Manual sobre la caza del libro
Costumbres, gustos y man¨ªas de los 250.000 clientes de un 'supermercado cultural'
Visitantes de bolsillo vac¨ªo a la caza de lectura gratis; eruditos en busca de novedades extranjeras; desorientados que optan por obras de famoseo y premios masivos para el regalo de compromiso; sibaritas que no se conforman con cualquier recetario gastron¨®mico y esnobs interesados en el ¨²ltimo libro de fotograf¨ªas de desnudos. Todos estos tipos se entremezclan en la FNAC, uno de los supermercados culturales de Madrid. Rarezas aparte, el p¨²blico com¨²n goza campando a sus anchas por el edificio sin la sombra del vendedor ansioso.Los profesionales de esta factor¨ªa francesa han trazado un retrato de los 250.000 compradores que pasan cada mes por el centro, a partir de la observaci¨®n diaria entre anaqueles. "Las mujeres compran m¨¢s narrativa y relatos de ficci¨®n, mientras que los hombres prefieren el ensayo y los manuales t¨¦cnicos o jur¨ªdicos", comenta Mar¨ªa Jos¨¦ Garc¨ªa, experta en la venta de libros. Desde su atalaya de la cuarta planta de la tienda, esta vendedora elogia la seguridad de la mayor¨ªa de los clientes: "El 90% llega y se sirve, y s¨®lo nos preguntan los que no se acuerdan del t¨ªtulo o los que buscan algo muy raro". Eso s¨ª, en ocasiones les ponen a prueba sus dotes adivinatorias.
"Hay gente que viene con la ¨²nica referencia del color de la portada, una palabra del t¨ªtulo o un peque?o detalle del argumento". Soluci¨®n: c¨®nclave de vendedores exprimi¨¦ndose la sesera para salir airosos del entuerto. Otras veces, un t¨ªtulo farragoso o dif¨ªcil de memorizar es lo de menos para que un libro se venda a pu?ados. "El boca a boca funciona muy bien, y as¨ª, los que m¨¢s se venden son los best-sellers; por ejemplo, casi nadie se acordaba de El sable del caudillo, de Vilallonga, o de Los papeles del Cesid, de Pilar Urbano, y sin embargo se vendieron como churros".
La est¨¦tica del lector manda lo suyo. Los tipos con aros en las fosas nasales y tatuajes varios apuestan por Ray Loriga; las mujeres maduras con indumentaria desenfadada buscan a Carmen Alborch, y los cuarentones de apariencia impecable y trato exquisito se decantan por la poes¨ªa de Jos¨¦ Hierro y ?ngel Gonz¨¢lez sobre todo.
La memoria del vendedor
En esta planta, los vendedores no s¨®lo deben conocerse al dedillo los t¨ªtulos reci¨¦n llegados, sino tambi¨¦n los autores de las ediciones de bolsillo e incluso los libros que est¨¢n descatalogados. Almacenar tanto dato en la memoria requiere entrenamiento, seg¨²n Mar¨ªa Jos¨¦ Garc¨ªa. "Los suplementos literarios de los peri¨®dicos y las revistas especializadas no nos sirven para leer, sino para empollar. Al Babelia le llamamos la biblia porque nos informa de lo nuevo que se avecina", apunta.Una planta m¨¢s abajo, el p¨²blico es a¨²n m¨¢s variado al tratarse de un departamento donde conviven gu¨ªas de naturaleza con recetarios de cocina, manuales de viaje, libros en otros idiomas y ¨¢lbumes de fotos. Mar Calenti, de 33 a?os, percibe m¨¢s pasi¨®n entre los compradores de la tercera. "Vienen en busca de algo que ya tienen en mente y desean con mucha fuerza. A¨²n recuerdo a una quincea?era que se nos ech¨® a llorar porque se hab¨ªan agotado los libros de los Back Street Boys", se?ala. En este departamento se nota m¨¢s la relaci¨®n entre el perfil personal y el producto que se busca. As¨ª, el p¨²blico de 45 a 55 a?os "se vuelve loco" con los libros sobre remedios naturales y consejos de la abuela; los padres con papelito en la mano siempre ejercen de recaderos de sus hijos, que les env¨ªan a comprar los libros de ingl¨¦s recomendados en el colegio, y los treinta?eros con pelos de colores e indumentaria distinta suelen demandar libros sobre fotograf¨ªas de desnudos. "Quienes reclaman libros en franc¨¦s son personas maduras conocedoras de las ¨²ltimas novedades que a veces no han llegado a Espa?a; los hombres que buscan manuales de cocina no quieren los recetarios m¨¢s pr¨¢cticos, sino las gu¨ªas m¨¢s sibaritas, y la gente muy moderna siempre est¨¢ concentrada en la secci¨®n de juegos y ficciones", subraya Calenti. En esta planta hay un anfiteatro escaso, casi siempre rebosante de p¨²blico que lee con m¨²sica cl¨¢sica de fondo. Este rinc¨®n hace las veces de biblioteca para visitantes con apreturas econ¨®micas. "A algunos ya los conocemos de verlos todos los d¨ªas y sabemos que se leen un cap¨ªtulo cada vez, pero no nos molesta porque son muy cuidadosos con los libros", explica David Cebri¨¢n, del departamento de comunicaci¨®n de la FNAC.
Los mel¨®manos, fans y otros miembros de la prole de la m¨²sica paran en la segunda planta. All¨ª est¨¢ Jes¨²s Amaro, de 25 a?os, de memoria infinita y o¨ªdo casi adivinatorio. Este joven se pasa las horas indicando al p¨²blico estantes, nombres y canciones, a veces con el ¨²nico referente de un silbo, una horrible interpretaci¨®n a capella o incluso un baile. La intuici¨®n les granjea ¨¦xitos, como en el caso de una pareja que iba arrull¨¢ndose por el pasillo y un vendedor les sali¨® al paso ofreci¨¦ndoles el disco de Rosana. "?C¨®mo has sabido que era ¨¦ste el disco que busc¨¢bamos?", inquiri¨® asombrada la pareja.
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