El gran desliz de Reagan
EE UU todav¨ªa no tiene pruebas para detener al esp¨ªa que ayud¨® a China a fabricar bombas nucleares
Obsesionado por reforzar el poder¨ªo militar de Estados Unidos frente al imperio del mal sovi¨¦tico, Ronald Reagan descuid¨® en los a?os ochenta su seguridad en el frente asi¨¢tico y se dej¨® birlar por China el secreto de la miniaturizaci¨®n de sus cabezas nucleares. Interesado en construir una relaci¨®n estrat¨¦gica con Pek¨ªn, Bill Clinton intent¨® enterrar ese esc¨¢ndalo en los noventa y reaccion¨® con lentitud a los fallos descubiertos en la seguridad de sus laboratorios nucleares. ?sas son las primeras conclusiones que pod¨ªan adelantarse ayer del caso de espionaje chino en el laboratorio de Los ?lamos, el m¨¢s espectacular de nuestros tiempos. Altos funcionarios norteamericanos del Consejo Nacional de Seguridad y el departamento de Energ¨ªa confirmaron a The New York Times, The Washington Post y CNN la informaci¨®n adelantada en exclusiva el s¨¢bado por el primero de esos medios: China, a trav¨¦s de un topo introducido en el laboratorio de Los ?lamos, en Nuevo M¨¦xico, rob¨® a mediados de los ochenta el secreto de la fabricaci¨®n de la nueva generaci¨®n de armas nucleares. Desde Pek¨ªn, Tang Jiaxuan, el ministro chino de Exteriores, tild¨® de "irresponsables y sin fundamento" esas informaciones.La f¨®rmula transmitida a Pek¨ªn por su topo en Los ?lamos fue la de la miniaturizaci¨®n de las bombas nucleares, que permite colocar en un mismo misil bal¨ªstico varias cabezas que pueden ser dirigidas a objetivos diferentes. Las nuevas cabezas nucleares en miniatura, las del tipo W-88, miden 0,78 metros y pesan 135 kilos, en contraste con los 3,15 metros y 4.005 kilos de las primeras bombas at¨®micas. Desarrollan, sin embargo, una potencia destructora entre diez y veinte veces superior a la del artefacto que arras¨® Hiroshima. "Estamos ante un caso mucho m¨¢s da?ino para la seguridad nacional que el de Aldrich Ames", dijo ayer Paul Redmond, ex jefe de los cazadores de topos de la CIA. Redmond desenmascar¨® a Ames, el oficial de ese servicio de inteligencia estadounidense que durante a?os trabaj¨® para los sovi¨¦ticos. "La rapidez con la que los chinos han desarrollado la nueva generaci¨®n de cabezas nucleares permite deducir que alguien les pas¨® la f¨®rmula". El espionaje norteamericano empez¨® a darse cuenta en 1995, cuando, al analizar el arsenal de Pek¨ªn, se percat¨® de que dispon¨ªa de un prototipo de cabeza nuclear en miniatura muy semejante a la ¨²ltima generaci¨®n norteamericana: la de las W-88. Una investigaci¨®n posterior descubri¨® que Pek¨ªn se hab¨ªa hecho con esta tecnolog¨ªa a partir de una fuente del laboratorio de Los ?lamos, donde en los a?os cuarenta se desarroll¨® el Proyecto Manhattan, que condujo a la fabricaci¨®n de la primera bomba at¨®mica y donde EE UU sigue desarrollando parte de su potencia nuclear. El presunto traidor es un cient¨ªfico norteamericano nacido en Taiwan, que, desde comienzos de los ochenta y hasta hace poco, trabajaba en el departamento m¨¢s secreto de Los ?lamos: el de dise?o de nuevas armas nucleares. El FBI empez¨® a sospechar de ¨¦l en 1996, pero todav¨ªa no lo ha detenido por falta de pruebas. Hace diez d¨ªas, seg¨²n The Washington Post, ese cient¨ªfico, cuyo nombre no ha sido facilitado, no super¨® la prueba del detector de mentiras. Clinton fue informado del caso en 1997, poco antes de la primera cumbre entre EE UU y China en ocho a?os. Su reacci¨®n fue ordenar la mejora de la seguridad en los laboratorios nucleares y decidir que no se diera publicidad al incidente. Pretend¨ªa salvar uno de los ejes de su pol¨ªtica internacional: "una relaci¨®n estrat¨¦gica" con Pek¨ªn. La Casa Blanca neg¨® ayer haber arrojado tierra sobre el caso para no alterar sus tratos con China. Es ¨¦sa una acusaci¨®n muy delicada para un Clinton que ya se enfrenta a cr¨ªticas por haber aceptado fondos chinos para su campa?a electoral de 1996 y por haber autorizado a empresas norteamericanas el traspaso a Pek¨ªn de tecnolog¨ªa para mejorar el lanzamiento de cohetes y misiles. Pero Sandy Berger, jefe del Consejo de Seguridad Nacional, y Bill Richardson, secretario de Energ¨ªa, confirmaron a The New York Times que hubo un retraso importante en la mejora de la seguridad en las instalaciones nucleares. La entrada en vigor de la directiva presidencial PDD-61 y el nombramiento del ex agente del FBI Edward Curran como responsable de su aplicaci¨®n se produjeron nueve meses despu¨¦s que la Casa Blanca hubiera sido puesta al corriente de las brechas existentes en Los ?lamos. James Liley, ex jefe de la CIA en Asia y embajador en Pek¨ªn entre 1989 y 1991, declar¨® que la principal preocupaci¨®n del espionaje chino es introducirse en el aparato militar e industrial de EE UU.
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