Cuatro semanas
EL CONSEJO Europeo informal de Bonn-Petersberg puede haber servido para que todos pongan las cartas sobre la mesa e incluso para que comience a sellarse la reconciliaci¨®n franco-alemana en el terreno agr¨ªcola. Habr¨¢ que ver a costa de qu¨¦ o de qui¨¦n. En todo caso, los dirigentes europeos disponen s¨®lo de cuatro semanas para lograr lo que se han propuesto: sellar en Berl¨ªn el 25 de marzo, aniversario del Tratado de Roma, un acuerdo sobre la financiaci¨®n de la UE para los pr¨®ximos siete a?os, con la consiguiente reforma de la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n y de los fondos estructurales y de cohesi¨®n. Cuatro semanas son poco tiempo. Pero todos saben que si se pierde esa ocasi¨®n se entrar¨¢ en la din¨¢mica de la campa?a electoral para la renovaci¨®n del Parlamento Europeo, lo que imposibilitar¨¢ un acuerdo antes de los comicios de junio.Si realmente los jefes de Estado y de Gobierno han logrado discutir abiertamente acerca de estas espinosas cuestiones, adem¨¢s de la crisis de Kosovo y del apasionante asunto de las tiendas libres de impuestos en los aeropuertos, entonces la reuni¨®n habr¨¢ sido ¨²til. Lo sabremos pronto. Pero no est¨¢ a¨²n claro si todos se han dado cuenta de que nadie se librar¨¢ de ceder algo; por la poderosa raz¨®n de que todos tienen algo que perder.
Pese al acercamiento a Francia, la actitud alemana es preocupante. La Alemania de Schr?der -bajo presi¨®n antieuropea de la oposici¨®n democristiana, sobre todo de su ala b¨¢vara- ha cometido un grave pecado comunitario al actuar estas semanas no como presidencia que ha de fomentar un consenso desde la imparcialidad, sino como Estado miembro que defiende en primer lugar su inter¨¦s bajo la obsesi¨®n de reducir su contribuci¨®n a las arcas comunitarias. El documento presentado por Schr?der el jueves no era digno de un pa¨ªs que ocupa la presidencia del Consejo de la UE. Logr¨® atraerse el fuego cruzado de Espa?a, Grecia, Portugal e Irlanda, debido a la propuesta para reducir los fondos estructurales y el de cohesi¨®n en un 18% (lo que le costar¨ªa a Espa?a 100.000 millones de pesetas anuales), y se gan¨® tambi¨¦n, por razones diversas, la enemiga de B¨¦lgica, Luxemburgo y Reino Unido.
Para colmo, Alemania habla con varias voces. Si su ministro de Agricultura, tras un marat¨®n negociador de cuatro d¨ªas, presenta en Bruselas una propuesta de compromiso que avanza en una direcci¨®n sensata, Schr?der la echa abajo en el Consejo Europeo para reconciliarse con Francia, al renunciar a pedir a los Estados que financien una parte de la pol¨ªtica agr¨ªcola, pero fijando un techo para estos gastos de 40.500 millones de euros. ?A costa de Espa?a? Se ver¨¢ cuando los titulares de Agricultura vuelvan a verse las caras el martes.
Aunque tard¨ªamente en la partida en curso, el presidente del Gobierno espa?ol, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, ha pedido lo que falta en el trasfondo de estas negociaciones: un debate en profundidad sobre los objetivos de las pol¨ªticas y sus costes antes de recortar gastos. Cabe ir m¨¢s all¨¢: lo que falta es un debate sobre los objetivos de la UE tras el nacimiento del euro. Sin la pol¨ªtica de solidaridad, de cohesi¨®n econ¨®mica y social, que ha venido defendiendo Espa?a desde su ingreso, la Uni¨®n Europea podr¨ªa convertirse en una zona invertebrada, lo que supondr¨ªa un triunfo pol¨ªticamente p¨®stumo de Margaret Thatcher.
En esta negociaci¨®n, Espa?a corre el riesgo de no contar con aliados suficientemente fuertes, un temor que se refleja en la propuesta de Aznar de un acuerdo que sea "aceptable para todos, no para una mayor¨ªa", pues la reforma agr¨ªcola se puede adoptar en buena parte por mayor¨ªa, pero la financiera requiere la unanimidad. En esta l¨ªnea se inscribe la propuesta de Aznar de crear un fondo de compensaci¨®n a los pa¨ªses receptores de refugiados balc¨¢nicos. Alemania ser¨ªa el gran beneficiario de este fondo. Aznar reconoce as¨ª el problema alem¨¢n sin llegar al cheque directo.
Blair, que defiende a rajatabla su propio cheque, no es un buen aliado para Espa?a en esta negociaci¨®n. La coincidencia entre ¨¦l y Aznar a la hora de criticar el documento alem¨¢n no indica que coincidan sus intereses y, por tanto, sus propuestas. Tampoco ha habido coincidencia entre ambos sobre Gibraltar. En su cena con Aznar, Blair no parece haber comprendido que es necesario entrar a negociar la soberan¨ªa. Es de esperar que al menos haya entendido que el Pe?¨®n se est¨¢ convirtiendo en un quiste. La informaci¨®n que Aznar le ha facilitado sobre casos concretos de narcotr¨¢fico -pr¨¢cticamente inexistente antes de 1990, pero que en 1998 ha vuelto a crecer con uso de embarcaciones gibraltare?as o con base en Gibraltar- y de blanqueo de capitales deber¨ªa allanar un cambio de actitud por parte de Londres.
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