Se proh¨ªbe pregonar
J. M. CABALLERO BONALD Hay voceros municipales empe?ados en decretar el mutismo ajeno. Se trata de una variante sumamente curiosa de la estulticia. Lo digo porque acabo de saber que el Ayuntamiento de Granada, o el negociado correspondiente, ha decidido prohibir el viejo y acreditado h¨¢bito de pregonar los productos que se exhiben en los mercados. La verdad es que uno acaba habitu¨¢ndose a que ciertos ediles act¨²en con la lucidez muy disminuida, pero es que hay disparates que claman al cielo, dicho sea con ¨¢nimo de infringir la prohibici¨®n. Una de dos: o muchas ordenanzas municipales son iniciativas de majaderos o es que se est¨¢ intensificando la tendencia a joder al pr¨®jimo. Yo me jacto de conocer los principales mercados y plazas de abastos espa?oles. Los visito cada vez que puedo, entre otras cosas porque siempre he cre¨ªdo que era en los mercados y los barrios de putas donde mejor se manifestaban los rudimentos sociol¨®gicos de una colectividad. O sea, que tambi¨¦n conozco la plaza de abastos de Granada -la de San Agust¨ªn-, aunque no recuerdo muy bien la calidad de sus pregones. Creo que, en este sentido, la palma se la lleva C¨¢diz, donde aparte del esplendor manifiesto de la pescader¨ªa -s¨®lo comparable a la de San Sebasti¨¢n o Vigo- pueden o¨ªrse unos reclamos absolutamente memorables por parte de los vendedores. Andar por ah¨ª, abrirse paso entre esa algazara generalmente sugestiva, es una magn¨ªfica lecci¨®n de antropolog¨ªa social. No entiendo c¨®mo se le puede ocurrir a nadie la estupidez de vetar que se pregonen las presuntas excelencias de una mercanc¨ªa. Pero tampoco es ¨¦sta la primera vez que se incurre en semejante desprop¨®sito. En tiempos de la dictadura, cuando el que levantaba la voz se expon¨ªa a ser condenado por propaganda ilegal, tambi¨¦n se prohibieron los pregones, seguramente por temor a que empezara a cundir el ejemplo y se acabase dando gritos a la libertad. Sin duda que todav¨ªa andan por ah¨ª mun¨ªcipes que opinan lo mismo. O que confunden una plaza de abastos con una multinacional de abastecimientos. Pero no creo que nadie les vaya a hacer maldito el caso. S¨®lo una epidemia de afasia podr¨ªa justificar el silencio de los vendedores de nuestros mercados. Como nadie ignora, los pregones -sobre todo los callejeros- han dado origen a cuantiosas variantes expresivas dentro de determinados folclores musicales. En la mayor¨ªa de los casos el preg¨®n no es s¨®lo una manifestaci¨®n del ingenio o un sabroso incentivo comercial, sino una notable modalidad de los cancioneros populares. Conozco a un pescadero que ha convertido el preg¨®n en un g¨¦nero literario y que, adem¨¢s, ha ido adapt¨¢ndole una m¨²sica de su cosecha ciertamente atractiva. Me imagino la cara que pondr¨ªa si un guardia lo mandase callar en mitad de su actuaci¨®n. A fin de cuentas, despu¨¦s de aquel desapacible "Se proh¨ªbe cantar", le llega ahora el turno al deplorable "Se proh¨ªbe pregonar". El caso es imponer silencio del modo m¨¢s grosero posible. A lo mejor hasta resulta oportuno organizar un concierto de pregones en contra de quien los proh¨ªbe. As¨ª al menos se evitar¨ªa dar la callada por respuesta.
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