... Albania, s¨ª
LA REACCI?N del Estado y de la poblaci¨®n de Albania ante esta tragedia de sus vecinos de Kosovo es hasta hoy la ¨²nica que cabe elogiar sin reservas. Que un pa¨ªs de apenas tres millones de habitantes, con inmensos problemas -sobre todo de pobreza- se declare dispuesto a acoger a 800.000 refugiados, por mucho que se trate de sus hermanos de Kosovo, para que no sean enviados a tierras remotas y puedan regresar a sus casas despu¨¦s del conflicto, es posiblemente la p¨¢gina m¨¢s digna de este tenebroso libro que se escribe actualmente en los Balcanes.Albania es un pa¨ªs al que la historia nunca ha ahorrado tragedias. Los albaneses consideran a los albanokosovares sus compatriotas y hermanos, especialmente los del norte, que, como los refugiados, son de la rama de los gegos. Pero la solidaridad mostrada por los albaneses y su Administraci¨®n en general tambi¨¦n se extiende a la otra gran rama ¨¦tnica de los tosks, que viven al sur de Tirana. Incluso entre los gegos las diferencias son grandes: mientras en el norte de Albania son en gran parte cat¨®licos y ortodoxos, en Kosovo son casi exclusivamente musulmanes. Por eso no puede hablarse aqu¨ª tanto de cohesiones tribales como de solidaridad humana. Aunque haya, sin duda, motivaciones tambi¨¦n pol¨ªticas.
Sorprende la rapidez y la efectividad con que las autoridades albanesas han logrado llevar hasta su frontera norte, remota y casi inaccesible, las primeras ayudas para las v¨ªctimas de la deportaci¨®n y la barbarie del r¨¦gimen de Milosevic. Mucho antes de que llegaran las primeras ONG, bastantes d¨ªas antes de que se dejaran ver por all¨ª soldados occidentales en labores de ayuda humanitaria, el Ej¨¦rcito alban¨¦s hab¨ªa hecho un gran despliegue para aliviar el sufrimiento de los reci¨¦n llegados, con el apoyo de sus propias ONG y, sobre todo, de toda la poblaci¨®n. El pa¨ªs m¨¢s pobre de Europa organiz¨® un transporte incre¨ªblemente r¨¢pido para quienes conocen las comunicaciones entre la regi¨®n septentrional de Kukes y el centro del pa¨ªs, a fin de trasladar a las v¨ªctimas a zonas de m¨¢s f¨¢cil acceso y en las que pudieran estar a salvo de las horribles condiciones de hacinamiento iniciales.
Muchos han encontrado refugio en casas de familiares, separados durante d¨¦cadas por la frontera. Pero otros miles tienen ya un techo en casas de familias que en la mayor¨ªa de los casos no conoc¨ªan de nada. Y comparten ya la generosa escasez de sus anfitriones. Hay ocasiones en que desde estas simas de la humildad y la pobreza las sociedades del bienestar recibimos lecciones muy contundentes de humanidad.
Albania y los albaneses merecen ante todo el reconocimiento de la comunidad internacional, a menudo tan lenta y cicatera en sus expresiones de solidaridad ante la miseria del pr¨®jimo. Pero Albania no puede bastarse ante una tragedia que no ha generado, necesitan una ayuda masiva y generosa de la Uni¨®n Europea para poder hacer frente a este ingente coste de su hospitalidad. Con control exhaustivo y estricta fiscalizaci¨®n para evitar que se beneficien las mafias, por desgracia muy efectivas en el pa¨ªs, pero esa ayuda debe ser proporcional a la respuesta ejemplar que este peque?o, olvidado y maltratado pa¨ªs europeo ha dado a quienes hoy sufren m¨¢s que ellos.
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