Contra las falacias
JOS? RAM?N GINER Si me lo permiten, quisiera recomendarles a ustedes la lectura de un peque?o libro, de no m¨¢s all¨¢ de un centenar de p¨¢ginas, que acaba de publicarse en Alicante. Se trata de una edici¨®n modesta, carente de alardes tipogr¨¢ficos o portadas llamativas, como ahora se estila. Desde luego, no encontrar¨¢n su t¨ªtulo en ninguna de esas listas de ¨¦xitos de venta que tanto abundan para orientaci¨®n de lectores desprevenidos. Pero, si logran hacerse con un ejemplar de La guerra de las falacias, les garantizo una lectura entretenid¨ªsima y estimulante. Desde luego, nada habitual. Porque este es un libro que nos invita a pensar. Y esto, convendr¨¢n ustedes, es algo absolutamente inusual en los tiempos que corren, donde la m¨¢xima aspiraci¨®n de un autor es evitar a sus lectores cualquier incomodidad o dolor de cabeza. La guerra de las falacias re¨²ne los art¨ªculos publicados, a lo largo de varios meses, por el profesor Manuel Atienza en el diario Informaci¨®n, de Alicante. Durante este tiempo, el profesor Atienza libr¨® una particular y divertida cruzada contra esas trampas de la argumentaci¨®n que tan profundamente han arraigado entre nosotros. Yo fui un lector devoto de aquellos art¨ªculos, que ahora he vuelto a releer publicados en libro. Tanto entonces como ahora, su lectura me ha resultado sugerente, atractiva, muy ¨²til. Atienza es un profesor de prestigio, un autor reconocido dentro de su disciplina, la filosof¨ªa del Derecho. A ello, a?ade una fallida vocaci¨®n por el periodismo que le ha servido en esta ocasi¨®n para dar una forma amable y asequible a los art¨ªculos, lejos de las correosas disquisiciones acad¨¦micas. Pero, no quisiera darles a ustedes una imagen desva¨ªda de las pretensiones del profesor Atienza. Porque, las aspiraciones de este hombre son de envergadura: nada menos que ense?arnos a pensar y darnos armas para refutar los razonamientos falaces que se nos presentan cada d¨ªa. Como ven, una tarea tremenda, inacabable, para la que se precisa un ¨¢nimo dispuesto. Por si nos contagiamos de estas pretensiones y nos inflamamos en exceso, Atienza nos advierte que esta es una guerra dif¨ªcil, larga y de resultado incierto. Por mi parte, a?adir¨ªa que es una guerra inevitable a la que estamos obligados como ciudadanos. Cuando tanto nos quejamos de las imperfecciones de nuestra democracia, no podemos abdicar de nuestros deberes m¨¢s elementales. Y un deber elemental, me parece, es advertir y denunciar las mentiras con las que continuamente pretenden acallarnos. Si este fuese un pa¨ªs normal, en el supuesto de que existan tal clase de pa¨ªses, exigir¨ªamos a nuestros pol¨ªticos, para acceder a la profesi¨®n, la lectura y a¨²n el examen de este librito del profesor Atienza. Sin duda, obtendr¨ªamos resultados muy notables y nos ver¨ªamos libres de buena parte de esas falsas argumentaciones que hoy soportamos de continuo y que han convertido la vida p¨²blica en un guirigay. Porque son los pol¨ªticos, en su permanente af¨¢n de tener raz¨®n, de derrotar al contrario a cualquier precio, quienes m¨¢s abusan de esta clase de argumentaciones. Aunque estos d¨ªas pasados, releyendo el libro del profesor Atienza, me preguntaba si ese excelente ¨¢nimo suyo para enfrentarse a la mentira y desmontar falsas argumentaciones, bastar¨¢ para hacer alguna mella en el cinismo de nuestros gobernantes. Me temo que no.
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