Saharauis
E. CERD?N TATO Esta batalla del censo de votantes abastece una espera cruel. Goliat ya ha descubierto toda su falacia y la fragilidad de sus argumentos. Con el napalm, era un gigante de sesos escalfados y entra?as de espino que abrasaba con ensa?amiento una retaguardia de jaimas, para el t¨¦ dulce del regreso; en el ralentizado plan de paz, no es m¨¢s que un jugador de ventaja, que marca los naipes y recurre a la artima?a, en un intento de prolongar el espejismo y la mentira como excusa. Pero Goliat se cuece lenta e inexorablemente en su propia podredumbre. Mientras, David resiste la aspereza de unas condiciones intolerables, organiza su futuro y observa las reglas de la partida. Enterr¨® la honda y puso la raz¨®n sobre el tapete. Ayer, se conmemor¨® el veintitr¨¦s aniversario de la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica Arabe Saharaui Democr¨¢tica, pero el pueblo contin¨²a soportando todas las penalidades y carencias, en el inclemente territorio de la hamada argelina. Los acuerdos de Houston, que se alcanzaron en septiembre de 1997, por mediaci¨®n de James Baker, se incumplieron, de nuevo: las sucias artes del gobierno marroqu¨ª los dinamit¨®, y el anunciado refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n, previsto para el 7 de diciembre ¨²ltimo, volvi¨® a aplazarse. Seg¨²n los dirigentes del Frente Polisario, las manipulaciones de la diplomacia marroqu¨ª han fracasado en su pretensi¨®n de incluir en el censo de la discordia a unos 65.000 s¨²bditos del monarca alauita. El secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, est¨¢ exhibiendo una muy considerable dosis de paciencia, en el viejo conflicto del S¨¢hara Occidental; pero otros asuntos supuestamente m¨¢s urgentes reclaman su atenci¨®n y la del gendarme universal que, en definitiva, es el que mueve los hilos de este teatro de t¨ªteres. Por detr¨¢s, hay muchos intereses e hipocres¨ªa: comercio de armas, fosfatos, un subsuelo de sorpresas y un abundante banco de pesca. Hay connivencias y complicidades execrables: se est¨¢ perpetrando un silencioso genocidio, sin parpadear. Y nuestro actual gobierno (y los que le precedieron) no es, en absoluto, ajeno, sino que tiene responsabilidades hist¨®ricas de las que abdica, una vez y otra. Pero hay tambi¨¦n un pueblo que les gana en valor, en dignidad y en respeto a los pactos internacionales. Los sarahuis no renuncian a su independencia.
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