Kissinger alent¨® a Pinochet en la represi¨®n
El secretario de Estado norteamericano ocult¨® las atrocidades del r¨¦gimen golpista
Los papeles secretos del Gobierno de Estados Unidos sobre Chile, que la Administraci¨®n norteamericana afirma que va a poner a disposici¨®n de la acusaci¨®n espa?ola en el caso Pinochet, van a resultar comprometedores para Henry Kissinger, el personaje m¨¢s vinculado a la trama para derrocar el Gobierno de Allende con ayuda de Estados Unidos. Demuestran que, en los meses y a?os inmediatamente posteriores al golpe de 1973, Kissinger ocult¨® informaci¨®n en su poder sobre las atrocidades cometidas en Chile y se esforz¨® por convencer a Pinochet de que el Gobierno de Estados Unidos no consideraba que su conducta fuera un gran problema.Entre los papeles sobre los que acaba de levantarse el secreto oficial est¨¢ la transcripci¨®n de la ¨²nica reuni¨®n entre Kissinger y Pinochet, en 1976, que muestra hasta qu¨¦ punto Kissinger halag¨® y anim¨® a Pinochet; c¨®mo, mientras se segu¨ªa encarcelando y torturando a cientos de presos pol¨ªticos, le asegur¨® que la Administraci¨®n de Ford no iba a castigarle por violar los derechos humanos.
Kissinger sab¨ªa lo que hab¨ªa planeado Pinochet. En 1974, cuando la CIA descubri¨® que Chile y sus aliados quer¨ªan establecer una oficina encubierta en Miami para llevar a cabo las actividades terroristas de la Operaci¨®n C¨®ndor, cuyos objetivos eran sus enemigos pol¨ªticos en todo el mundo, el secretario de Estado rechaz¨® el consejo de sus propios asesores en el Departamento de Estado, quienes le recomendaron que protestase p¨²blicamente por el plan ante los Gobiernos involucrados: Chile, Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Dicha protesta habr¨ªa servido de advertencia para las posibles v¨ªctimas que hab¨ªan buscado refugio en el exilio, pero tambi¨¦n habr¨ªa suscitado preguntas relativas al respaldo de Kissinger a esos seis gobiernos represivos. Cuando Kissinger se neg¨® a expresar una oposici¨®n p¨²blica a la apertura de la oficina de Miami, la CIA habl¨® con la polic¨ªa secreta de Chile, la Direcci¨®n de Inteligencia Nacional (DINA), y la oficina no se cre¨®. Sin embargo, la conspiraci¨®n sigui¨® localizando y asesinando a los adversarios del r¨¦gimen, entre ellos el antiguo jefe del Ej¨¦rcito, en Buenos Aires, y un opositor pol¨ªtico, en Roma. Y en septiembre de 1976 las actividades regresaron a Estados Unidos de forma a¨²n m¨¢s palpable con el coche bomba que mat¨®, en Washington, a Orlando Letelier, antiguo ministro de Asuntos Exteriores y embajador de Chile en Estados Unidos, y a su colega del Instituto de Estudios Pol¨ªticos, Ronni Moffit.
Jaime Contreras, jefe de la DINA, que cumple siete a?os de condena en Chile por su participaci¨®n en los asesinatos, declar¨® en diciembre de 1997 que obedec¨ªa ¨®rdenes de Pinochet. El dictador no ten¨ªa razones para pensar que la bomba iba a causarle problemas. Al fin y al cabo, pocos meses antes hab¨ªa mantenido una reuni¨®n privada muy cordial con Henry Kissinger (ver p¨¢gina 3).
Entre las cuestiones que trataron durante la conversaci¨®n estaba la seguridad de que a los norteamericanos no les preocupaban los democratacristianos. A Pinochet debi¨® de agradarle la noticia, puesto que en Europa se hab¨ªan producido condenas muy ruidosas del ataque de su polic¨ªa secreta contra el congresista democristiano chileno Bernardo Leighton, exiliado en Roma.
El discurso de Kissinger ante la Asamblea de la Organizaci¨®n de Estados Americanos la misma tarde del encuentro fue uno de los t¨ªpicos en los que pasaba revista a todo. Habl¨® de los informes sobre las violaciones de los derechos humanos en Chile, pero no conden¨® al Gobierno. "La valoraci¨®n de la condici¨®n de los derechos humanos que ha realizado la Comisi¨®n de Derechos Humanos de la Organizaci¨®n de Estados Americanos ha empa?ado la relaci¨®n con Chile y seguir¨¢ haci¨¦ndolo. Deseamos tener una relaci¨®n de amistad, y todos los amigos de Chile conf¨ªan en la pronta eliminaci¨®n de todos los obst¨¢culos que plantean las condiciones alegadas en el informe."
En opini¨®n del secretario adjunto, Rogers, hab¨ªan "conseguido todo lo posible de Henry en materia de derechos humanos". El p¨¢rrafo relativo al voto de Estados Unidos para autorizar una comisi¨®n de derechos humanos se redact¨® con suma cautela. Rogers consigui¨® que lo dijera, pero se dio cuenta de que era un punto que le irritaba, antes y despu¨¦s de pronunciar el discurso. Ninguna otra persona lo consider¨® muy audaz.
El ministro de Asuntos Exteriores, Patricio Carvajal, calific¨® el discurso de Kissinger de "equilibrado", y le complaci¨® que se refiriera a las exageraciones sobre el problema chileno. Cuando habl¨¦ con ¨¦l en Santiago me cont¨® que, en su opini¨®n, los comentarios privados que Kissinger hab¨ªa hecho a Pinochet quer¨ªan decir que, en realidad, el Secretario de Estado no cre¨ªa lo que ¨¦l mismo hab¨ªa dicho en p¨²blico. Carvajal afirm¨®: "Estados Unidos entend¨ªa que las cosas eran dif¨ªciles en Chile, que quiz¨¢ las medidas tomadas por Washington eran excesivas, que la situaci¨®n habr¨ªa sido peor si Chile no hubiera actuado".
Kissinger y Rogers se fueron dos d¨ªas despu¨¦s. Kissinger estaba satisfecho de la visita; le cont¨® a un diplom¨¢tico chileno en Washington que les hab¨ªan recibido, a Nancy y a ¨¦l, como a dos estrellas de m¨²sica pop. Un funcionario del Departamento de Estado que se ocupaba de los derechos humanos en aquella ¨¦poca recuerda que, a su regreso, el Secretario hizo saber a sus subordinados que no quer¨ªa que lo que hab¨ªa dicho en p¨²blico se llevara a la pr¨¢ctica de modo muy literal.
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