El capote majestuoso de Jos¨¦ Tom¨¢s

Fue visto y no visto, pero ha quedado ya en el recuerdo como un ejemplo may¨²sculo del toreo excelso con el capote. Lo ejecut¨® Jos¨¦ Tom¨¢s, y lo hizo con naturalidad, con profundidad y solemnidad. Lo hizo como debe hacerse el toreo bueno, aunque hoy parezca un aut¨¦ntico milagro.Ocurri¨® en el tercero de la tarde al que recibi¨® en el tercio con la figura erguida, las zapatillas asentadas y las manos bajas. Y as¨ª, dibuj¨® ver¨®nicas largas y hondas que remat¨® con una ce?ida media. Volvi¨® al toro tras el primer puyazo, y en esta ocasi¨®n tore¨® por ver¨®nicas a pies juntos. Cuando volv¨ªa entre aclamaciones hacia el burladero, apareci¨® Curro: dos ver¨®nicas r¨¢pidas y una media de ensue?o. Ah¨ª queda eso... Y el joven Tom¨¢s se atrevi¨® a replicar al veterano; ahora, por gaoneras muy ajustadas, magn¨ªficamente ejecutadas, que pusieron la plaza en pie. Tambi¨¦n tore¨® por chicuelinas, pero eso fue en el toro primero de Espartaco, y demostr¨® que no est¨¢ perdido este pase tan ajustado y emocionante. En total, un minuto; quiz¨¢, minuto y medio de toreo de verdad; y quedar¨¢ por mucho tiempo en la memoria de los buenos paladares.
Torrealta / Romero, Espartaco, Tom¨¢s
Cinco toros de Torrealta, bien presentados, inv¨¢lidos y descastados; uno -el segundo- de Hermanos Sampedro, anovillado e inv¨¢lido.Curro Romero: bajonazo, media delantera y tres descabellos (silencio); pinchazo y casi entera perpendicular (ovaci¨®n). Espartaco: dos pinchazos y el toro se echa (ovaci¨®n); estocada baja (ovaci¨®n). Jos¨¦ Tom¨¢s: estocada (ovaci¨®n); dos pinchazos y casi entera (ovaci¨®n). Plaza de la Maestranza, 4 de abril. Lleno.
Y, adem¨¢s, tiene que quedar, porque no hubo m¨¢s. Bueno, hab¨ªa mucha expectaci¨®n por los 40 a?os de Curro y la vuelta de Espartaco, y porque un Domingo de Resurrecci¨®n sin expectaci¨®n es como un jard¨ªn de flores en esta Sevilla cargada de t¨®picos.
Hubo una cosa que llaman corrida que se parece a una corrida de toros como un huevo a una casta?a. Y un se?or, al que llaman ganadero, que cr¨ªa caricaturas de toros bravos, que fracasa todos los a?os y todos los a?os vuelve. Los cinco que le aprobaron eran inv¨¢lidos, bien presentados pero dormidos, enfermos, drogados o vaya usted a saber. Una aut¨¦ntica tomadura de pelo.
Ni para triunfalismo dieron los toros de Torrealta. Todos anduvieron como almas en pena y murieron aburridos. As¨ª no hay quien se luzca, se habr¨¢ quejado la terna actuante, como evitando la responsabilidad que le concierne en tan presunto fraude.
As¨ª no es capaz ni de triunfar Curro Romero, que est¨¢ cada a?o m¨¢s joven y m¨¢s desconocido. Tiene hoy la dignidad y la verg¨¹enza torera que se le negaron hace 15 ¨® 20 a?os, y un amor propio impropio de su edad. No quiere vivir de las rentas del pasado, sino aumentar el fervor de los suyos tarde tras tarde. Es verdad que no quiso ver a su primero, que ten¨ªa unos pitones astifinos que daban miedo. Y el cuarto se qued¨® en pie y permiti¨® que Romero se luciera en una faena ventajista y r¨¢pida muy del gusto de los nuevos romeristas. Tore¨® en redondo, lo intent¨® por naturales, esboz¨® trincherillas y cambios de mano, pero todo fue un arrebato de amor propio m¨¢s que de sentimiento.
Espartaco fue recibido y despedido con cari?o, y puso la nota sentimental al brindar su primer toro a sus dos hijas, que estaban en una barrera. Dej¨® la impronta de su contrastada voluntad y poco m¨¢s. Su primero era un novillo, sospechoso de pitones, inv¨¢lido y descastado. Porfi¨® con el capote y la muleta, y toda su labor careci¨® de emoci¨®n. En el quinto, aunque se afan¨® por arrancar muletazos insulsos a un animal moribundo.
Jos¨¦ Tom¨¢s se presentaba en Sevilla y dej¨® una tarjeta de mucho peso. Muleta en mano consigui¨® alg¨²n redondo estimable, pero ya se sabe que cuando uno no quiere dos no se pelean.
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