Supertriste
Le¨ªdo en la carta de una lectora a su revista: "Hoy hace un a?o que muri¨® mi Candy y estoy supertriste". Candy era una graciosa iguana, y eso podr¨ªa haberlo escrito tambi¨¦n un lector, porque super- es unisex; y ambos, id¨¦nticamente, podr¨ªan haber dicho que estaban superafligidos/as o superacongojados/as o superfastidiados/as, si hablaban en versi¨®n de c¨¢mara y si transcribimos tales sentimientos con repugnante estilo de circular ortosexual. Esa tumescencia verbal ataca a millares de ciudadanos veintea?eros, y a una multitud talluda contagiada de su inmunodeficiencia idiom¨¢tica. Estalla con vigor en los viernes de litro y jarana, pero no s¨®lo: tambi¨¦n brota en muy amplios sectores del "qualunquismo" hispano, desde el mercadillo a la boutique, y hermana a los famosos de tele y magac¨ªn con sus glosadores simbi¨®ticos.Entre ellos, super- puede crecerle a cualquier adjetivo (o sustantivo) y hay miles de hablantes que se sentir¨ªan desvalidos si no ornaran sus calificaciones con ese bub¨®n: su ligue les parece superguay, gozan de una pareja muy superc¨¢lida, y aquella lectora hall¨® a Candy en el terrario donde dorm¨ªa supermuerta. Si el ¨¢nimo de tales dilatadores se acoge al adverbio, dir¨¢n que se sienten superbien o supermal, tal vez superregular. Es el ¨²ltimo estadio a que ha llegado por ahora la preposici¨®n super, que hab¨ªa sido fecunda en lat¨ªn, ayudando a nacer palabras con el significado de "encima de" o "por encima de". Muchas de ellas perecieron en su viaje a los romances, pero las sobrevivientes fueron tratadas con confianza, y supercilium, por ejemplo, se hizo sobrecejo en castellano, o surcil en franc¨¦s antiguo.
Inquietantes sabios medievales volvieron a tirar de tal formante para se?alar "superioridad no espacial", en docenas de voces como superabnegativus de Boccio, superflexus de Sidonio, o, gala de aquel apogeo, supereminentissimus de San Fulgencio; pero eran indigestibles para el vulgo rudo que, por entonces, ya andaba haciendo picadillo la lengua de Horacio.
Hasta el siglo XVIII, el espa?ol s¨®lo hab¨ªa acogido unas pocas voces de ese legado sabio, tra¨ªdas del lat¨ªn por los doctos: superabundante, superb¨ªsimo, superficial, superfluo, superior... En 1803, el Diccionario acad¨¦mico hab¨ªa incorporado otra como ellas, supereminente. Y hasta 1884 no abre un art¨ªculo para la "preposici¨®n inseparable" super, a la que, entre otras aptitudes, le reconoce la de significar "grado sumo"; lo ejemplifica con el ya dicho superabundante y una palabra moderna: superfino. Era, sin duda, un galicismo de moda, que, por ejemplo, aparec¨ªa aquel a?o en La Regenta, y que se estaba empleando para calificar a las gentes de sangre delicada y a sus cosas, por ejemplo, a los lenguados peque?os -no mayores de diez cent¨ªmetros- que el cocinero Muro exaltaba en 1894 como superfinos.
Cuando esperar¨ªamos una creciente presencia lexicogr¨¢fica de estas formaciones romances paralela al uso, s¨®lo hallamos, en 1970, la inclusi¨®n de super- como formante castellano (y ya no como "preposici¨®n impropia"), indicio claro de que su presencia iba haci¨¦ndose activa y no pod¨ªa dejar de reconocerse. Pero en el infolio no aparece ninguna voz de las que, con parsimonia, se usaban ya, dado el criterio de que, una vez consignados un constituyente l¨¦xico y su significaci¨®n, no se rese?en, por econom¨ªa de espacio, las voces a las que s¨®lo aporta aquel significado: una vez definidos super- y fino, huelga superfino. Sin embargo, a¨²n sigue residual en su columna acad¨¦mica, y continu¨® ejemplificando, ¨¦l solo, el uso superlativo del formante super-, hasta 1992 en que se le junta otra formaci¨®n moderna: superelegante. Era la consagraci¨®n oficial de su pujanza.
Y es que, si no Malherbe, t¨ªo Sam hab¨ªa venido, con su afici¨®n y falta de respeto al lat¨ªn, y super-, pegado con el mayor desparpajo a nombres y adjetivos, le llov¨ªa a Europa desde los alrededores de 1940. Serv¨ªa de arranque a una enorme cantidad de vocablos, a los que aportaba la idea de que la sustancia o cualidad con que aparec¨ªa desposado exced¨ªan mucho de lo normal (el superhombre nietzscheano hab¨ªa sido muy jaleado), de que eran "muy grandes", o de que pose¨ªan magnitudes no comunes (superpetrolero, superpotencia, supercombustible, superbombardero, supers¨®nico, superconductor, supers¨ªntesis...).
Y as¨ª, super- se convirti¨® en arma imprescindible de la publicidad oral y escrita, que hac¨ªa de una pel¨ªcula una superproducci¨®n, de un gran mercado un supermercado (luego, un s¨²per), de un equipo un supercampe¨®n, de un esp¨ªa de celuloide un superagente, de una gasolina con m¨¢s octanos un supercarburante (m¨¢s tarde, la s¨²per); y propon¨ªa a la avidez general estufas supercatal¨ªticas, cremas superhidratantes, compresas superabsorbentes, desodorantes superleales y gomas supersensitivas, mientras surg¨ªan abruptamente superpolic¨ªas, superjueces, superministros y superministras, superl¨ªderes: pocos admin¨ªculos enfatizadores han mostrado mayor potencia gen¨¦sica. Con m¨¢s renuencia, el prol¨ªfico constituyente va apareciendo en textos de intenci¨®n sustancial: superintelectual (Pem¨¢n, 1970), superlleno (S¨¢bato, 1974), superadulto (Onetti, 1979), supered¨ªpico (Garc¨ªa Hortelano, 1984), y ya con vigor, mil m¨¢s.
Pero a lo que estamos, y que es la apropiaci¨®n insaciable de super- por los hispanos, como por los franceses o italianos, a remolque del ingl¨¦s, y que permite eludir otras maneras m¨¢s refinadas de expresar la elaci¨®n. El analfabetismo m¨¢s fan¨¢tico se ha adue?ado entre nosotros de este truco exagerador para calificar y para liberar buena parte de la sobreexcitaci¨®n nerviosa que, en esta ¨¦poca, aqueja a toda la zoolog¨ªa b¨ªpeda, necesitada de expresarlo todo en su ¨¢pice vibrante. Quiz¨¢, alg¨²n chavalillo/a, en la actual nueva edad oscura, est¨¦ diciendo ya, a lo San Fulgencio, que su pareja (?y parejo?) es supercalid¨ªsima/o.
Pero, al lado de super, acechan hiper- y mega-. Pregunto a mi nieta Ana -ocho a?os- qu¨¦ prefiere, si decir que la pel¨ªcula Pocahontas es superbonita o que es hiperbonita. Resuelve sin dudarlo: hiperbonita; y da el porqu¨¦: "Es m¨¢s chulo". Su hermano -seis a?os- asiente: "Chola m¨¢s". "Querr¨¢s decir que mola": "No: digo que chola". Otro nieto, su primo, ocho a?os, ratifica: "S¨ª, chola". He ah¨ª el porvenir.
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