Mi doble va de compras
JUSTO NAVARRO Una vez vi a Vladimir Nabokov en un caf¨¦ de M¨¢laga, el Caf¨¦ Cosmopolita, de la calle Larios. No s¨¦ si alguien recuerda todav¨ªa qui¨¦n es Nabokov, un fantasma a punto de aparecer en todas partes porque hace 100 a?os que naci¨® para escribir p¨¢ginas extraordinarias, vivir en hoteles y casas prestadas, y morir en el Hotel Palace, en Montreux, a principios del verano de 1977. As¨ª que cuando yo lo vi llevaba muerto m¨¢s de veinte a?os, pero lo reconoc¨ª por los labios y la frente y unos ojos sin contemplaciones que morosamente examinaban una tetera. Aqu¨ª est¨¢ Nabokov, pens¨¦, e inmediatamente ca¨ª en la cuenta de que Nabokov era un muerto ilustre y lejano. Nabokov fue un exiliado, pens¨¦, y los exiliados dejan en ciertas ocasiones un doble vagando por la casa que fue suya, en la nieve de San Petersburgo, de donde huy¨® de la revoluci¨®n en 1920, pero era raro que el doble apareciera en M¨¢laga en 1997. Los dobles son imprevisibles. Me acord¨¦ de Nabokov la otra tarde, en unos grandes almacenes de M¨¢laga, donde yo ve¨ªa bisuter¨ªa con mi hija. La vendedora se me qued¨® mirando, y los ojos se le abrieron mucho, reacci¨®n f¨ªsica ante la visi¨®n asombrosa que ten¨ªa delante. Me dijo: -Perdone, pero esta ma?ana he atendido a un se?or que era exactamente igual que usted. Usted tiene un doble. De mi doble ya me han hablado otras veces. Yo lo vi una vez a la salida de un partido de f¨²tbol en el estadio Bernab¨¦u, e incluso me hizo se?ales antes de perderme de vista entre la multitud. Ya me hab¨ªan hablado de mi doble, pero nadie con el convencimiento maravillado de la vendedora de bisuter¨ªa. Tambi¨¦n yo cre¨ª estar ante un doble de Nabokov, porque aquel se?or levantaba una ceja terminante, de Nabokov vivo y aut¨¦ntico, a punto de presumir de no haberse emborrachado nunca y proclamar su odio a la literatura social, las novelas policiacas, la estupidez, la opresi¨®n, el crimen, la crueldad, la m¨²sica ligera, el idiota con medias claras que tortura a un toro negro estriado de rojo, los trastos de los artistas abstractos, las m¨¢scaras del folclore primitivo, las escuelas progresistas, la m¨²sica de los supermercados, las piscinas, los brutos, los incordios, los filisteos con conciencia de clase, Freud y Marx, los poetas hinchados, los impostores y los tiburones. Nabokov despreciaba mucho de lo que yo desprecio y algo de lo que m¨¢s me gusta. Invent¨® la palabra Lolita, para llamar a cierto tipo de ni?as, y dicen que su novela Lolita se vendi¨® por ser er¨®tica, pero yo creo que se vendi¨® por ser er¨®tica y m¨¢s, m¨¢s, mucho m¨¢s. Lolita: my sin, my soul, mi pecado y mi alma. ?Nuestro pecado es nuestra alma? Cuando mi hija se va, le cuento a la vendedora de El Corte Ingl¨¦s que yo tambi¨¦n vi una vez a mi doble a la salida de un campo de f¨²tbol, y que otra vez vi al doble del escritor Nabokov, pero le aclaro que ella s¨®lo me ha visto a m¨ª: no pod¨ªa dec¨ªrselo delante de mi hija porque yo, aquella ma?ana, hab¨ªa ido a comprar una sorpresa precisamente para mi hija, regalo que me vendi¨® la vendedora y que todav¨ªa no hab¨ªa sido entregado. No me crey¨® la vendedora: prefer¨ªa creer lo extraordinario.
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