El arma de Milosevic
El debate ayer sobre la ex Yugoslavia y hoy sobre Kosovo, contiene m¨¢s interrogantes que respuestas. Cada propuesta, cada actuaci¨®n, nos obliga a preguntarnos si deber¨ªa hacerse, si se ha hecho demasiado tarde o demasiado pronto. Demasiadas cosas se han arrastrado m¨¢s de la cuenta y demasiadas jam¨¢s se han emprendido. Los interrogantes que hoy se plantean con extrema urgencia tienen que ver con la decisi¨®n de atacar, finalmente, al m¨¢s culpable; con el momento y los medios elegidos; con la naturaleza y la duraci¨®n de las operaciones. Y, por ¨²ltimo: hasta cu¨¢ndo Milosevic podr¨¢ desafiar al mundo tras haber contribuido, m¨¢s que nadie, a la tragedia de Yugoslavia.Las respuestas a estas cuestiones var¨ªan de un d¨ªa para otro. Antes de decidirme a tomar un estado "entre asilo y exilio", un a?o antes de que estallara la guerra en Yugoslavia, pude publicar en Belgrado una carta abierta a Milosevic en la que le propon¨ªa que dimitiera. "M¨¢s tarde ser¨¢ necesario el suicidio". Ahora, ni siquiera el suicidio bastar¨ªa. M¨¢s tarde record¨¦ a aquellos que, en las instituciones internacionales, le daban una importancia exagerada que tuvieran en cuenta que su padre, su madre y uno de sus t¨ªos se hab¨ªan suicidado, lo mismo que el padre de Franjo Tudjman (que, asimismo, mat¨® a su esposa). Propon¨ªa que se estableciera una relaci¨®n entre "la gen¨¦tica y la geopol¨ªtica": cuando los suicidas no se matan se hacen sustituir por otros, a veces, todo un pueblo que perece en el campo de batalla. Sab¨ªa que esta teor¨ªa no ten¨ªa nada de cient¨ªfica y me serv¨ªa de ella como una advertencia frente a la tragedia que iba golpeando en aumento a mi ex pa¨ªs. Por desgracia, las consecuencias justificaban esas precauciones y esos diagn¨®sticos.
?Cu¨¢ntas "fases" del ataque podr¨¢ soportar Milosevic: una, dos o las cuatro previstas? (?Otra nueva pregunta?). No veo a nadie de su entorno con capacidad de retenerle. Ser¨¢ ¨¦l quien tome la decisi¨®n, y lo har¨¢ en un momento imprevisible. Los s¨¢trapas -y ¨¦l lo es- no se dejan ablandar por los "sufrimientos del pueblo". La propaganda de la que se ha rodeado cumple excelentemente su funci¨®n. Tiene, entre otras, un arma que ha demostrado ser tremendamente eficaz, y de la que no se han dado cuenta los que hoy le atacan. No es dif¨ªcil de descubrir, y mucho menos de apreciar su eficacia.
Kosovo tiene su realidad y su mito. La antigua batalla del siglo XIV contra el ej¨¦rcito otomano, en la que encontraron la muerte un pr¨ªncipe serbio y un sult¨¢n turco, ha tenido una influencia real en la historia y la conciencia de Serbia. (No es ¨²nicamente en los Balcanes donde algunas heridas terminan siendo acontecimientos fundadores). Es el caso de la batalla de Kosovo. Sus particulares condiciones han dado a este acontecimiento una dimensi¨®n m¨ªtica incuestionable, inscrita en una poes¨ªa nacional de tipo hom¨¦rico que se halla entre las m¨¢s bellas de nuestro continente. Ya antes de esta ¨²ltima guerra balc¨¢nica la pol¨ªtica -no s¨®lo la demagogia- se sirvi¨® en m¨¢s de una ocasi¨®n del esplendor del mito, separado de su contenido real y realista.
Nadie ha comprendido esto mejor que Milosevic. Ning¨²n d¨¦spota ha evaluado mejor la fuerza de este arma. Ha sido en Kosovo donde este dirigente de segunda fila de la Liga de los comunistas yugoslavos, ha hecho su primera haza?a en la Serbia postitista, y ello le ha permiti¨® eliminar, r¨¢pidamente, a todos los que han intentado pararle.
He escuchado su discurso a la naci¨®n serbia, pronunciado inmediatamente despu¨¦s del ataque. Este antiguo funcionario de la banca yugoslava en Nueva York no ha pasado por la escuela del lenguaje politiquero y marxistoide. En su frase, incisiva y martilleante, no hay nada superfluo. Ha sabido poner su extraordinaria habilidad o astucia al servicio de un mito del que se sirve en su trabajo diab¨®lico. Cada arma, incluso la m¨¢s poderosa, termina por perder su eficacia. ?Habr¨¢ alguna que pueda sustituir a ¨¦sta? Responder¨¦ con otra pregunta: ?Hasta cu¨¢ndo podr¨¢ utilizar su mort¨ªfero instrumento?
En cualquier caso, he reaccionado al ataque contra ¨¦l y contra Serbia con un sentimiento ambivalente: el s¨¢trapa merece ser eliminado de la escena pol¨ªtica del modo m¨¢s brutal; pero el pueblo serbio -para m¨ª, un pueblo fraterno que ha sufrido mucho en el trascurso de este siglo- sufre una vez m¨¢s un doloroso castigo, enga?ado por una manipulaci¨®n indigna de sus tradiciones, vergonzosa y sat¨¢nica. La descomposici¨®n de Yugoslavia jam¨¢s ha apagado en m¨ª la estima y simpat¨ªa que tengo a Belgrado. Y esta simpat¨ªa tampoco me ha cegado ante el mal que el monstruo de Belgrado ha causado a los kosovares, tanto serbios como albaneses, a su naci¨®n, y a todas las que en un tiempo formaron parte de Yugoslavia.
Predrag Matvejevic, escritor nacido en Bosnia-Herzegovina, de madre croata y padre ruso, es profesor de Lengua y Literatura Eslavas. Reside en Italia.
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