El conde Entelequio
Cuando cre¨ªamos que la venta de exclusivas fotogr¨¢ficas empezaba a flojear, vino Fabio Capello con su quijada ortop¨¦dica y le dio un bal¨®n de ox¨ªgeno a la llamada prensa del coraz¨®n. Los sic¨®logos hacen un esfuerzo para explicar el fen¨®meno, pero por el momento se mueven en el terreno de las especulaciones: unos apuntan la hip¨®tesis de la alucinaci¨®n colectiva y otros se limitan a pedirnos paciencia porque todo sucedi¨® en un abrir y cerrar de ojos. Cuando quisieron darse cuenta, el Madrid estaba en crisis, y ¨¦l, Santa Madonna, hab¨ªa vuelto para predicar el f¨²tbol y se hospedaba a quinientos metros del Estadio Santiago Bernab¨¦u.Por lo que pudimos entender, su anunciada conferencia en el INEF no rindi¨® gran cosa. Seg¨²n revel¨® al auditorio, la l¨ªnea defensiva debe adelantarse cuando el equipo tiene la pelota y retroceder hasta el ¨¢rea cuando la pierde, lo cual alivi¨® a quienes pensaban que en caso de peligro lo mejor es no moverse y dejarlo todo en manos de la providencia. En alg¨²n momento se enfrasc¨® en un espeso mon¨®logo sobre el doble pivote y su papel en el sistema de relevos. Entonces, precisamente entonces, ocurrieron tres cosas : tuvo un amago de sofoco, rompi¨® a sudar m¨¢s que Pavarotti , y una nube de escamillas sospechosas empez¨® a blanquearle las hombreras . Por fortuna, un fan¨¢tico del dise?o italiano acert¨® a explicar el misterio con una cita atribuida a Chicho Ib¨¢?ez Serrador. Le mir¨® de reojo y dijo en voz baja Tranquilos: no es caspa; son neuronas.
Aunque, bien pensado, aquella efusi¨®n pudo deberse al intenso programa cultural que precedi¨® a su brillante discurso. A saber, hasta entonces hab¨ªa recorrido Madrid cortejado por un pelot¨®n de reporteros que se afanaron en reproducir fielmente su exhibici¨®n de escorzos, moh¨ªnes, gui?os, dentelladas y bostezos. Al margen de su conocida facilidad gestual, sin duda emparentada con los mejores tiempos del neorrealismo italiano, el tipo tuvo un d¨ªa esplendoroso: de f¨²tbol no dijo nada, pero hab¨ªa vuelto a demostrar una singular pericia en el manejo del cuchillo de cortar jam¨®n. Es m¨¢s, fascinados por su apetito, todos los testigos han elogiado su saque, su versatilidad y su dentadura. Dicen que viaj¨® de los fogones de Lucio al museo Tyssen con la desenvoltura de un gu¨ªa tur¨ªstico, que departi¨® sobre la feria de San Isidro como si fuera primo de Juan Belmonte y que devolvi¨® los saludos de taxistas, camareras, repartidores y vecindonas con el mismo donaire aristocr¨¢tico y la misma entrega profesional que suele acreditar ante los paparazzi su paisano y alma gemela, el archifamoso conde Entelequio.
Mientras tanto, los directivos del Real Madrid se afanaban en ofrecerle un recibimiento especial. No hay actas ni otros documentos que ilustren la reuni¨®n de preparativos, pero el estilo que frecuentan hace pensar que alguno de ellos propondr¨ªa una f¨®rmula rural, muy del estilo de la documentada por Luis Garc¨ªa Berlanga en su memorable Bienvenido, Mister Marshall. Tampoco se sabe si en ausencia de un plenipotenciario capaz de sondear al representante de Capello sobre sus pretensiones, tal como suele hacerse entre empresarios y marchantes de fin de siglo, alguno de los can¨®nigos all¨ª presentes propuso contratar a Lolita Sevilla para que entonase esta variaci¨®n de la inolvidable tonadilla : Napolitanos, / os recibimos con alegr¨ªa; /ole mi madre, ole mi suegra y ole mi t¨ªa, / chin pon.
Del chasco final s¨®lo cabe sacar dos conclusiones: primera, que Capello hizo una exhibici¨®n de morro florentino como para merecer el t¨ªtulo de paquidermo del a?o, y segunda, que en la pertinente ceremonia de entrega de la Trompa de Oro, a Sanz deber¨ªa impon¨¦rsele la boina de Pepe Isbert.
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