Demandas dignas de un bestiario
Un suicida neoyorquino decidi¨® acabar con su vida siguiendo el sistema m¨¢s empleado en la ciudad: arroj¨¢ndose al metro. Se tir¨® mal (o se tir¨® bien): el tren le golpe¨® y sali¨® despedido con muchos huesos rotos pero con tanta vida como la que ten¨ªa en el and¨¦n antes de saltar. Inepto en la pr¨¢ctica del suicidio, opt¨® por cambiar su vida: demand¨® al estado de Nueva York porque el metro no pudo frenar antes de golpearle. Un jurado le otorg¨® una indemnizaci¨®n de 650.000 d¨®lares (100 millones de pesetas). No volvi¨® a intentarlo (el suicidio).La historia jur¨ªdica de este pa¨ªs ha creado un bestiario de demandas que rompe cualquier barrera de la imaginaci¨®n. El sistema judicial de EE UU ha aceptado a tr¨¢mite demandas que se mueven entre lo absurdo, lo c¨®mico y lo extravagante.
Ha habido demandas contra una editorial que distribu¨ªa ejemplares de la Biblia porque un ciudadano de Jackson (Mississippi) dec¨ªa que el texto se basaba en historias escritas "de o¨ªdas", y que marginaba a negros y homosexuales. El demandante, Joel Ford, retir¨® la acusaci¨®n al recibir varias amenazas de muerte. Tampoco consigui¨® dinero un tal Warren Smith, de Virginia, aunque su demanda lleg¨® a ser admitida a tr¨¢mite: se querell¨® contra una mujer que lee el futuro. Hab¨ªa solicitado sus dotes quirom¨¢nticas para que le dijera el n¨²mero de la loter¨ªa en el que iba a caer el primer premio de la semana siguiente. Compr¨® el n¨²mero y no toc¨®, as¨ª que se querell¨® contra Miss Stella por da?os y perjuicios y pidi¨® 450 millones de pesetas (el premio que le habr¨ªa tocado); el magistrado le mand¨® a casa con la factura de las costas judiciales. No es la estupidez del caso lo que debe llamar la atenci¨®n: la moraleja de la demanda es que siempre hay un abogado capaz de ofrecerse a defender la m¨¢s peregrina de las acusaciones.
Por televisi¨®n
Si nadie llama a la puerta del abogado, es ¨¦l el que busca la mejor puerta de entrada en los domicilios de posibles clientes: la televisi¨®n. Hay en las cadenas locales un sinf¨ªn de anuncios en los que picapleitos de poca monta con aspiraciones de Perry Mason lanzan mensajes que convierten su oficio en el arte del saqueo: "?Sufre su hijo par¨¢lisis cerebral?", pregunta un abogado en uno de esos anuncios. "D¨ªganos en qu¨¦ hospital naci¨® y conseguiremos dinero para usted. ?Es su hijo sordo? Nosotros buscamos al culpable y le hacemos pagar".
Una encuesta publicada por el New York Times esta semana asegura que un tercio de los estadounidenses vive en la certeza de que, en caso de juicio, es el acusado el que debe demostrar su inocencia y no el fiscal el que debe probar la culpabilidad.
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