?Regreso a 1979?
En una entrevista reciente, el ministro portavoz Josep Piqu¨¦ anunciaba su estrategia para su partido en Catalu?a: regresar a 1979, es decir, lograr que el PP ocupe el espacio de centro derecha no nacionalista que la UCD ocupaba en la Catalu?a de 1977-79. Aunque sin duda es una apuesta l¨®gica, en la medida en que el Partido Popular (PP) aspira a ocupar el espacio de centro en el conjunto de Espa?a, no se antoja una tarea f¨¢cil. No s¨®lo porque 20 a?os no transcurren en vano y la situaci¨®n de entonces es irrepetible, sino tambi¨¦n por la propia dificultad del PP en consolidar una imagen centrada. Sin embargo, independientemente de su viabilidad pol¨ªtica, este regreso al pasado propuesto por el PP merece una reflexi¨®n que ata?e no s¨®lo a la derecha, sino tambi¨¦n, especialmente, a la izquierda. Porque la apuesta de Piqu¨¦ apunta a una cuesti¨®n central: c¨®mo y a costa de qui¨¦n, electoralmente hablando, construy¨® CiU su hegemon¨ªa. Al respecto, creo oportuno recordar -como hac¨ªan recientemente Carme Molinero y Pere Ys¨¤s, coordinadores de un volumen de historia de los Pa¨ªses Catalanes entre 1960 y 1980- la fuerza y el protagonismo que tuvo en la ¨¦poca del tardofranquismo y la transici¨®n la oposici¨®n catalanista y de izquierda agrupada en torno a la Assemblea de Catalunya. En efecto, el catalanismo que se fragu¨® bajo la dictadura de Franco -como ya hab¨ªa ocurrido durante la dictadura de Primo- tuvo esencialmente un car¨¢cter progresista: fue nuestro particular antifascismo. Y como ya hab¨ªa sucedido en 1931 con la eclosi¨®n de la ERC, ese catalanismo progresista fue hegem¨®nico, culturalmente y electoralmente, a la salida de la dictadura, en 1977-79. Pero aunque entr¨® con fuerza en los ayuntamientos, la izquierda catalana fue desarmada -con la inestimable colaboraci¨®n de Tarradellas- en esos a?os cruciales. En este sentido, y por encima de los errores cometidos y de las servidumbres asumidas, creo razonable sostener que si la Catalu?a roja no pudo mantenerse m¨¢s all¨¢ fue porque en el conjunto de Espa?a la transici¨®n se hab¨ªa impuesto a la ruptura, y en el nuevo sistema de partidos espa?ol no hab¨ªa lugar para el frentepopulismo catalanista, representado por la candidatura de la Entesa dels Catalans, por el inicial pacto de gobierno PSC-PSUC-CiU en el Ayuntamiento de Barcelona y por el hecho que un democratacristiano como Josep Benet encabezara la candidatura del PSUC a la presidencia de la Generalitat. Luego, en 1980, vino la victoria -parcial- de Pujol en las primeras elecciones auton¨®micas. Con una abstenci¨®n rayana en el 40%, desigualmente distribuida por barrios, los malos resultados del PSC parecieron confirmar que hab¨ªa una parte de la ciudadan¨ªa de Catalu?a que no se sent¨ªa concernida por los asuntos de los catalanes -como hab¨ªa sucedido ya un a?o antes en el refer¨¦ndum del Estatuto de Autonom¨ªa, en el que la abstenci¨®n fue a¨²n ligeramente superior-. Este hecho justificar¨ªa la abstenci¨®n diferencial en las auton¨®micas catalanas y ha venido siendo la explicaci¨®n m¨¢s com¨²n a los sucesivos triunfos electorales de Pujol. Pero, por encima de ¨¦l, fue la incapacidad subsiguiente de la izquierda para juzgar correctamente la
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