El Vaticano acelera la canonizaci¨®n de Pablo VI, el papa que conden¨® la p¨ªldora
Estancados los procesos de beatificaci¨®n de P¨ªo XII y Juan XXIII
Juan Pablo II quiere que el papa que le hizo cardenal en 1967 sea proclamado santo cuanto antes. La causa de beatificaci¨®n y canonizaci¨®n de Pablo VI concluye hoy en su fase diocesana, tras seis a?os de trabajos, seg¨²n el breve comunicado difundido el lunes por el vicariato de Roma. El proceso se abri¨® en 1993, 15 a?os despu¨¦s de la muerte de Pablo VI, y ahora pasar¨¢ a la Congregaci¨®n para la Causa de los Santos. Contiene 155 testimonios de santidad. Pablo VI fue elegido papa en 1963, a los 66 a?os, y muri¨® de c¨¢ncer en 1978.
La celeridad con que el Vaticano conduce la canonizaci¨®n de Pablo VI contrasta con la lentitud del proceso de beatificaci¨®n de Juan XXIII y P¨ªo XII, cuyas causas fueron iniciadas por aclamaci¨®n de los casi tres mil obispos del Concilio Vaticano II.Pablo VI fue el eclesi¨¢stico preferido del aristocr¨¢tico P¨ªo XII, y tambi¨¦n el elegido del campechano y humilde Juan XXIII. Con los dos se entendi¨® y a los dos ayud¨® con eficacia. Era, adem¨¢s, un papa de fuertes inquietudes pol¨ªticas. Su padre fue diputado del Partido Popular italiano (actual Democracia Cristiana), y durante la dictadura de Mussolini, los fascistas le atacaron hasta lograr su retirada a un papel secundario en la curia vaticana, protegido por P¨ªo XII. Tampoco se llev¨® bien con el dictador Franco, al que sac¨® de quicio reclam¨¢ndole p¨²blicamente el perd¨®n para los condenados a muerte.
Durante su pontificado, los cat¨®licos empezaron a rezar en mil lenguas, se simplificaron las ceremonias, desaparecieron algunas pompas y vanidades, y los cardenales tuvieron que jubilarse a los 80 a?os, y los obispos a los 75. Pablo VI admir¨® al mundo con sus viajes (el primer Papa viajero), e irrit¨® a los sectores conservadores porque les hizo cumplir sin remedio los acuerdos del revolucionario Concilio Vaticano II. Pero decepcion¨® a los progresistas con la enc¨ªclica Humanae Vitae. Su rechazo de la p¨ªldora anticonceptiva, un descubrimiento impresionante en el que los te¨®logos ve¨ªan una salida a las tradicionales objeciones de la Iglesia, provoc¨® manifestaciones callejeras en aquel a?o m¨ªtico de 1968. Muchos de los te¨®logos conciliares, encabezados por Hans K¨¹ng, creyeron traicionado el esp¨ªritu del Vaticano II. "Es una desgracia que pueda existir ese abismo entre la doctrina oficial y la pr¨¢ctica de las personas", dijo K¨¹ng.
Por primera vez, una comisi¨®n abierta a seglares y mujeres hab¨ªa trabajado para el Vaticano recogiendo miles de testimonios de creyentes. El informe reproduc¨ªa declaraciones de una gran crudeza sobre sufrimientos ocasionados en el matrimonio cat¨®lico por una moral sexual que los avances cient¨ªficos y la presi¨®n de las costumbres hab¨ªan dejado obsoleta. Pero el Papa, despu¨¦s de dos a?os de reflexi¨®n, habl¨® en junio de 1968, y dijo no a cualquier m¨¦todo artificial de control de la natalidad. "Esperamos que todos acepten este documento porque en ¨¦l est¨¢ la verdad", dijo.
Era como si supiera lo que se le ven¨ªa encima por dar la espalda, por primera vez, al mandato de Juan XXIII de mirar sin temor al futuro y "ver lo que est¨¢ ocurriendo". Pablo VI volv¨ªa, adem¨¢s, a imponer la doctrina, arrumbada por el concilio, de que la Iglesia est¨¢ siempre en posesi¨®n de la (¨²nica) verdad.
Millones de cat¨®licos decidieron entonces poner en cuesti¨®n el derecho del papa a dar ¨®rdenes. La insurrecci¨®n sigue vigente. Pero Pablo VI demostr¨® m¨¢s tarde un esp¨ªritu abierto. Fue revolucionaria, y muy generosa, su decisi¨®n de dispensar del celibato (y que pudieran casarse por la Iglesia), a miles de sacerdotes, religiosos y religiosas que no quer¨ªan seguir ejerciendo su ministerio.
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