Los hombres de Pinochet en el Vaticano
Desde su toma de poder en Chile, tras el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, el general Pinochet busc¨® denodadamente el apoyo del Vaticano a su dictadura militar alegando como credenciales su fe cat¨®lica y su cruzada contra el marxismo, llevada a cabo en plena sinton¨ªa con Juan Pablo II, antimarxista como ¨¦l. Mientras el arzobispo de Santiago de Chile, cardenal Silva Enr¨ªquez, denunciaba los atentados de Pinochet contra los derechos humanos -incluido el derecho a la vida- a trav¨¦s de la Vicar¨ªa de Solidaridad, el Vaticano legitimaba las actuaciones del dictador, sobre todo a trav¨¦s de la nunciatura.Tras los resultados adversos del plebiscito de octubre de 1988, que le obligaron a abandonar el poder, Pinochet redobl¨® sus esfuerzos por asegurarse el aval del Vaticano, confiando en que saliera en su defensa en caso de que fuera procesado. Y la larga sombra del general se extendi¨® hasta la curia romana, donde hoy ocupan puestos de responsabilidad de primera l¨ªnea personalidades eclesi¨¢sticas afines a ¨¦l.
Hay que citar, en primer lugar, al cardenal piamont¨¦s Angello Sodano, nuncio en Chile durante la dictadura de Pinochet, con quien manten¨ªa estrechas relaciones de amistad, fundadas en la sinton¨ªa pol¨ªtica. ?l fue quien prepar¨® la visita de Juan Pablo II a Chile en 1987 y cada uno de los gestos de legitimaci¨®n del pont¨ªfice hacia el dictador. Sodano sustituy¨® al cardenal Casaroli al frente de la secretar¨ªa de Estado del Vaticano, puesto que ocupa actualmente. Aunque en la jerarqu¨ªa vaticana ocupa el n¨²mero dos, en la pr¨¢ctica act¨²a como n¨²mero uno. Con motivo de la celebraci¨®n de las bodas de oro de Pinochet, dirigi¨® al matrimonio una carta personal de felicitaci¨®n llena de elogios. Tras entrevistarse con el viceministro chileno de Asuntos Exteriores en Castelgandolfo, en noviembre de 1998, Sodano dirigi¨® una carta al Gobierno brit¨¢nico pidiendo clemencia para su amigo el general Pinochet apelando razones humanitarias, a la reconciliaci¨®n entre los chilenos y, en definitiva, a la soberan¨ªa del Estado de Chile.
Al frente de la Congregaci¨®n romana para el Culto Divino y los Sacramentos se encuentra otro admirador de Pinochet: el cardenal chileno Jorge Medina, que fue arzobispo de Valpara¨ªso (Chile), donde naci¨® Salvador Allende. Es un enemigo ac¨¦rrimo y declarado de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, a la que ha perseguido con especial dureza. No ha tenido reparos en confesar p¨²blicamente que el Vaticano estaba trabajando para evitar el procesamiento del general Pinochet y para su pronto retorno a Chile. Buena prueba de su nulo respeto por la democracia y de su legitimaci¨®n religiosa -al menos indirecta- de la dictadura es su testimonio del 3 de agosto de 1990: "La democracia no significa autom¨¢ticamente que Dios quiera que sea puesta en pr¨¢ctica". Desde su actual responsabilidad al frente de la Congregaci¨®n para los Sacramentos puede ejercer una funci¨®n muy peligrosa: poner el rico mundo de los s¨ªmbolos cristianos al servicio de causas contrarias a la libertad.
Otro hombre fuerte en el Vaticano es el cardenal colombiano Alfonso L¨®pez Trujillo, secretario y presidente, sucesivamente, de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) en las d¨¦cadas setenta y ochenta, enemigo encarnizado, como Medina, de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n y perseguidor de sus principales cultivadores. Perm¨ªtaseme una referencia personal al respecto. Siendo L¨®pez Trujillo arzobispo de Medell¨ªn, lleg¨® a prohibir la difusi¨®n y venta de mi libro Para comprender la teolog¨ªa de la liberaci¨®n en todas las librer¨ªas cat¨®licas de la archidi¨®cesis. Su presidencia del CELAM, que coincidi¨® con el avance de las dictaduras militares en Am¨¦rica Latina, no se caracteriz¨® precisamente por la denuncia prof¨¦tica contra ellas. Durante los periodos especialmente conflictivos se mostr¨® cercano a la CIA en su empe?o por acallar las reivindicaciones populares y el esp¨ªritu revolucionario de los movimientos de la liberaci¨®n. Actualmente preside en el Vaticano el Consejo Pontificio para la Familia, que se caracteriza por una concepci¨®n anticonciliar en materias como la anticoncepci¨®n y la paternidad-maternidad responsables.
En este qui¨¦n es qui¨¦n del Vaticano no conviene perder de vista a otro personaje clave en la legitimaci¨®n religiosa de las dictaduras: el cardenal italiano Pio Laghi, comprometido hasta el cuello con la dictadura militar argentina cuando estaba al frente de la nunciatura apost¨®lica en Buenos Aires. Ni ¨¦l ni la mayor¨ªa de los obispos argentinos levantaron la voz en defensa de las personas asesinadas y desaparecidas, ni denunciaron los horrendos cr¨ªmenes contra los ni?os, a quienes se les arrancaba materialmente de sus padres. La Iglesia argentina colabor¨® activamente en la represi¨®n a trav¨¦s de los capellanes castrenses. Mientras tanto, era asesinado un obispo defensor de los derechos humanos, monse?or Angelelli, sin que sus hermanos en el episcopado expresaran su condena ante las autoridades. Las Madres de la Plaza de Mayo han denunciado al cardenal Laghi ante la justicia italiana como c¨®mplice de la dictadura militar. Pero la denuncia no puede prosperar porque dicho cardenal es actualmente presidente de la Sagrada Congregaci¨®n para la Educaci¨®n Cat¨®lica y goza de inmunidad en aplicaci¨®n de los Acuerdos de Letr¨¢n. En Espa?a ha sido monse?or Asenjo, secretario general de la Conferencia Episcopal, quien se ha sumado al sentir de sus jefes del Vaticano, aseverando, contra toda l¨®gica, que el procesamiento de Pinochet dificultar¨ªa la reconciliaci¨®n entre los chilenos. No es de extra?ar que estas declaraciones le ayuden a subir un pelda?o m¨¢s en la escalera del poder eclesi¨¢stico.
Es posible que estos consejeros ¨¢ulicos hayan convencido al Papa de que Pinochet es un cristiano ejemplar; su familia, modelo de "familia sagrada"; su cruzada contra el comunismo, un acto de servicio a la Iglesia cat¨®lica, y su golpe de Estado, una acci¨®n querida por Dios para restablecer el "orden social cristiano" alterado por el marxista Salvador Allende. O acaso, ni siquiera ha sido necesario convencerle de los m¨¦ritos del dictador, porque el Papa era buen conocedor de ellos, como demostr¨® durante su visita a Chile a trav¨¦s de gestos inequ¨ªvocos de aprecio por el general golpista. Uno fue darle personalmente la comuni¨®n como expresi¨®n de reconocimiento de su plena eclesialidad. Otro, salir al balc¨®n del palacio de la Moneda acompa?ado del general para saludar a una gran muchedumbre de personas que mezclaban los "vivas" al Papa con los gritos de aclamaci¨®n al dictador.
La estrategia seguida por el Vaticano en el caso de Pinochet me parece ¨¦tica y evang¨¦licamente injustificable. Primero se convierte a un verdugo en v¨ªctima. Con esa artera operaci¨®n, las v¨ªctimas vuelven a ser sacrificadas de nuevo en la memoria del pueblo. El segundo, se defiende la inmunidad apelando a que en el tiempo de los cr¨ªmenes ocupaba la alta jefatura del Estado. Con ello se legitiman sus m¨¢s horrendos atentados contra la humanidad. Tercero, se pide clemencia por motivos humanitarios, olvidando el comportamiento inhumano del dictador para con su pueblo. Al final, el verdugo queda libre sin ni siquiera ser sometido a juicio y se ense?orea sobre sus v¨ªctimas. Y todo con la ayuda divina, bajo la mediaci¨®n del Vaticano. En definitiva, una dictadura apoya y legitima a otra dictadura. Y eso, en el caso de la Iglesia cat¨®lica, me parece antidemocr¨¢tico y antievang¨¦lico, antihumano y antidivino.
Juan-Jos¨¦ Tamayo-Acosta es te¨®logo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.