proporcional para o¨ªr la voz del acusado. El Libro de estilo de EL PA?S establece en dos apartados distintos que "en los casos conflictivos hay que escuchar o acudir siempre a las dos partes en litigio". El d¨ªa 6 de este mes se public¨® una p¨¢gina entera, en la secci¨®n de Sociedad, dedicada a informar de que "los dirigentes de la Iglesia de la Cienciolog¨ªa ser¨¢n juzgados en Madrid por 12 delitos".
La p¨¢gina conten¨ªa cuatro piezas distintas, la principal firmada por Jos¨¦ Antonio Hern¨¢ndez, que arrancaba afirmando que "la Iglesia de la Cienciolog¨ªa ser¨¢ sometida a un macrojuicio por primera vez en Espa?a".
Mark Eeraerts, vicepresidente y representante en Espa?a de esta organizaci¨®n, se ha dirigido al defensor aduciendo que la Iglesia de la Cienciolog¨ªa, como instituci¨®n, no es parte en el proceso penal, que la informaci¨®n es sustancialmente igual a la que ya se public¨® el 1 de abril de 1995, que no hay una sola referencia positiva en toda la p¨¢gina y que se silencia el que en Estados Unidos se le concedi¨® a esta organizaci¨®n el status de "entidad religiosa, con todos sus beneficios y derechos". Dice, adem¨¢s, que s¨®lo se cita con sus nombres y apellidos a los acusados, que se trata de una "intolerable injerencia" en un caso que est¨¢ sub j¨²dice y que se otorga un espacio m¨ªnimo -dos l¨ªneas, exactamente- a las manifestaciones de Eeraerts.
La informaci¨®n principal se titul¨® con referencia expresa a los "dirigentes de la Iglesia de la Cienciolog¨ªa", pero la entradilla comenzaba afirmando que "la Iglesia de la Cienciolog¨ªa ser¨¢ sometida a un macrojuicio". Aunque la afirmaci¨®n fundamental estaba salvada en los titulares, es cierto que la organizaci¨®n, como tal, no puede ser juzgada en un proceso penal. S¨®lo es posible que se sienten en el banquillo personas f¨ªsicas.
No parece razonable la acusaci¨®n de "intolerable injerencia" en un asunto que est¨¢ en sede judicial. Si se admitiese ese razonamiento, ser¨ªa imposible ofrecer una buena parte de la informaci¨®n de tribunales.
Sin embargo, una de las informaciones de la p¨¢gina se titul¨® Disoluci¨®n en Grecia, juicio en Francia y alerta en Alemania. Efectivamente, no se citaba, en ning¨²n momento, que esta organizaci¨®n est¨¢ legalizada en Estados Unidos, aunque se mencionaba la "furia" de conocidos actores estadounidenses por las posiciones que adopt¨® el Gobierno alem¨¢n de Helmut Kohl frente a los cienci¨®logos.
Otro texto diferenciado en aquella informaci¨®n y firmado por Pablo Ordaz recog¨ªa el relato de algunos adeptos a esta secta que abominaban de ella.
Al final se recog¨ªa el testimonio del representante de la Iglesia de la Cienciolog¨ªa en Espa?a, Mark Eeraerts, en estos t¨¦rminos: "Somos una Iglesia absolutamente legal", y se a?ad¨ªa como colof¨®n: "Tiene papeles, licencia fiscal y hasta una p¨¢gina en Internet".
Apenas dos l¨ªneas en toda una p¨¢gina con testimonios acusatorios, tanto de personas particulares como de la fiscal¨ªa.
La desproporci¨®n parece evidente, y el editor de la p¨¢gina debi¨® advertirlo y subsanarlo. La repugnancia que un periodista pueda sentir hacia determinadas conductas, o su convencimiento, fundamentado en m¨²ltiples testimonios, de que alguien ha incurrido en cualquier irregularidad, no justifica que se minimice tanto su opini¨®n. En este caso, la informaci¨®n de fuente puramente judicial no hubiera necesitado del contrapunto que exige el Libro de estilo del peri¨®dico, pero el hecho de que se dedicase toda una p¨¢gina al asunto y el que se recabasen testimonios de personas que se sienten agraviadas por la Iglesia de la Cienciolog¨ªa exig¨ªa "escuchar... a las dos partes", y reflejarlo, como prescriben las normas de EL PA?S.
La voz de los acusados debe ser siempre una voz debida por el periodista a sus lectores.
Pedro Salinas, de quien se parafrasea el t¨ªtulo de esta columna, cre¨ªa deber la voz a su amada. El periodista no necesita incitaciones literarias. Debe siempre las voces de los acusados a ellos mismos. Y a sus lectores, para que puedan juzgar.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (
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