Idus de marzo
JOS? RAM?N GINER Si me aseguraran, cualquiera de estos d¨ªas, que han visto al alcalde D¨ªaz Alperi sacrificando unos carneros en la playa de El Postiguet o peregrinando descalzo, y dentro del mayor recogimiento, hacia el monasterio de la Santa Faz, no me extra?ar¨ªa en absoluto. Al contrario, me parecer¨ªa una actitud muy natural. Si algo precisa el alcalde de Alicante, en estos momentos, es una considerable ayuda espiritual para sobreponerse a la mala suerte. Desde hace un par de semanas, cuando, en una vistosa ceremonia, don Eduardo Zaplana proclamara a Luis D¨ªaz como candidato del Partido Popular a la alcald¨ªa de Alicante, no han dejado de sucederse las desgracias para el candidato, que vive unos momentos de inquietud y pesadumbre, mientras duda de su porvenir. La primera de estas desventuras sobrevino d¨ªas pasados. Se inauguraba el nuevo tranv¨ªa de la ciudad. Una peque?a l¨ªnea piloto, de poco m¨¢s de tres kil¨®metros de longitud, sobre la que los alicantinos todav¨ªa se preguntan las razones de su apresurada instalaci¨®n. La l¨ªnea fue estrenada, como es de suponer, con la pompa reservada a las grandes ocasiones. Varias decenas de autoridades se presentaron en el and¨¦n para inmortalizarse en la fotograf¨ªa. Unas horas m¨¢s tarde, apagados los ecos de la fiesta, el tranv¨ªa descarrilaba por causa de unos problemas t¨¦cnicos que, con las prisas electorales, se hab¨ªan pasado por alto. La siguiente desgracia fue, si cabe, m¨¢s sentida pues afect¨® al acuario de la plaza Nueva que tanto estima Luis D¨ªaz. D¨ªaz fue un gran defensor de este acuario frente a las voces de muchos ciudadanos que lo consideraban rid¨ªculo y de presupuesto excesivo. Lisas, sargos y doradas vieron su vida en peligro cuando, debido a una aver¨ªa, se derramaron m¨¢s de 20 mil litros de agua de mar. Afortunadamente, todo qued¨® en un susto. El acuario de la plaza Nueva es, junto con el reformado paseo de Ramiro, una de las grandes obras p¨²blicas de la legislatura popular. Para mi gusto, un estupendo ejemplo de la ciudad que quieren los pol¨ªticos de nuestra derecha. Sin embargo, la mayor contrariedad para D¨ªaz Alperi no vendr¨ªa de la mano de las obras p¨²blicas, sino de una sentencia de los tribunales. Por ella, los alicantinos supimos que nuestro alcalde hab¨ªa ordenado a la polic¨ªa municipal que no retirara el coche de su cu?ado, en el transcurso de un incidente en el que ¨¦ste fue detenido por conducir bajo los efectos del alcohol. El asunto ha sido grave y el alcalde se ha puesto en evidencia ante la opini¨®n p¨²blica. Los ciudadanos pueden encogerse de hombros ante ciertos desastres urban¨ªsticos que juzgan irremediables, pero se exasperan ante un trato de favor. A la vista de lo sucedido, muchas personas y, especialmente, los partidos de la oposici¨®n consideran que el alcalde D¨ªaz ha perdido autoridad y vaticinan unos meses convulsos para la ciudad de Alicante. Sin duda, estas personas exageran. Yo no creo que la situaci¨®n llegue a ser tan grave como suponen. Entre otras cosas, porque hace ya tiempo que D¨ªaz Alperi no ejerce su autoridad y, por lo tanto, no veo forma de que disminuya la misma. Basta repasar los diarios para advertir c¨®mo las grandes decisiones -ah¨ª est¨¢n los casos del centro Gran V¨ªa, de Continente o de la nueva zona l¨²dica del puerto- las toman los grupos inversores, mientras el nuevo planeamiento urbano de la ciudad lo dise?an los se?ores constructores. ?Por qu¨¦ alarmarnos, entonces?
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