El deber
Varios de los educadores veteranos y m¨¢s conscientes se han hartado ya. Jos¨¦ Antonio Marina escribi¨® El misterio de la voluntad perdida, Fernando Savater public¨® hace poco su conminaci¨®n directa: Despierta y lee; y ahora, esta semana, aparece en castellano Ten coraje, de Francesco Alberoni. Porque estos tres personajes no se parecen entre s¨ª, gana mayor valor su demanda de valores.Desde mediados de los a?os setenta, el muestrario ¨¦tico de la modernidad entr¨® en crisis, y cada vindicaci¨®n de la voluntad, la disciplina, el entusiasmo, el esfuerzo o la constancia sonaban ya a monsergas. La vida, orientada por el consumo y la satisfacci¨®n inmediata, ser¨ªa para gozarla aqu¨ª, enseguida y sin complejos. Otros profesores, como Lipovetsky, narraron c¨®mo en los ¨²ltimos tiempos se abri¨® un horizonte laxo donde pod¨ªa contemplarse "el crep¨²sculo del deber".
No s¨®lo el deber de servir a la patria pareci¨® anacr¨®nico, el deber para con los educadores, la pareja, el deber respecto al trabajo bien hecho o los estudios dif¨ªciles se rebajaron como un fastidioso lastre. Por el contrario, la ardorosa demanda de derechos decidi¨® el clima, y, a ese calor, la arquitectura ¨¦tica vio derretirse sus pilares. El todo vale en los asuntos del arte se correspondi¨® con la compota del pensamiento d¨¦bil, el placer sin aplazamiento se relacionaba con los "pelotazos", las ideolog¨ªas sin aroma con los pestazos de la corrupci¨®n.
La reacci¨®n a esa informalidad no es raro que nazca entre formadores de la conciencia. Pero incluso en lo inconsciente, en la moda de las tallas estrechas, en la nueva raya impecable del pantal¨®n Levi"s, en los tejidos met¨¢licos, en las formas m¨¢s retro de los coches, en la estricta pol¨ªtica econ¨®mica, en la nueva escritura o el nuevo cine de precisi¨®n, en la proclama femenina, sola y singular, se constata el deseo de un n¨ªtido bastidor moral que devuelva claridad, peso y sentido a la tarea de tratar con uno mismo.
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