El espa?ol sospechoso
Un escritor galleguista no ha resistido los embates de la ira que le provoc¨® mi art¨ªculo El tiempo de la provocaci¨®n, publicado en estas mismas p¨¢ginas hace unas semanas, y se ha desatado en un peri¨®dico de la zona acus¨¢ndome de xenofobia, llam¨¢ndome comisario de la "pureza nacional" y potencial y peligros¨ªsimo represor, pues identifica una alusi¨®n al jacobinismo con la voluntad de quien esto escribe de ejecutar al disidente en la guillotina ("se me encoge mi pobre cuello de escritor gallego si a este hombre le dejasen o xogueti?o").Agradezco al an¨®nimo comunicante el env¨ªo del recorte del peri¨®dico, si su prop¨®sito era amable, y si no lo era tambi¨¦n: siempre es bueno estar informado. Pues yo lo siento mucho, pero no voy a pedir perd¨®n por nada de lo escrito, y no s¨®lo no pido perd¨®n, sino que digo ahora que s¨ª, que como en las de Antonio Machado, hay en mis venas, y siento personalizar y, sobre todo, compararme con el poeta, hay, digo, "gotas de sangre jacobina", esto es, de anhelo de justicia para todos, de voluntad de eliminaci¨®n de los mitos de la conciencia humana (las historias de los dioses, ad pedem literae) y de prop¨®sito de erradicaci¨®n de los privilegios feudales que con otro nombre quieren reaparecer en los nacionalismos que padecemos.
El gallego escritor dice que uno arremete con la gaita (o con la txapela o con la barretina) porque la usan los nacionalistas, pero que si ellos rasguearan la guitarra, se tocaran con sombrero cordob¨¦s o vistieran el traje de lunares, ser¨ªa distinto porque estas cosas son de "buenos espa?oles". Sucede, sin embargo, que no es as¨ª. La realidad es que en 1999 no se construye, o no se debiera construir un pa¨ªs, esto es, una sociedad concertada de ciudadanos que libremente aceptan formar parte de un mismo proyecto hist¨®rico y pol¨ªtico, ni con la guitarra, ni con el traje de lunares, ni con el sombrero cordob¨¦s. La gaita, a la que adoro, puede que para algunos defina a alguna naci¨®n, que yo desconozco; desde luego, ni la guitarra, ni el traje de lunares, ni el sombrero de C¨®rdoba pueden definir una sociedad civilizada en los umbrales del siglo XXI. Decir, como se dice el gallego escritor, que quienes pensamos as¨ª somos los herederos de los que en 1936 fusilaban al grito de "Arriba Espa?a" es, simplemente, calumniar. A falta de argumentaciones, valen los insultos: jacobinos sangrientos, represores de los pueblos, ignorantes de cultura... Siguiendo la dial¨¦ctica del gallego escritor, uno podr¨ªa temer tambi¨¦n por la suerte del cuello propio, pero prefiere concederle al de la gaita, como ¨¦l se autodenomina, la bondad y magnanimidad que ¨¦l le niega a uno de entrada.
Me limitaba a decir en ese art¨ªculo que, guste o no, existe una cultura espa?ola, poderosa, buena y universal, de igual modo que existe Espa?a desde hace al menos cinco siglos y no por imposici¨®n de nadie, sino por la uni¨®n de las dos coronas peninsulares que tuvieron la suficiente entidad para sobrevivir a los ocho siglos de dominio musulm¨¢n. Esto es muy elemental, pero es as¨ª. Y, si alguien o algunos o muchos quieren que no lo sea, pues que no lo sea -la Espa?a actual, no su patrimonio cultural: a Cervantes o a Vel¨¢zquez no hay quien se los cargue-, pero que nos dejen de una vez en paz. Uno est¨¢ hastiado de tener que desayunarse todos los d¨ªas con la ¨²ltima ocurrencia molestona del nacionalista de turno: que Quebec es un referente para Catalu?a, como susurra el m¨¦dico catal¨¢n, que Fernando III era un rey gallego, como dice mi galaico escritor y que en el sur no se enteran de nada, seg¨²n vocea el carlista ex jesuita, y cos¨¬ via.
A uno le gustar¨ªa que su imaginario no estuviese amenazado diariamente por pesadillas y fantasmas de tercera divisi¨®n (o de regional preferente). Uno no quiere seguir siendo un espa?ol sospechoso de ser xen¨®fobo, represivo, ignorante del "hecho diferencial", desconocedor de la sagrada realidad del Quebec que nos habita, y de la herencia y la estirpe de los celtas, ah, sobre todo de los celtas, ¨¦sos no me los toque usted, la cenital referencia, la tel¨²rica dimensi¨®n; ah, ah.
Uno quiere s¨®lo eso, que dejen de meterle todos los d¨ªas los dedos en los ojos: los dedos, o la virutita de madera, o el ¨¢caro, o lo que sea, el incordio.
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