El p¨¢jaro blanco que vuela
Oswaldo Guayasam¨ªn era un hombre bajo, s¨®lido, compacto, con una chispa de inteligencia en sus ojos peque?¨ªsimos. Cuando hablaba, sus manos de dedos cortos y curtidos se mov¨ªan sin cesar, aunque con cierta parsimonia. Se jactaba de trabajar incansablemente, unas doce horas diarias, y por eso no resulta dif¨ªcil creer que una sola persona haya podido inundar el mundo con sus inconfundibles im¨¢genes. Hace pocos a?os se contabilizaban cerca de seis mil pinturas e incontables acuarelas del maestro ecuatoriano.Pese al inmenso ¨¦xito de su obra y a la fortuna que amas¨®, insisti¨® hasta el fin en definirse como "hombre de izquierdas y revolucionario". Mujeriego y amante de los halagos, el lujo y la vida social, era tambi¨¦n una persona que conservaba algo de la p¨¦trea soledad andina.
Se le defini¨® con frecuencia como "el Picasso de Am¨¦rica", pero, pese a las similitudes, tanto en el modelo humano del malague?o como en la vehemencia creadora, y tambi¨¦n pese a su admiraci¨®n por el Guernica ("una de las mayores obras maestras del arte contempor¨¢neo"), el ecuatoriano afirmaba con rotundidad que ¨¦l no era Picasso, sino Guayasam¨ªn, que en quechua significa "el p¨¢jaro blanco que vuela". Si la paloma de Picasso (su p¨¢jaro blanco que vuela) se convirti¨® en s¨ªmbolo universal de la paz, las crispadas manos encadenadas, uno de los temas recurrentes de Guayasam¨ªn, son la demanda de libertad de esta gran figura del arte latinoamericano.
Babelia
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