Menos dogmas en Pek¨ªn
LOS DIRIGENTES chinos, desazonados por las repercusiones de la aguda crisis asi¨¢tica, acaban de inscribir en la Constituci¨®n el papel de la econom¨ªa privada. El pa¨ªs m¨¢s poblado del mundo sigue siendo una dictadura, pero veinte a?os de crecimiento han empujado a China a formas econ¨®micas m¨¢s compatibles con uno de los objetivos supremos de sus dirigentes, el crecimiento. El otro, ¨ªntimamente vinculado, es la estabilidad social, que el primer ministro, Zhu Rongji, considera amenazada a juzgar por sus reiteradas advertencias en los ¨²ltimos d¨ªas.La novedad real de la reci¨¦n acabada sesi¨®n anual del sumiso Parlamento (Asamblea Nacional Popular) es la respetabilidad ganada finalmente por el sector privado, considerado hasta ahora el par¨¢sito inevitable de la econom¨ªa socialista de mercado. Los tres mil diputados reunidos en Pek¨ªn para santificar las decisiones del presidente, Jiang Zemin, y el jefe del Gobierno han votado trufar la Constituci¨®n de 1982, que tiene como referentes a Marx, Lenin y Mao, con el pensamiento de Deng Xiaoping, el padre de las reformas econ¨®micas emprendidas en 1978. Se reconoce as¨ª institucionalmente, por primera vez en medio siglo, la importancia del bolsillo privado como complemento de la planificaci¨®n ortodoxa.
Pek¨ªn ha aprendido de la crisis asi¨¢tica que el aumento de la riqueza -situado oficialmente el a?o pasado casi en el 8%- pasa inevitablemente por la p¨¦rdida del protagonismo del Estado. A diferencia de sus vecinos, China no est¨¢ en recesi¨®n, pero su tejido econ¨®mico b¨¢sico es sombr¨ªo. Cientos de miles de empresas estatales tienen l¨ªmites de endeudamiento dif¨ªciles de asimilar para una mentalidad capitalista. A las peque?as y medianas se les dice ya que deben empezar a valerse por s¨ª mismas; en muchas han comenzado los despidos o su camuflaje como vacaciones sin paga. El porcentaje de incobrables de los bancos estatales llega en algunos casos al 50%. Nadie se atrever¨ªa a pronunciar la palabra privatizaci¨®n, pero las dificultades han forzado a los dirigentes del gigante asi¨¢tico a adoptar medidas para sacar al Estado de los negocios. Algunas tan llamativas como el ultim¨¢tum a las Fuerzas Armadas, metidas hasta las cejas en el mundo del dinero, para que se concentren en su tarea primordial.
A cambio, el Gobierno ha prometido a los chinos un ambicioso new deal y guerra sin cuartel a las "fuerzas antisociales", b¨¢sicamente el expolio a que jefes locales del partido comunista siguen sometiendo, en forma de impuestos ilegales, a campesinos y habitantes de ciudades peque?as. Es una de cal y otra de arena. Mano de hierro contra cualquier forma de disidencia y anuncio de mejor trato para los millones de ciudadanos que, por el deterioro econ¨®mico, podr¨ªan llegar a verse tentados por un estado de agitaci¨®n al que Pek¨ªn teme por encima de todas las cosas.
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