El moro Iv¨¢n
DE PASADAANTONIO FERN?NDEZ La consejera de Cultura, Carmen Calvo, convoc¨® el mi¨¦rcoles un concurso de ideas para abrir una sede de recepci¨®n en las ruinas de Medina Azahara, o Madinat al-Zhara, como gusten. Se trata de construir un centro de estudio y acogida de visitantes. Tendr¨¢ biblioteca, auditorio, cafeter¨ªas, un buen aparcamiento y, en general, las infraestructuras necesarias para potenciar el conjunto arqueol¨®gico como espacio de actividad cultural y cient¨ªfica. La consejera insisti¨® en que los primeros que han de involucrarse en el proyecto son los propios cordobeses. Obediente, escrut¨¦ a las personas de mi alrededor, la mayor parte no conoc¨ªa las ruinas o las visit¨® hace ya a?os. Y, como se predica con el ejemplo, all¨¢ que me fui. Las reformas son necesarias. Los accesos, malos. El aparcamiento, por llamarlo de alg¨²n modo, no da abasto. Cinco autobuses y una decena de coches ten¨ªan saturado el recinto. Pese a todo, no faltaban visitantes. Dentro, el bullicio de los escolares, unido al paseo tranquilo de la bohemia que habita estos espacios. A la vuelta, vino la sorpresa. Regresaba imbuido de sue?os ¨¢rabes, flotando entre velos, con el sonar de las fuentes susurrando en los o¨ªdos, cuando un cartel indicaba la direcci¨®n a la glorieta de Iv¨¢n Zaydun (sic). ?Qui¨¦n ser¨ªa ese personaje tan extra?o, mitad ruso, mitad ¨¢rabe? El callejero despej¨® las dudas. El tal Iv¨¢n fue invento de los duendes, o quiz¨¢ del corrector ortogr¨¢fico de la empresa se?alizadora, a saber qu¨¦ modernas tecnolog¨ªas pueden usar estas compa?¨ªas. A lo peor, despiste de un operario poco aplicado. Lo cierto es que la flecha apuntaba a la confluencia entre las avenidas de Medina Azahara y Gran V¨ªa Parque, la glorieta de Ibn Zaydun, poeta nacido en el califato cordob¨¦s en el a?o 1003. Rebuscando en la biblioteca, conocimos que el maltratado literato tuvo que huir de la ciudad por desavenencias con el nuevo pretendiente de su novia, la hija del califa. La historia da para un culebr¨®n. Ibn, en ¨¢rabe hijo de, o Iv¨¢n, como prefieren llamarle algunos, le puso los cuernos a la princesa con una esclava negra. Y claro, esto no gust¨® a la familia. La chica, despechada, cambi¨® de novio, y ¨¦ste persigui¨® a Iv¨¢n hasta encarcelarlo. Finalmente, el poeta logr¨® huir a Sevilla, donde muri¨®, arrepentido, escribiendo poemas a la chavala. Conclusi¨®n, que el concejal de Urbanismo, Luis Mart¨ªn, cambie el cartel y, a ser posible, explique la historia. Gracias.
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