Un narrador de fondo
Hace dos a?os ya, y en una ocasi¨®n semejante, a prop¨®sito esa vez de la concesi¨®n del Premio de la Cr¨ªtica 1996 a Las bailarinas muertas (novela que hab¨ªa obtenido ya el XIV Premio Herralde), se adjudic¨® a la opci¨®n narrativa de Antonio Soler la etiqueta un tanto chocante de "tremendismo l¨ªrico". Para justificarla se pretend¨ªa que si Soler, por un lado, incurr¨ªa en esa particular estilizaci¨®n del realismo que se ha dado en llamar "tremendismo" (en un sentido, desde luego, m¨¢s amplio que el relativo a ciertas manifestaciones particulares de la narrativa espa?ola durante los a?os cuarenta), por el otro lo hac¨ªa empleando un lenguaje de gran carga l¨ªrica, amenazado incluso por un preciosismo excesivo. En cualquier caso, esta doble estilizaci¨®n de la realidad y del lenguaje, cada una operando en un sentido opuesto, constituye hasta la fecha el atractivo mayor de la obra de Soler, autor sobre el que ha venido acumul¨¢ndose una expectativa que ojal¨¢ la novela reci¨¦n galardonada con el Premio Primavera justifique y confirme.No son pocos los riesgos que acechan a una opci¨®n narrativa como la suya, pero el crecimiento mostrado de uno a otro de sus libros (desde los relatos reunidos en Extranjeros en la noche, de 1992, hasta la ya citada Las bailarinas muertas, pasando por Modelo de pasi¨®n, de 1993, y Los h¨¦roes de la frontera, de 1995) mueve a pensar que Soler puede muy bien contribuir a la solera literaria de un premio de gran impacto comercial que todav¨ªa tiene que consolidar su prestigio.
Soler pertenece a una promoci¨®n literaria de dif¨ªcil ubicaci¨®n, por cuanto debut¨® cuando la resaca de la llamada por alguno "pleamar de los ochenta" cedi¨® terreno a una casi hist¨¦rica expectaci¨®n de j¨®venes narradores, debida a una demasiado mec¨¢nica asociaci¨®n de los conceptos de juventud y novedad. Deshaciendo este y otros equ¨ªvocos, han sido un pu?ado de autores ya no tan j¨®venes quienes, como Soler, han hecho algunas de las m¨¢s interesantes aportaciones narrativas a una d¨¦cada en la que sus nombres han ido abri¨¦ndose paso con la perseverancia de quienes, desentendidos de poses extravagantes, hicieron su aprendizaje en la lectura ya no necesariamente pol¨¦mica de la tradici¨®n propia.
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