?Qu¨¦ 'ganao'!
Los toros pertenec¨ªan, seg¨²n los carteles, a Carmen Lorenzo, y el sobrero que sali¨®, a Ver¨®nica y Pedro Guti¨¦rrez Moya. Si resulta que ambas ganader¨ªas son en la pr¨¢ctica propiedad de otro o es el que las dirige -por ejemplo, el cabeza de familia-, que lo inscriban as¨ª en el libro de ganader¨ªas. Pues lo que suelen decir los taurinos y quienes est¨¢n en la pomada es que los toros de ambos hierros son "del Capea", con referencia al matador de toros retirado Ni?o de la Capea, y cada vez que lidia aprovechan para cantarle albricias por la impecable presencia de las reses y la excelsitud de su bravura. Pero en los tendidos la afici¨®n tiene muy distinto parecer. En los tendidos lo que se o¨ªa era: "?Vaya ganao!", con tono de decepci¨®n y aires despectivos. Son las dos Espa?as. Taurinas, evidentemente.En efecto: ?Vaya ganao!
Lorenzo / Moreno, Morante, Ram¨ªrez
Toros de Carmen Lorenzo (3?, devuelto por inv¨¢lido), bien presentados en general, inv¨¢lidos, mansos de media casta, excepto 2?, fuerte y encastado. Sobrero de Pedro y Ver¨®nica Guti¨¦rrez, descastado. Jos¨¦ Luis Moreno: media a toro arrancado, rueda de peones -aviso-, tres descabellos y otro barrenando (silencio); estocada perdiendo la muleta (oreja). Morante de la Puebla: pinchazo, estocada corta atravesada ca¨ªda, rueda insistente de peones y descabello (silencio); estocada y rueda de peones (ovaci¨®n y salida al tercio). Alberto Ram¨ªrez: dos pinchazos -aviso con mucho retraso-, pinchazo y dos descabellos (silencio); dos pinchazos, otro perdiendo la muleta, estocada corta -aviso con mucho retraso- y descabello (silencio).Plaza de Valencia, 16 de marzo. Quinta corrida fallera. Dos tercios de entrada.
Hubo un toro -fue el segundo- que se salv¨® por su fortaleza y su casta brava. Se dice en sentido gen¨¦rico -la casta propia del toro de lidia-, pues bravura ya ten¨ªa menos. Y adem¨¢s, no se cay¨®. El segundo toro de Carmen Lorenzo embest¨ªa recrecido y correoso; demasiada carga agresiva para el falso toreo que hoy se lleva. Lo parad¨®jico es que correspondi¨® a Morante de la Puebla. Y, lejos de emplear el toreo bueno que atesora, se convirti¨® en un vulgar pegapases. De manera que muchos pases dio, la mayor¨ªa precipitados, ninguno bueno; todos de usar y tirar. Si llega a ser uno de esos toreros del mont¨®n que ejercen la militancia pegapasista, se habr¨ªa podido comprender. Pero trat¨¢ndose de Morante de la Puebla corresponde se?alar que la casta del toro se le fue viva.
Los restantes toros, incluido el sobrero, salieron inv¨¢lidos; resultaron de media casta, m¨¢s distantes de la bravura que de la moruchez. Y si algo bueno ocurri¨® en el redondel se debi¨® a la tenacidad de los toreros para sacarles partido, a su voluntad de agradar, a su generosa entrega poniendo a contribuci¨®n del ¨¦xito lo mejor de su arte.
No les falt¨® arte a ninguno de los tres. Principalmente no les falt¨® verg¨¹enza torera, y en vez de torear para la galer¨ªa -que tambi¨¦n eso se lleva-, entraron por la senda de la autenticidad. Y tan pronto tanteaban la catadura del toro, y lo llevaban al terreno que consideraban de su conveniencia, ya se hab¨ªan echado la muleta a la izquierda.
Morante, en el toro tonto que hizo quinto, sac¨® de aquella categor¨ªa algunos pases, que acababan desluci¨¦ndose, pues el toro, o se desplomaba o se ca¨ªa de culo. Resolvi¨® adornarse e incluy¨® un kikirik¨ª, ante el general asombro, pues este bonito muletazo de recurso muchos no lo hab¨ªan visto jam¨¢s.
Pundonoroso y valiente se present¨®, asimismo, Jos¨¦ Luis Moreno. Y, por a?adidura, dominador, tirando de las embestidas renuentes, obligando a los descastados espec¨ªmenes a humillar y tomar el enga?o hasta donde dijera basta. Muletazos largos dio, por tanto, Jos¨¦ Luis Moreno, salvo cuando los toros ca¨ªan de hinojos y entonces hab¨ªan de quedarse a medias. El natural interruptus se llama esa figura.
Alguien crey¨® advertir que Jos¨¦ Luis Moreno toreaba muy r¨¢pido y forzado. Hac¨ªa falta, en realidad. Mas los taurinos -probablemente siguiendo las lecciones de alg¨²n apoderado pose¨ªdo por la audacia fruto de la ignorancia- tienen acu?ado que a los toros, preferentemente si se comportan inciertos, hay que "hacerles las cosas bien". Tienen raz¨®n. Si, por ejemplo, hay que ponerles un grifo, no ahorrar en la estopa para que no gotee.
Hacer las cosas bien, o hacer las cosas despacito, son, en las entendederas de los taurinos, axiomas, y lo dicen como si saber eso otorgara t¨ªtulo de maestro. Tales axiomas, y lo de "p¨®nsela", y lo de "toca", y lo de "vamos a gustarnos, Jos¨¦ Mari", deben de ser las reglas que se le olvid¨® meter a Montes en su Tauromaquia.
Por fortuna hay toreros que no hacen caso de la estulticia y, simplemente, se ponen a torear. Alberto Ram¨ªrez se pon¨ªa a torear: simplemente. Ofreciendo el medio pecho al citar, la pata'lante al embarcar, casi siempre con la muleta en la izquierda, intentaba, y aleatoriamente consegu¨ªa, el toreo que llamamos bueno (el malo, seg¨²n los taurinos, los pegapases y su corte de aduladores). No siempre, pues para sacar partido de aquel ganao que se ca¨ªa, no humillaba, se quedaba parado y entontecido mirando al Micalet, a veces casi hab¨ªa que hacerlo a brazo. Los grandes fallos de Alberto Ram¨ªrez, sin embargo, consistieron en que no acababa nunca y manejaba la espada al estilo pincha¨²vas.
Cuando arrastraban al ¨²ltimo morucho era ya noche cerrada. Y fue un triste final, la verdad, a oscuras y con esas pintas.
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