"Hay quien quita una vidriera para poner un "climalit"
El vitral, un signo de distinci¨®n que tapaba las vistas feas, apenas se instala ahora, seg¨²n Francisco Hernando
Antes devotas, despu¨¦s se?oriales y siempre juguetonas. Con la luz, con el sol. Son las vidrieras, una decoraci¨®n tan frecuente como inadvertida en Madrid. "Daban alcurnia y a menudo tapaban lo que la gente no quer¨ªa ver", explica Francisco Hernando. ?l es uno de los dos vidrieros que est¨¢n al frente del taller Maum¨¦jean. Esta firma, fundada en 1860, recibe m¨¢s encargos de restauraci¨®n que de obra nueva: el vitral ha perdido fuelle.No siempre fue as¨ª. "En la ciudad hay m¨¢s de 5.000 edificios con vidrieras, y en m¨¢s del 90% de los casos est¨¢n hechas por esta casa", seg¨²n Hernando. Y eso que la casa de ahora, una nave en la baraje?a calle de Zaorejas, 10, nada tiene que ver con la primera sede de la compa?¨ªa, en el paseo de la Castellana. Los propietarios actuales son dos ex empleados de la vieja firma.
La familia Maum¨¦jean, de origen franc¨¦s, se instal¨® a mediados del siglo pasado cerca de sus clientes potenciales: los arist¨®cratas que se constru¨ªan un palacete en el naciente barrio de Salamanca. De aquel taller salieron vidrieras como las del Banco de Espa?a o el hotel Palace.
Al igual que la aristocracia, la naciente burgues¨ªa se encandil¨® con la magia decorativa del cristal en una ciudad que apenas la conoc¨ªa. Madrid nunca tuvo vidrieras para competir con el esplendor medieval y catedralicio de Le¨®n o Chartres (Francia). Pero sus habitantes m¨¢s pudientes decidieron suplir la carencia con siglos de retraso y de forma laica. Claraboyas, patios, portales y domicilios se cuajaron de cristal desde mediados del siglo XIX hasta la misma ¨¦poca del XX.
La vidriera dej¨® de tener un ¨¢mbito sacro y se convirti¨® en un signo de distinci¨®n social. A ello ayud¨® la disposici¨®n municipal que en 1862 oblig¨® a dar luz directa de los patios a las escaleras. La llegada de los ascensores, a partir de 1874, hizo que creciera el espacio dedicado a los tramos de escal¨®n y el tama?o de los ventanales de este espacio com¨²n. As¨ª lo recogen V¨ªctor Nieto, Sagrario Aznar y Victoria Soto en su libro Vidrieras de Madrid. Hernando apostilla: "Adem¨¢s de bonitas, las vidrieras ocultaban vistas desagradables, como los patios". Belleza contra la fealdad.
-?Qui¨¦n les da ahora trabajo?
-La Iglesia es el principal cliente. Le siguen, a partes iguales, las empresas y los ciudadanos de a pie. De cada 100 encargos, 75 son de restauraci¨®n y s¨®lo 25 corresponden a vidrieras nuevas.
-?Cu¨¢nto cuesta una nueva?
-El precio del metro cuadrado de vidriera pintada a mano y vitrificada sale a partir de las 200.000 pesetas y puede alcanzar las 600.000. La tarifa depende mucho del motivo elegido.
La t¨¦cnica y la magia se dan la mano en la confecci¨®n de los vitrales. El primer paso es dibujar un boceto de la composici¨®n que tendr¨¢ la vidriera. Despu¨¦s, este bosquejo se traza a tama?o real sobre papel y se decide por d¨®nde ir¨¢n los plomos, las tiras de este metal que sujetar¨¢n cada elemento. "A continuaci¨®n despiezamos, o sea, cortamos las piezas del boceto de papel. Cada una servir¨¢ de patr¨®n para las que cortemos en cristal", explica Hernando. En las zonas pintadas, el artista perfilar¨¢ y colorear¨¢ las siluetas con grisallas o pinturas vitrificables. Despu¨¦s, los cristales decorados ir¨¢n al horno.
El montaje, labor en la que se afana Candelo Barrasa (el socio de Hernando), es una tarea minuciosa. Hay que cortar los plomos a la medida e introducirlos fijando cada pieza en su lugar. El emplomado se soldar¨¢ luego con esta?o. La t¨¦cnica sigue con cierta fidelidad los pasos medievales. "Casi siempre trabajamos con vidrio soplado", dice Hernando. Los artesanos, sobrados de trabajo, se resignan ante los cambios, pero lamentan el desamor. "Hay gente que quita una vidriera para poner un climalit [marca de cristal de doble c¨¢mara de aire]. Lo he visto", se duele Hernando. Otras veces, como esta misma semana, en un colegio de Chamber¨ª, los v¨¢ndalos se encargan de sentenciar la ilusi¨®n de la luz.
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