La caja de los hilos
JUSTO NAVARRO Quien desde M¨¢laga se dirige hacia la costa de Granada puede ver cerca de Torrox, en la playa de Calaceite, los restos de un barco hundido que asoma del agua a 15 metros de la orilla. Ayer, en el autob¨²s, una se?ora le dec¨ªa a su ni?a: -Mira, es el Titanic. No es el Titanic. Es el Delf¨ªn, mercante que en 1937, durante el cerco de M¨¢laga por las tropas del italiano Giuseppe Guazaldo, acud¨ªa desde Levante en auxilio de la ciudad republicana. Cargaba papel de fumar, alpargatas, mantas, navajas, harina y vino. Lo cuenta Javier N¨²?ez en La caja de los hilos, obra ingente, 800 p¨¢ginas en dos tomos, memoria de Javier N¨²?ez y de un pueblo malague?o, Torrox, desde los ¨²ltimos a?os del siglo XIX hasta el verano de 1943. N¨²?ez era un ni?o cuando el Delf¨ªn, bajo el acoso de un destructor y dos hidroaviones franquistas, encall¨® en Calaceite. Veo la foto del mercante varado en la p¨¢gina 67 del tomo segundo de La caja de los hilos, titulado A vueltas con la memoria. El Delf¨ªn acab¨® partido en dos por los torpedos de un submarino, y de sus bodegas una cuadrilla de obreros y un buzo rescataron la mercanc¨ªa cuando Torrox ya era un pueblo de Falange. 100 barriles de vino n¨¢ufrago acabaron en poder de un cosechero de M¨¢laga, y Javier N¨²?ez estuvo entre los ni?os que limpiaron con vinagre el ¨®xido de las navajas rescatadas del hundimiento. ?Qu¨¦ sentido tiene recordar estas historias? La trilog¨ªa de Javier N¨²?ez (falta a¨²n un tomo por escribir: N¨²?ez sigue recordando y escribiendo) es como una larga conversaci¨®n: Javier N¨²?ez va siguiendo las huellas de su memoria mientras habla con familiares y conocidos, lee los archivos del municipio y de la provincia, y los peri¨®dicos del pasado, y mira fotograf¨ªas, que ayudan a recordar y aparecen en las p¨¢ginas de su libro, como si su libro fuera precisamente la caja de los hilos donde se guardan las fotos de una familia. Imaginando y buscando su pasado, Javier N¨²?ez ha encontrado un pasado com¨²n, es decir, una comunidad. Es excepcional la obra de Javier N¨²?ez. No me parece balad¨ª que, junto a la perfectamente documentada historia militar de la provincia de M¨¢laga en 1936 y 1937, conozcamos lo que com¨ªa una familia de clase media en un pueblo andaluz de 1940: lentejas a mediod¨ªa y gachas de harina lacteada con patatas fritas migadas para la cena. Es un prodigio o¨ªr ahora las letras que se cantaron en el ¨²ltimo carnaval antes de Franco, oler la cera derretida en funciones religiosas de 1940, ver el blanco de las bodas de entonces y el negro de aquellos funerales, sentir los efectos y el sabor de un whisky fabricado en 1942 en la comarca y llamado Centuri¨®n, o admirar a un barbero absolutamente mudo que dominaba el arte del chismorreo mediante gestos aparatosos y gru?idos elocuentes. La memoria est¨¢ sujeta a leyes ininteligibles: Javier N¨²?ez confiesa no recordar al maestro visto todos los d¨ªas durante nueve meses, pero s¨ª la nariz y los pechos de la mujer del maestro. Son un prodigio estas 800 p¨¢ginas: recordar qui¨¦nes fuimos sirve para saber qui¨¦nes somos. Nos salva del tiempo quien escribe lo que fue y ya no es y ahora es nosotros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.