Muros
?Cu¨¢l es el debate que en justicia hay que abordar? ?Los seis muertos que desde el d¨ªa de fin de a?o hasta antes de ayer se han registrado en Sevilla por ca¨ªdas de muros o la necesidad de conservar los edificios de valor patrimonial de la ciudad? ?Est¨¢n relacionadas ambas cuestiones? ?Sumamos v¨ªctimas porque le damos m¨¢s valor a una fachada dieciochesca que a una vida palpitante y esperanzada que pasaba por all¨ª el d¨ªa D a la hora exacta? El azar no existe y el infortunio casi siempre es la m¨¢scara que se coloca la mediocridad para excusar su ineptitud. Existen claras responsabilidades en este victimario involuntario que trimestralmente nos asombra. Cada tres meses se nos cae un muro en lo alto de alg¨²n desafortunado ciudadano. Y el debate que se plantea es de un cinismo digno de la mejor escuela latina: ?conservamos o derribamos? Pero de los muertos, adem¨¢s de El Ocaso y sus desgraciados familiares, ?qui¨¦n se acuerda? Sevilla es una ciudad hist¨®rica. No es otra cosa. Y los que nos visitan, desde otras latitudes, se abisman en su asombro contemplando una ciudad distinta, diferente, con una escenograf¨ªa que recuerda como un vagu¨ªsimo eco los grabados de Hoefnagel. Esa singularidad les reporta unos interesant¨ªsimos ingresos tur¨ªsticos que, a su vez, generan trabajo, dinero y cierto bienestar. Vendemos asombro, belleza, singularidad y diferencia. No vendemos m¨¢s. Hemos superado, con sobresaltos mioc¨¢rdicos, etapas como la de los sesenta, donde la piqueta devor¨® tanta piedra historicista de la buena de verdad, que temimos que Sevilla dejara de parecerse a s¨ª misma. Lo que queda a¨²n nos coloca en posiciones de elite dentro del ranking de ciudades europeas que ejercen su protectorado sobre el caser¨ªo. Creo que s¨®lo nos aventajan Bolonia y Roma. Conservar la singularidad no atenta contra nadie. Si se caen los muros y se llevan por delante las vidas de unos desafortunados, habr¨¢ que exigir menos mareos de perdices y m¨¢s responsabilidades de tipo que sean. Pero plantear ahora, sobre el rastro de los cad¨¢veres, el debate de derribar o conservar me parece decididamente bochornoso. La ciudad hist¨®rica debe seguir luchando por ser ella misma. Ojo, siempre y cuando esa singularidad no pase por algo tan sevillano como el muerto al hoyo y el vivo al bollo.J. F?LIX MACHUCA
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